MES DE JUNIO DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
ACTO
DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo
Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e
inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tienes en vuestra
presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra
misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido, por ser
Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia
para meditar tus virtudes y formar según ellas nuestro pobre
corazón. Amén.
DÍA
18: EN EL SAGRADO CORAZÓN, HALLAREMOS LA MEJOR HONRA
I.
Se llaman ilustres y honrados según el mundo los que obtienen por
sus merecimientos o por su fortuna el favor de los personajes
famosos, y tienen libre entrada y valioso influjo en los palacios de
los poderosos. A tales personas se los mira en general con admiración
mezclada de secreta envidia: más que por sus riquezas y poderío se
les señala por la importancia que rodea su nombre, por el esplendor
en que viven sus familias, por la consideración y respeto que les
tienen sus conciudadanos; y no obstante, ¡qué fugaz y pasajera es
esta gloria humana, y qué fácilmente se cambia en olvido, y quizá
en espantosa desgracia! Llena está la historia de esas catástrofes
de la humana vanidad; más de una vez se han tocado en un mismo día
los extremos de la mayor elevación y de la mayor ignominia; el trono
quizá ayer, y hoy el cadalso.
No
es tal la gloria y el honor que a sus servidores concede el Sagrado
Corazón de Jesús. Los predilectos y favoritos de este generoso Rey
no pierden nunca la gracia real, si no renuncian a ella
espontáneamente con un voluntario apartamiento. Son admitidos a su
más dulce intimidad, y poseen cerca de Él la más absoluta
influencia. De su recomendación pueden servirse para alcanzar del
Padre cuanto les fuera conveniente para sí o para sus hermanos; ni
se mostró más blando y generoso con los suyos aquel antiguo José,
de lo que con nosotros quiere mostrarse nuestro hermano mayor
Jesucristo. A los que se hayan sometido fielmente a Él en vida, les
promete el asiento junto a sí para juzgar al mundo en el supremo
tribunal. A los que por suyo le hayan tenido acá entre los hombres,
les promete Él reconocerles por suyos ante su Padre Celestial.
Medítese
unos minutos.
II.
Si ambicionas gloria y honores y real preferencia, alma mía,
ambiciona ésta que sólo puede darte el Sagrado Corazón. Oye lo que
dijo a sus discípulos, y en ellos a todos nosotros: “Ya no os
llamo siervos, porque el siervo ignora lo que hace su señor; a
vosotros os llamo amigos, porque os dí a conocer todo lo que oí de
mi Padre”. ¿Qué príncipe de la tierra habló jamás así a un
súbdito a quien quisiese honrar?
Así
lo reconozco, Jesús mío, y por esto en adelante no quiero ya otra
gloria ni otro honor que los que resultan de servirte a Ti. Guárdense
los reyes sus palacios, los notables su codiciado influjo, los
poderosos los obsequios con que honran a sus amigos. Ténganse estos
engañosos favores, que tan caros se compran y tan fácilmente se
pierden.
No
excitará ya mi codicia el brillo de los lujosos vestidos, de los
elevados puestos, del ilustre renombre, de la fama popular incierta y
veleidosa.
¡Oh
Jesús mío! Quien vive como Tú alcanza el mayor favor: quien puede
llamarse tuyo, adquiere el más distinguido título de honor. Ni más
deseo, ni quiero pasar por menos. Sea ésta mi principal nobleza. La
cruz, la herida de la lanza y la corona de espinas que muestras en tu
Corazón, he aquí mis blasones, únicos que me han de dar a conocer
en el juicio por servidor de tu palacio. Ambicioso soy, Jesús mío,
y no me contento con menos que con reinar junto a Ti en la gloria que
preparas a tus escogidos. Dame cada día más de esos verdaderos
honores, y has que los alcance un día en tu reino celestial.
Medítese,
y pídase la gracia particular.
ORACIÓN
Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido
a tus pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de
amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de
continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia
de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para
hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a
los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira
que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el
mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy
ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy frágil, oh
poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito
apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis
pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo
espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando
con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio:
Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de
tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te
hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en
cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la
eternidad. Amén.
Aquí
se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave María y Gloria, en
recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza,
con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María
Alacoque.
Para
ver el video de la Devoción al Sagrado Corazón de
Jesús, Junio 18: "En el Sagrado Corazón, Hallaremos la más
Eficaz protección", dar clic en la siguiente imagen:
VIDEO:
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