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domingo, 21 de octubre de 2018

"El odio y el alejamiento del pecado, Segundo fundamento de la vida cristiana". San Juan Eudes.

SEGUNDO FUNDAMENTO DE LA VIDA CRISTIANA: EL ODIO Y ALEJAMIENTO DEL PECADO

San Juan Eudes
Libro: El Reino de Jesús en las Almas Cristianas





Nuestro Señor Jesucristo tuvo dos clases de sentimientos en extremo opuestos: amor infinito hacia su Padre Celestial y a nosotros,  y un gran  odio   a todo lo que es contrario a  la gloria de su Padre y a nuestra salvación, es decir a todo lo que respecta al pecado.





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Cristo y los pecadores.





Jesucristo, por amor infinito a su Padre Celestial y a nosotros ha hecho cosas infinitamente grandes, hasta el grado de sufrir una muerte sumamente dolorosa en la Cruz. Del mismo modo odia al pecado infinitamente.



Por el odio que tiene al pecado se anonadó a si mismo y vivió su vida terrenal humildemente y con sufrimientos, sufrió la más espantosa y cruel de las muertes hasta derramar la última gota de sangre; todo esto por el odio que tiene al pecado y deseo de eliminarlo en nosotros.



Si amamos a Dios sobre todas las cosas también debemos odiar el pecado infinitamente.



El pecado es un homicida porque mata el cuerpo y el alma del hombre. Es un deicida porque el pecador obligó a nuestro Señor Jesucristo a sacrificarse en la Cruz y todavía le crucifica diariamente.




Dios es un bien infinito en bondad, en sabiduría, en hermosura y en santidad, y se ve injuriado en todas sus divinas perfecciones por el pecado, que por ser opuesto a Dios es infinitamente contrario. Así como Dios es un bien infinito y merece ser buscado y amado, el pecado es una miseria tan grande opuesta a Dios que debe ser tan odiado y perseguido. Como la injuria se le hace a Dios, el pecado es tan horrible que solo puede ser borrado con la sangre de un Dios. Es tan detestable, tan abominable, tan execrable a los ojos de Dios que la injuria y deshonor infinito que le infiere solo puede ser reparado por la dolorosa pasión de Dios hecho hombre, de nuestro Señor Jesucristo crucificado con muerte tan cruel y horrenda.




Con su muerte Cristo destruye al pecado





El pecado es tan detestable a Dios que el primer ángel caído, Luzbel, no mereció ser perdonado, por ser un espíritu caído en el pecado, incapaz e indigno de hacer penitencia, fue arrojado a lo más profundo del infierno para satisfacer la justicia divina por haber rechazado a todo un Dios, infinito en bondad y perfecciones. Lo mismo pasa con el alma del hombre que murió en pecado, sin arrepentirse, sin pedirle perdón a Dios e implorar su Misericordia Divina antes de su muerte; esta alma ya es incapaz de arrepentirse, muere en el pecado y Dios se ve obligado a apartarlo de su presencia, también por ser indigno e incapaz de hacer penitencia para ser perdonado. Por el pecado de los hombres, Dios no perdonó ni a su Hijo amadísimo, nuestro Señor Jesucristo, de sufrir la muerte en la Cruz, para que se ofreciera como víctima inocente y así pudiera salvarnos. Con Dios todo, sin Dios nada... Vivir con Dios, que merece ser amado y respetado por si mismo, es el Cielo, la dicha y bienaventuranza eternas. Vivir apartado de Dios es el castigo y sufrimiento eternos, es la ausencia de Dios y sus dulces consuelos en nuestras almas y el menos espantoso castigo del fuego del infierno.





Nuestro Dios y Redentor, Jesucristo





Por la malicia del pecado Lucifer se hizo perverso y por él se transformó de hermoso ángel de Dios en un ser terriblemente feo. Lo mismo pasa con las almas de todos los pecadores, el pecado ensucia el alma, la deforma, la transforma en algo horrible. El pecado nos hace esclavos del diablo; por él dejamos de ser hijos de Dios para ser hijos del diablo; por él, de ser dioses por gracia y participación, nos convertimos en diablos por semejanza e imitación.



No hay nada más horrible que el pecado... este es más horrible que el infierno, perdemos a Dios definitivamente si perseveramos en el pecado; por causa del pecado Dios nos aparta de su presencia: porque no puede coexistir el supremo bien con el mal, la suprema virtud con los vicios infernales, la bondad y belleza infinitas con la perversidad y fealdad de las almas de los hombres muertos con pecados mortales. El pecado es la causa de los mayores males en todo el universo; por él existe el demonio, el infierno, el mal y el odio en las almas condenadas. Por él perdemos a Dios, la pérdida de Dios es el mayor de los males y la mayor pena en el infierno.



El alma manchada por la corrupción del pecado no puede quedar limpia y purificada sino por la sangre de un Dios. Pero el pecador debe arrepentirse en vida y confesarse con un sacerdote para que sea salvado por Cristo. Jesucristo, Hombre-Dios, con su muerte y anonadamiento destruyó para siempre al pecado.



Tanto es el odio que Dios tiene al pecado que se vio obligado, en su santa ira, a crear el infierno para castigar al ángel rebelde, los mismos demonios dicen que no hay lugar más horrible que el infierno, aún ellos no quieren estar ahí. El infierno es horrible, espantoso, fue creado por Dios en su furor, por lo tanto es justo e inmutable, para castigar a todo aquél que rechaza a todo un Dios con la desobediencia, pecando.



El cristiano debe estar dispuesto a morir con tal de no ofender a Dios pecando, debe evitar el realizar aún hasta el más mínimo pecado leve o venial. Si tiene la desgracia de caer en el pecado debe inmediatamente levantarse, tiene que arrepentirse sinceramente de corazón por haber ofendido a Dios pecando. Después, acudir lo más pronto posible al sacramento de la confesión con el sacerdote, para que Jesucristo lo limpie con su preciosa sangre y en adelante, tener la firme resolución de no ofender más a Dios con el mismo pecado confesado.





El infierno de los condenados.





Para ver el video de la obra de San Juan Eudes: "El Reino de Jesús en las Almas Cristianas", Capítulo V, "El odio y el alejamiento del pecado, Segundo fundamento de la vida cristiana", dar clic en la siguiente imagen:



VIDEO:


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