LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE
Artículo
11º del Credo de los Apóstoles, explicado por San Tomás de Aquino,
Doctor de la Iglesia
En
el día del juicio final, nuestro Señor Jesucristo resucitará con
su inmenso poder a todos los hombres que han habitado la Tierra
durante todas las eras antiguas, las épocas modernas y las futuras.
Los Ángeles de Dios apartarán los malos de los buenos, los buenos
resucitarán para la vida y los malos para la condenación eterna.
Los buenos irán al cielo con su cuerpo glorioso para alabar a Dios y
ser dichosos en ese lugar de delicias por toda la eternidad. Los
malos resucitarán con su cuerpo de condenación para yacer junto a
los demonios en el lago de fuego del infierno por siempre, mientras
Dios sea Dios.
A
continuación se muestra la explicación que el Doctor Angélico,
San Tomás de Aquino, da sobre el artículo 11º del Credo de los
Apóstoles:
La Resurrección de la Carne
No
sólo santifica el Espíritu Santo la Iglesia en cuanto a las almas,
sino que por su virtud resucitarán nuestros cuerpos. Rom 4, 24:
"Creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos, Jesucristo
Señor Nuestro". Y Cor 15, 21: "Porque habiendo venido por
un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de
los muertos". Por lo cual creemos, conforme a nuestra fe, en la
futura resurrección de los muertos.
Cuatro
cosas se pueden considerar acerca de esto. La primera es la utilidad
que proviene de la fe en la resurrección. La segunda son las
cualidades de los resucitados, en cuanto a todos en general. La
tercera, cuáles serán las cualidades de los buenos. La cuarta, en
cuanto a los malos en especial.
Acerca
de lo primero debe saberse que de cuatro maneras nos son útiles la
fe y la esperanza de la resurrección.
En
primer lugar, para que desaparezca la tristeza que abrigamos por los
muertos. Es ciertamente imposible que el hombre no se duela por la
muerte de un ser querido; pero por esperar su resurrección, mucho se
modera el dolor de su muerte. I Tes 4, 13: "Hermanos, no
queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para
que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza".
En
segundo lugar, se suprime el temor a la muerte. Porque si el hombre
no espera otra vida mejor después de la muerte, indudablemente debe
ser muy temida la muerte, y el hombre debería hacer cualquier mal
con tal de no tropezar con la muerte. Pero como creemos que hay otra
vida mejor, a la cual llegaremos después de la muerte, es claro que
nadie debe temer la muerte, ni por temor a la muerte hacer algún
mal. Hebr 2, 14-15: "para aniquilar por la muerte al señor de
la muerte, esto es, al diablo, y libertar a cuantos, por temor a la
muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud".
En
tercer lugar, nos hace solícitos y atentos en hacer el bien. Pues si
la vida del hombre fuese tan sólo esta en que vivimos, no habría en
los hombres gran aplicación en obrar bien, porque cualquier cosa que
hiciesen sería poca cosa por no ser su anhelo por un bien limitado
conforme a un tiempo determinado sino por la eternidad. Pero como
creemos que, por lo que aquí hacemos, recibiremos los bienes eternos
en la resurrección, tratamos de obrar bien. I .Cor 15, 19: "Si
solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo,
somos los más desgraciados de todos los hombres".
En
cuarto lugar, nos aparta del mal. En efecto, así como la esperanza
del premio incita a obrar bien, así también el temor a la pena, que
creemos se reserva para los malos, nos aparta del mal. Juan 5, 29: "Y
los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida; pero los que
hayan hecho el mal, para la resurrección de condenación".
Acerca
de lo segundo debemos saber que en cuanto a todos habrá una
cuádruple condición.
La
primera es en cuanto a la identidad de los cuerpos que resucitarán.
Porque el mismo cuerpo que ahora es, con su carne y sus huesos
resucitará, aunque algunos dijeron que este cuerpo que ahora se
corrompe no resucitará, lo cual es contra lo que dice el Apóstol.
Pues dice en I Cor 15, 53: "En efecto, es necesario que este ser
corruptible se revista de incorruptibilidad". Y la Sagrada
Escritura dice que por el poder de Dios el mismo cuerpo resurgirá a
la vida: Job 19, 26: "De nuevo seré recubierto con mi piel, y
con mi carne veré a Dios".
La
segunda condición será en cuanto a la cualidad, porque los cuerpos
de los resucitados serán de cualidad distinta de la que ahora son:
porque lo mismo en cuanto a los bienaventurados que en cuanto a los
malos, los cuerpos serán incorruptibles, porque los buenos estarán
siempre en la gloria, y los malos siempre en sus tormentos. I Cor 15,
53: "Es necesario que este ser corruptible se revista de
incorruptibilidad, y que este ser mortal se revista de inmortalidad".
Y como el cuerpo será incorruptible e inmortal, no habrá uso de
alimentos ni de unión sexual. Mt 22, 30: "En la resurrección
no se tomará ni mujer ni marido, sino que serán como los ángeles
de Dios en el cielo". Y esto es contra lo que dicen judíos y
sarracenos. Job 7, 10: "No volverá más a su casa".
La
tercera condición es en cuanto a la integridad, porque todos, buenos
y malos, resucitarán con toda la integridad que pertenece a la
perfección del hombre; así es que no habrá allí ni ciego ni cojo,
ni defecto alguno. Dice el Apóstol en I Cor 15, 52: "Los
muertos resucitarán incorruptibles", esto es, sin que puedan
padecer las actuales corrupciones.
La
cuarta condición es en cuanto a la edad, porque todos resucitarán
en la edad perfecta, o sea, de treinta y tres o treinta y dos años.
La razón de ello es que los que no llegaron a ella no tienen la edad
perfecta, y los ancianos la pasaron ya, por lo cual a los jóvenes y
a los niños se les agrega los que les falta, y a los ancianos se les
restituye. Ef 4, 13: "Hasta que lleguemos todos al estado de
hombre perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo".
Acerca
de lo tercero debemos saber que en cuanto a los buenos será una
gloria especial, porque los santos tendrán cuerpos glorificados en
los que habrá una cuádruple condición.
La
primera es la claridad: Mt 13, 43: "Los justos brillarán como
el sol en el Reino de su Padre". La segunda es la impasibilidad:
I Cor 15, 43: "Se siembra (el cuerpo) en la vileza, y resucitará
en la gloria"; Apoc 21,4: "Enjugará Dios toda lágrima de
los ojos de ellos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni
gemidos, ni dolor porque el primer estado habrá pasado". La
tercera es la agilidad: Sab 3,7: "Los justos resplandecerán, se
propagarán como chispas en rastrojo". La cuarta es la sutileza:
I Cor 15, 44: "Se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo
espiritual": no que sea completamente espíritu, sino que estará
totalmente sujeto al espíritu.
Acerca
de lo cuarto debemos saber que la condición de los condenados será
contraria a la condición de los bienaventurados, porque en ellos
habrá un castigo eterno, en el cual se dará una cuádruple mala
condición. En efecto, sus cuerpos serán oscuros: Isaías 13, 8:
"Son los suyos rostros calcinados". Además, serán
pasibles, aunque nunca se corromperán, porque arderán eternamente
en el fuego y nunca serán consumidos: Isaías 66, 24: "Su
gusano no morirá, su fuego no se apagará". Además, serán
pesados, pues sus almas estarán allí como encadenadas: Salmo 149,
8: "Para trabar con grillos a sus reyes". Además, sus
almas y sus cuerpos serán de cierta manera carnales: Joel I, 17: "Se
pudrirán las bestias de carga en sus inmundicias".
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Para
ver el video de la Explicación de San Tomás de Aquino
del Artículo 11 del Credo de los Apóstoles: "La Resurrección
de la Carne”, dar clic en la siguiente imagen:
VIDEO:
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