SOBRE EL JUICIO PARTICULAR
Meditación 24 de San Alfonso María de Ligorio
San
Alfonso María de Ligorio nos dice en su Meditación 24: “Del
juicio particular”, acerca de ese día terrible en que el moribundo
fallezca y ahí mismo en el lugar donde su alma deje el cuerpo,
comparezca ante nuestro Señor Jesucristo. Nuestro Señor lo juzgará
como juez terrible, implacable, ya no manifestará su misericordia,
en su lugar el alma siendo juzgada será tratada con justicia, de
acuerdo a las buenas y malas obras que realizó en vida, de eso
depende su eternidad: salvación y gloria o condenación e infierno.
Jesucristo juzga a las almas de todos los hombres en el mismo instante posterior a su muerte. |
Iniciando
el juicio del alma será abiertos dos libros: el del evangelio o
cosas que debió hacer y el de la conciencia o cosas que hizo. Las
riquezas, dignidad y honores que tuvo en vida no le servirán al alma
para inclinar la justicia divina en su favor. Los acusadores,
demonios y ángeles, se presentarán al instante para decir todo
pecado mortal que el pecador haya realizado en vida; los demonios
buscarán perder el alma del pecador hasta por el mínimo pecado; los
ángeles dirán de toda la ayuda que recibió el pecador, de todas
las inspiraciones y avisos que despreció para salvarse; la
conciencia del pecador también será acusadora, los pecados clamarán
en su conciencia y no abandonarán al pecador que los hizo; al
último, las llagas de nuestro Señor Jesucristo también acusarán
al pecador al haber sido despreciadas: por ti las permitió Dios y
por ti se hicieron para salvarte. El pecador dará cuenta hasta de
las miradas y de toda palabra ociosa o escandalosa que haya dicho,
será juzgado según sus obras y la recompensa o castigo serán dados
por el juez divino; el justo apenas se salva.
Dios permitió que el justo Job fuese probado en las tribulaciones, para ver si así seguía siendo fiel al Señor. |
La
vergüenza del pecador será grande en su juicio, hasta los justos
tiemblan al imaginarse frente a un juez severo, que espera que sus
buenas obras superen por mucho a las malas. Nadie puede estar
tranquilo en el juicio de su alma, el que lo esté se engaña
falsamente: puede recibir la sentencia de condenación eterna y oír
esas terribles palabras del justo juez: “Apartaos de mi malditos,
al fuego eterno”. Arreglar los malos asuntos de la conciencia en
vida es muestra de sabiduría del pecador, después de la muerte será
demasiado tarde... en su juicio particular solo hará frente a la
justicia divina, no más misericordia.
El juez divino espera que las buenas obras superen por mucho a las malas. |
En
vida, el pecador debe ser penitente, apartarse del vicio y del
pecado, ofrecer la divina sangre y preciosas llagas de nuestro Señor
Jesucristo a Dios para aplacar su justa ira y así obtener su
misericordia. Mostrar verdadero arrepentimiento por haber ofendido a
Dios por el pecado, odiar el pecado mismo para no realizarlo más y
confesar todos sus pecados a un sacerdote.
La buena y la mala confesión de los pecados a un sacerdote. |
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"Sobre el juicio particular", dar clic en el siguiente
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