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miércoles, 3 de junio de 2015

"De la Gloria". Meditación 29 de San Alfonso María de Ligorio.

DE LA GLORIA



Meditación 29 de San Alfonso María de Ligorio





San Alfonso María de Ligorio nos dice en su Meditación 29: "De la Gloria", de la feliz y eterna dicha que disfrutará aquél que en la tierra ha sufrido con paciencia todas la tribulaciones que Dios le ha enviado y ha sabido unirlos a la dolorosa pasión que nuestro Señor Jesucristo sufrió para redimir a todo el género humano. Todo sufrimiento en este mundo, por muy grande que sea, tolerado por amor a Cristo nos conducirá, después de la muerte, a una gloria felicísima, en donde no hay ni sombra de preocupación, donde esta Dios colmando de gozo inenarrable a las almas que ama. Ahí no hay nada desagradable y solo hay bienes que deleitan y embriagan a las almas al contemplar el santo rostro de Dios. En el cielo se derrama el gran amor de Dios sobre todos sus habitantes: ángeles y almas santas; Cristo y la Santísima Virgen María constituyen la eterna consolación y alegría de aquellos que en la tierra siempre los tuvieron presentes en su mente y corazón, amándolos en el prójimo, en los más pequeños y miserables de la tierra. Ni los santos que han sido arrebatados al cielo ha sabido describir con palabras el gozo inefable que tienen los bienaventurados que gozan de aquella patria feliz; si Dios determinará que alguno de ellos volviera a la tierra, lo aceptaría por obedecer a Dios, pero estaría muy triste y ansioso esperando la muerte, no quisiera disfrutar los bienes perecederos de este mundo para no perder a Dios y los bienes del otro.




Gozos sin fin, disfrutando del amor de
 Dios  y  su cielo empíreo.





Se tienen tantos deleites para todos los sentidos en el cielo que no les llevan a olvidarse de Dios, sumo bien y superior gozo al contemplarlo cara a cara, al amarlo intensamente por sus perfecciones infinitas, por el amor grandísimo que muestra a todos los que con Él habitan en su santísimo reino. Si Dios mostrara su rostro a los condenados en el infierno, el infierno dejaría de ser infierno para ellos, aún sufriendo los atroces tormentos en sus sentidos; esa es la mayor pena para los condenados: no ver jamás el bondadoso rostro de Dios y sus perfecciones infinitas. Las almas en el Purgatorio sufren pacientemente para purificarse e ir al cielo, nuestro Señor Jesucristo les ha mostrado su gloria divina, como la mostró en el monte Tabor a sus apóstoles elegidos, para que con el recuerdo de Él purifiquen con alegría sus almas manchadas por los pecados perdonados en la confesión y que aún tienen la culpa de daño; a los que son condenados al infierno el sumo Juez no muestra su gloria divina, pues ahí es lugar de tormentos sin fin y no lugar de deleites, por recordar a Dios. Aunque no es posible, si a una alma se le diera a decidir entre salvarse y no ver nunca a Dios y condenarse y ver a Dios, preferiría condenarse y ver siempre a Dios, aún sufriendo las atroces llamas y demás infernales suplicios. Así es el Purgatorio, pero solo con el recuerdo de Dios; las almas sufren suplicios similares a los que se padecen en el infierno, pero el recuerdo de la visión de Dios les mantiene en la esperanza de ir al cielo cuando estén perfectamente purificadas, incluso hay almas que se creen condenadas si reciben ese castigo, por sus pecados, al no recordar que se salvan; el que se arrepiente sinceramente de sus pecados, le pide perdón a Dios por las ofensas que le hizo y encomienda su alma a la misericordia divina, se salva; más no espere salvación el que no confesó sus pecados mortales a un sacerdote y o que jamás se arrepintió de sus pecados.




Su infierno dejaría de ser infierno,  si Dios le mostrara
 su rostro, solo así tendría esa expresión  de paz
 soportando los suplicios infernales.



Dios, Trinidad Santísima, derramando su
amor sobre todos los ángeles y
bienaventurados de la ciudad celestial.




En el cielo el bienaventurado tiene la completa seguridad de ser amado por Dios, de nunca perderle, de estar abismado en el amor divino. Conocerá el grande amor que Dios le mostró en vida para ayudar a salvarlo, de los castigos que Dios tuvo que permitir para hacer que su alma recobrara el sentido del amor divino. Sabe que muchas almas en el infierno están ahí por culpas menores a las suyas y agradecerá a Dios eternamente por la gracia concedida para lograr apartarle de los caminos del pecado. Siempre feliz en el cielo... embriagado por el amor de Dios y sus divinos consuelos. Los bienes terrenales los considera como nada, comparados con los que goza en el cielo... los palacios de este mundo son como simples chozas comparados con los que hay en las moradas eternas. Por la posesión de Dios y de su cielo muchos santos y mártires fueron capaces de soportar los más atroces tormentos que los tiranos de este mundo pudieron inventar... aún los tormentos de sus verdugos son poco comparados con los que se sufren por siempre en el infierno... ¡no podían permitirse perder sus almas y aborrecer a un Dios que es todo bondad con los que lo aman!.




El mártir cristiano con su sangre compra
 su entrada inmediata al cielo, para ir a
agradecer a Cristo por haberlo salvado
de la condenación en el infierno.





Para leer el e-book, imprimir o descargar el archivo pdf, de la Meditación 29 de San Alfonso María de Ligorio: "De la Gloria", dar clic en el siguiente enlace:






Para ver el video de la Meditación 29 de San Alfonso María de Ligorio: "De la Gloria", dar clic en la siguiente enlace:


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