MATRIMONIO CORPORAL Y MATRIMONIO ESPIRITUAL, REVELACIONES DE SANTA BRÍGIDA
Palabras
de alabanza a Dios de la Corte Celestial; sobre cómo habrían nacido
los niños si nuestros primeros padres no hubieran pecado; sobre cómo
Dios mostró sus milagros a través de Moisés y, después, por sí
mismo a nosotros con su propia venida; sobre la perversión del
matrimonio corporal en estos tiempos y sobre las condiciones del
matrimonio espiritual.
Capítulo
26
La
Corte Celestial fue vista ante Dios. Toda la Corte dijo: “¡Alabado
y honrado seas, Señor Dios, tú que eres, eras y serás sin fin!.
Somos tus servidores y te ofrecemos una triple alabanza y honor.
Primero, porque nos creaste para que gozásemos contigo y nos diste
una luz indescriptible en la que regocijarnos eternamente. Segundo,
porque todas las cosas han sido creadas y son mantenidas en tu bondad
y constancia, y todas las cosas permanecen a tu conveniencia y se
someten a su palabra. Tercero, porque creaste a la humanidad y
adoptaste una naturaleza humana por su bien.
Nos
regocijamos grandemente por esa razón, y también por tu castísima
Madre, que fue hallada digna de engendrarte a ti, a quien los Cielos
no pueden contener ni limitar. Por ello, por medio del rango angélico
que tú has exaltado en honor, ¡que tu gloria y bendiciones se
viertan sobre todas las cosas!. ¡Que tu inagotable eternidad y
constancia sea sobre todo lo que pueda ser y permanecer constante!.
Sólo tú, Señor, has de ser temido por tu gran poder, sólo tú has
de ser deseado por tu gran caridad, sólo tú has de ser amado por tu
constancia. ¡Alabado seas sin fin, incesantemente y para siempre!”
Amén.
El
Señor respondió: “Me honráis dignamente por toda la creación.
Pero, decidme, ¿por qué me alabáis por la raza humana, que me ha
provocado más indignación que ninguna criatura?. La hice superior a
las criaturas menores y por ninguna he sufrido tanta indignidad como
por la humanidad, ni he redimido a ninguna a tan alto precio. ¿Qué
criatura, aparte del ser humano, no se conduce por su orden natural?.
Me causa más problemas que las demás criaturas. Igual que os creé
a vosotros, para alabarme y glorificarme, hice a Adán para que me
honrara. Le di un cuerpo para que fuera su templo espiritual, y
coloqué en él un alma como la de un bello ángel, porque el alma
humana es de virtud y fuerza angélica. En ese templo, Yo, su Dios y
Creador, era el tercer acompañante, para que él disfrutara y se
deleitara en mí. Después le hice un templo similar de su costilla.
Ahora,
esposa mía, para quien hemos ordenado todo esto, puedes preguntar:
‘¿Cómo habrían tenido hijos si no hubieran pecado?’. Te diré:
La sangre del amor hubiera sembrado su semilla en el cuerpo de la
mujer sin ninguna lujuria vergonzosa, mediante el amor divino, el
afecto mutuo y el intercambio sexual, en el que ambos habrían
ardido, uno por el otro, y así la mujer fecundaría. Una vez
concebido el hijo, sin pecado ni placer lujurioso, Yo habría enviado
un alma de mi divinidad dentro de él y ella habría engendrado al
hijo y lo habría parido sin dolor. El niño habría nacido
inmediatamente perfecto, como Adán. Pero él despreció este
privilegio al consentir al demonio y codiciar una mayor gloria de la
que yo le hubiera proporcionado.
Tras
su acto de desobediencia, mi ángel vino a ellos y ellos se
avergonzaron de su desnudez. En ese momento, experimentaron la
concupiscencia de la carne y sufrieron hambre y sed. También me
perdieron. Antes me tenían, no sentían hambre, ni deseo carnal, ni
vergüenza, y sólo Yo era todo su bien, su placer y perfecto
deleite. Cuando el demonio se alegró por su perdición y caída, me
conmoví de ellos con dolor y no los abandoné sino que les mostré
una triple misericordia. Vestí su desnudez, les di pan de la tierra
y, a cambio de la sensualidad que el demonio generó en ellos tras su
acto de desobediencia, infundí almas en su semilla a través de mi
divino poder.
También
convertí todo lo que el demonio les sugirió en algo para su bien.
Después les mostré cómo vivir y cómo hacerse dignos de mí. Les
di permiso para tener relaciones lícitas y lo hubiera hecho antes,
pero ellos estaban paralizados de miedo y temerosos de unirse
sexualmente. Igualmente, cuando Abel fue muerto, y estuvieron
condolidos largo tiempo manteniendo abstinencia, fui movido a
compasión y los conforté. Cuando les hice saber mi voluntad,
comenzaron de nuevo a tener relaciones y a procrear hijos. Les
prometí que Yo, el Creador, nacería de entre su descendencia.
A
medida que creció la maldad de los hijos de Adán, mostré la
justicia a los pecadores y la misericordia a mis elegidos. Así me
complací, los preservé de la perdición y los crié, porque
mantuvieron mis mandamientos y creyeron en mis promesas. Cuando se
acercó el momento de mi misericordia, permití que mis poderosas
obras fueran conocidas a través de Moisés y salvé a mi pueblo,
según mi promesa. Los alimenté con maná y caminé frente a ellos
en una columna de nube y fuego. Les di mi Ley y les revelé mis
misterios y el futuro mediante mis profetas.
Después
de esto, Yo, Creador de todas las cosas, elegí para mí a una Virgen
nacida de un padre y una madre. Con ella tomé carne humana y acepté
nacer de ella sin coito ni pecado. Lo mismo que aquellos primeros
hijos habrían nacido en el paraíso a través del misterio del amor
divino y del amor y afecto mutuo de sus padres, sin ninguna lujuria
vergonzosa, así mi divinidad adoptó una naturaleza humana de una
Virgen, engendrado sin coito, ni daño a su virginidad. Al venir en
carne Yo, verdadero Dios y hombre, cumplí la Ley y todas las
escrituras, tal como antes se había profetizado sobre mí.
Después
de esto, Yo, Creador de todas las cosas, elegí para mí a una Virgen
nacida de un padre y una madre. Con ella tomé carne humana y acepté
nacer de ella sin coito ni pecado. Lo mismo que aquellos primeros
hijos habrían nacido en el paraíso a través del misterio del amor
divino y del amor y afecto mutuo de sus padres, sin ninguna lujuria
vergonzosa, así mi divinidad adoptó una naturaleza humana de una
Virgen, engendrado sin coito, ni daño a su virginidad. Al venir en
carne Yo, verdadero Dios y hombre, cumplí la Ley y todas las
escrituras, tal como antes se había profetizado sobre mí.
Bodas de Caná |
Sin
embargo, la gente de estos tiempos se une en matrimonio por siete
razones.
Primero,
por la belleza facial; segundo por la riqueza; tercero, por el placer
grosero y gozo indecente que experimenta en el coito; cuarto, por las
festividades y glotonería descontrolada; quinto, por que aflora el
orgullo en el vestir, en el comer, en las distracciones y en otras
vanidades; sexto, para tener retoños, pero no para Dios, ni para las
buenas obras sino para el enriquecimiento y el honor; séptimo, se
une por la lujuria y el lujurioso apetito de las bestias.
La Boda Desigual |
Estas
personas se unen ante la puerta de mi Iglesia con acuerdo y armonía,
pero sus sentimientos y pensamientos internos son completamente
opuestos a mí. En lugar de mi voluntad, prefieren su propia
voluntad, que se inclina por complacer al mundo. Si todos sus
pensamientos se dirigiesen a mí, y si confiaran su voluntad en mis
manos y se casaran en temor divino, entonces les daría mi aprobación
y Yo sería un tercer compañero con ellos. Pero ahora, pese a que Yo
debería de estar a su cabeza, no consiguen mi aprobación porque
tienen más lujuria que amor por mí en su corazón. Suben al altar y
allí oyen que deberían ser un solo corazón y una sola mente, pero
mi corazón se aparta de ellos porque ellos no poseen el calor de mi
corazón y no conocen el sabor de mi cuerpo.
Ellos
buscan un calor perecedero y una carne que será roída por los
gusanos. Así, estas personas se unen en matrimonio sin el lazo y
unión de Dios Padre, sin el amor del Hijo y sin el consuelo del
Espíritu Santo. Cuando la pareja llega a la cama, mi Espíritu les
abandona, al tiempo que se les acerca el espíritu de la impureza,
porque tan sólo se unen en la lujuria y no argumentan, ni piensan en
nada más. Pero aún mi misericordia puede estar con ellos, si se
convierten, porque Yo amorosamente coloco un alma viviente, creada
por mi poder, en su semilla. A veces, permito que los malos padres
tengan buenos hijos, pero es más frecuente que nazcan malos hijos de
los malos padres, pues estos hijos imitan la iniquidad de sus padres
tanto como pueden, y les imitarían aún más si mi paciencia se lo
permitiera. Una pareja así nunca verá mi rostro, a menos que se
arrepientan, porque no hay pecado tan grave que no pueda ser limpiado
por la penitencia.
Hablaré
ahora del matrimonio espiritual, del que es apropiado que contraiga
Dios con un cuerpo casto y un alma casta. En él hay siete
beneficios, que son los opuestos de los males mencionados arriba. En
él no hay deseo de belleza de formas o hermosura corporal ni de
vistas placenteras, sino tan solo de la vista y el amor de Dios.
Tampoco hay –en segundo lugar—ningún deseo de poseer nada ni por
encima ni más allá de lo necesario que se requiere para vivir sin
exceso. Tercero, los esposos evitan las conversaciones frívolas y
ociosas. Cuarto, no les preocupa el reunirse con amigos o parientes
sino que Yo soy lo único que ellos aman y desean.
Quinto,
mantienen una humildad interior en su conciencia y también
externamente en su forma de vestir. Sexto, nunca tienen voluntad
alguna de conducirse por la lujuria. Séptimo, engendran hijos e
hijas para Dios, por medio de su buen comportamiento y buen ejemplo,
y mediante la prédica de palabras espirituales. Así, al preservar
su fe intacta, se unen ante la puerta de mi Iglesia, donde me dan su
aprobación y Yo les doy la mía. Suben a mi altar y disfrutan del
deleite espiritual de mi cuerpo y de mi sangre. Deleitándose en
ello, desean ser un corazón, un cuerpo y una voluntad y Yo,
verdadero Dios y hombre, poderoso sobre el Cielo y la tierra, seré
su tercer compañero y llenaré su corazón.
Aquellas
parejas mundanas dejan que su apetito por el matrimonio se base en la
lujuria de las bestias, ¡y peor que las bestias!. Estos esposos
espirituales fundamentan su unión en el amor y temor de Dios, y no
desean complacer a nadie más que a mí. El espíritu del mal llena a
los primeros y les incita al deleite carnal, donde no hay nada más
que podredumbre apestosa. Los últimos se llenan de mi Espíritu y se
inflaman con el fuego de mi Espíritu que nunca les fallará. Yo soy
un Dios en tres personas. Yo soy una sustancia con el Padre y el
Espíritu Santo.
Así
como es imposible para el Padre estar separado del Hijo, y para el
Espíritu Santo estar separado de ambos, así como es imposible que
el calor esté separado del fuego, igual de imposible es para estos
esposos espirituales estar separados de mí. Yo estoy con ellos como
su tercer compañero. Mi cuerpo fue herido una vez y murió en la
pasión, pero nunca más será herido ni morirá. De igual forma,
aquellos que se incorporen a mí a través de una fe recta y una
voluntad perfecta, nunca morirán a mí. Donde quiera que estén, se
sienten o caminen, estaré con ellos como su tercer compañero”.
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