CONFESIONES NULAS Y SACRÍLEGAS Y CASOS FÁLLIDOS
San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia.
Para que la Confesión de los pecados al sacerdote sea buena, tiene que ser: íntegra, humilde y sincera.
La Confesión es íntegra cuando se confiesan todos los pecados mortales al sacerdote, pecados actuales si no es una confesión general. No se omite uno solo, se confiesan todos los pecados graves o mortales que se tengan en la memoria, después de un buen examen de conciencia.
La Confesión es humilde cuando el pecador se acerca con todo respeto al sacerdote, como si fuera un reo condenado a muerte, cargando en la conciencia todos sus pecados. El sacerdote es el representante de Cristo para perdonar los pecados, es Cristo el que perdona por medio del sacerdote. El pecador deja toda
muestra de altanería y se acerca con humildad para ser perdonado por el mismo Cristo en el confesionario.
La Confesión es sincera cuando el pecador confiesa al sacerdote todos los pecados mortales actuales sin faltar a la verdad, sin justificarse, el pecado que cometió tal cual es.
La Confesión es nula o sacrílega si se calla conscientemente un pecado mortal. Los demás pecados mortales que si confesó no quedan perdonados, el pecador tiene la obligación de confesarlos otra vez y de confesar ese pecado que tanta vergüenza le causa si no quiere condenarse en el infierno.
La Confesión es un sacramento sagrado por el cual Jesucristo nos lava el alma con su preciosa sangre, nos perdona, nos limpia, nos purifica. Si hay verdadero arrepentimiento de haber ofendido a Dios con el pecado, el alma de un moribundo puede alcanzar el Cielo directamente sin pasar por el Purgatorio. Esta es la contrición perfecta de los pecados que nos alcanza el cielo inmediatamente por la sangre de Cristo. No se puede menospreciar la Confesión ni callar un pecado mortal al sacerdote porque se peca gravemente, cargando el alma con más pecados mortales al hacer la Confesión sacrílega y aún más si se comulga con pecados mortales sin perdonar, haciendo Comuniones sacrílegas. La Confesión y Comunión sacrílegas es de lo más castigado en el infierno, un cristiano tiene mayor responsabilidad que un pobre pagano pecador, ya que el cristiano es creyente y sabe que el cuerpo y la sangre de Cristo en los sacramentos es para purificarnos y fortalecernos contra el pecado, al despreciarlos se deprecia y se ofende gravísimamente al mismo Cristo, nuestro Dios y Señor.
Para hacer una buena Confesión se requiere examen de conciencia, dolor de corazón, confesión de boca, satisfacción de obra y propósito firme de enmienda. Por lo enunciado anteriormente debe se íntegra, humilde y sincera.
El pecador que confiesa bien sus culpas recibe la blancura hermosa de la gracia de Dios, causa alegría al Santo Ángel de su guarda y llena de rabia y desesperación al Demonio.
El pecador que calla pecados, o no se arrepiente de ellos en la Confesión, da gusto al demonio, llena su alma de iniquidad, y causa tristeza y amargura al Santo Ángel de su guarda.
La Confesión es íntegra cuando se confiesan todos los pecados mortales al sacerdote, pecados actuales si no es una confesión general. No se omite uno solo, se confiesan todos los pecados graves o mortales que se tengan en la memoria, después de un buen examen de conciencia.
La Confesión es humilde cuando el pecador se acerca con todo respeto al sacerdote, como si fuera un reo condenado a muerte, cargando en la conciencia todos sus pecados. El sacerdote es el representante de Cristo para perdonar los pecados, es Cristo el que perdona por medio del sacerdote. El pecador deja toda
muestra de altanería y se acerca con humildad para ser perdonado por el mismo Cristo en el confesionario.
Confesión íntegra, humilde y sincera |
La Confesión es sincera cuando el pecador confiesa al sacerdote todos los pecados mortales actuales sin faltar a la verdad, sin justificarse, el pecado que cometió tal cual es.
La Confesión es nula o sacrílega si se calla conscientemente un pecado mortal. Los demás pecados mortales que si confesó no quedan perdonados, el pecador tiene la obligación de confesarlos otra vez y de confesar ese pecado que tanta vergüenza le causa si no quiere condenarse en el infierno.
La Confesión es un sacramento sagrado por el cual Jesucristo nos lava el alma con su preciosa sangre, nos perdona, nos limpia, nos purifica. Si hay verdadero arrepentimiento de haber ofendido a Dios con el pecado, el alma de un moribundo puede alcanzar el Cielo directamente sin pasar por el Purgatorio. Esta es la contrición perfecta de los pecados que nos alcanza el cielo inmediatamente por la sangre de Cristo. No se puede menospreciar la Confesión ni callar un pecado mortal al sacerdote porque se peca gravemente, cargando el alma con más pecados mortales al hacer la Confesión sacrílega y aún más si se comulga con pecados mortales sin perdonar, haciendo Comuniones sacrílegas. La Confesión y Comunión sacrílegas es de lo más castigado en el infierno, un cristiano tiene mayor responsabilidad que un pobre pagano pecador, ya que el cristiano es creyente y sabe que el cuerpo y la sangre de Cristo en los sacramentos es para purificarnos y fortalecernos contra el pecado, al despreciarlos se deprecia y se ofende gravísimamente al mismo Cristo, nuestro Dios y Señor.
La buena y la mala confesión |
Para hacer una buena Confesión se requiere examen de conciencia, dolor de corazón, confesión de boca, satisfacción de obra y propósito firme de enmienda. Por lo enunciado anteriormente debe se íntegra, humilde y sincera.
El pecador que confiesa bien sus culpas recibe la blancura hermosa de la gracia de Dios, causa alegría al Santo Ángel de su guarda y llena de rabia y desesperación al Demonio.
El pecador que calla pecados, o no se arrepiente de ellos en la Confesión, da gusto al demonio, llena su alma de iniquidad, y causa tristeza y amargura al Santo Ángel de su guarda.
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