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domingo, 23 de julio de 2017

"La acción de los espíritus sobre la naturaleza". Rev. Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux.


EL MODO DE ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS


La acción de los espíritus sobre la naturaleza



Rev. Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux


 
La acción de los espíritus en la creación depende de la acción de Dios, y les es subordinada. Conviene pues ante todo establecer y reservar la parte esencial de la acción divina en el orden general del mundo. Lo mismo que el ser de todas las cosas viene de Dios, el movimiento inicial imprimido a todas las cosas proviene únicamente de Dios. No se contentó con crear; Él conserva la creación por una acción continua que es una prolongación de la influencia creadora. Íntimamente está presente en todos los seres que sin Él recaerían en la nada. Del mismo modo les comunica a todos una virtud que los hace moverse y actuar cada uno según su capacidad; virtud secreta, soberanamente eficaz, derramada por todas partes, y sin la cual el universo volvería a la inmovilidad.



Detail, Voyage of Life, Youth. Thomas Cole..JPG




Por otra parte cada ser tiene en si mismo el principio del movimiento, o por lo menos una aptitud para ser movido. Así el animal tiene facilidad de fuerza motriz; la planta tiene la facultad para desarrollarse; la roca es atraída por la gravedad. Esta aptitud para ser movido, esta potencia más o menos rudimentaria de moverse, se traducen en movimientos variados, por transformaciones sucesivas, gracias a esta virtud divina de la que hablamos, y la que pone por todas partes la actividad y la vida.

Entonces, dirán ustedes, todo se explica muy bien sin la intervención de los ángeles. Dios pone en movimiento las fuerzas naturales, y éstas recorren su trayectoria bajo el impulso recibido; los ángeles no tienen que hacer nada, allí dónde Dios actúa directamente. - No nos engañemos: Dios actúa como primer y universal motor; los ángeles actúan como motores segundos y particulares: su acción se subordina a la acción divina, lo aplica en cierto modo y la especifica. Expliquemos esto con un ejemplo familiar. Lanzo una bola: es por la virtud de Dios que mi brazo actúa, es por la misma virtud que la bola sigue el impulso dado: sin embargo es evidente que mi brazo es el motor de la bola. Es así, si está permitido comparar las grandes cosas con las pequeñas, así es como los ángeles están en movimiento, gracias a la virtud divina, y las esferas celestes y todas las fuerzas vivas de la naturaleza. Son los motores segundos subordinados al primer motor que es Dios.




Tierra y Luna en movimiento gracias a la virtud divina, un Ángel cuida sus órbitas





Su naturaleza espiritual siempre en movimiento los hace tan propios a esta función, y los objetos corporales necesitan tanto ser solicitados y puestos en movimiento por una actividad exterior, que santo Tomás plantea claramente este axioma: es necesario que la criatura corporal sea impulsada por la espiritual, los oportet quod oportet quod creatura corporalis a spirituali moveatur (Sum. Prim. Pars q. CX, a. 1, ad prim.).

Los ángeles no son solo los motores de los seres corporales; son todavía encargados de dirigir y de coordinar sus movimientos respectivos, de tal modo que no hay ninguna confusión, y que todo queda en el equilibrio que es la paz de la naturaleza inanimada. Demos algunos ejemplos.

Los físicos descubrieron esta ley que todo movimiento puede transformarse en calórico, y recíprocamente que todo calórico puede transformarse en movimiento. El estado del mundo se basa pues en el reparto justo del movimiento y del calórico en todas sus partes. ¿Pero cuál es la fuerza inteligente que dirigirá este reparto, si no algún espíritu angélico?

Ponga su atención en la cantidad innumerable de semillas que se disputan el suelo de la tierra. ¿No hace falta que su distribución y su germinación sean sometidas a ciertas leyes, para que las especies útiles no desaparezcan delante de la multiplicación ilimitada de las parásitas? ¿Entonces, cuál es, lo repetimos, la fuerza inteligente que vela por la ejecución de estas leyes preservadoras, si no es la energía de los seres espirituales encargados por Dios de la administración de este mundo?

Podríamos, multiplicar estos ejemplos; sería inútilmente. Basta un momento de reflexión para comprender que el universo no pueda ser entregado a las fuerzas ciegas que surgen de la materia, y que estas fuerzas, para la armonía de todo, deben ser contenidas y dirigidas por fuerzas inteligentes. Ponga como una ley, si bien le parece, la lucha por la existencia; pero admita la intervención en esta lucha de una potencia moderadora que emana de Dios y que se ejercita por el ministerio de los santos ángeles. Gracias a ella, la lucha está circunscrita en límites prudentes, suprime cierta superfluidad, no va al exterminio de las especies.

Estas verdades tienen para ellas el testimonio de toda la antigüedad. Los filósofos Platón y Aristóteles edificaron diversos sistemas de la intervención de los espíritus como los moderadores de las cosas terrestres. Instruidos por la Biblia, los Padres de la Iglesia, sin extraviarse en sistemas vanos, fueron todavía más afirmativos y más precisos. Orígenes, en un curioso pasaje relativo a la burra de Balaam, dice que el mundo necesita ser administrado por los ángeles, y que tienen la intendencia sobre los animales mismos, proveyendo a su multiplicación así como a la vegetación de las plantas y de los árboles. San Agustín dice, por su parte, que cada especie distinta de uno de los reinos de la naturaleza es gobernada por una potencia angélica.



Gustav Jaeger Bileam Engel.jpg
Ángel haciendo que la burra proteste a Balaam por su maltrato




San Agustín no lanzó esta afirmación a la aventura. El Apocalipsis, menciona al ángel que tiene potencia sobre el fuego (XIV, 18); y el ángel de las aguas (XVI, 5). Esto nos da a entender que hay un ángel encargado de moderar la potencia terrible y devastadora del fuego; que hay lo mismo un ángel encargado de ajustar la distribución de las aguas ya sea en las nubes, en las corrientes de las montañas, en los ríos, o en los mares.

Una pregunta que queda por esclarecer; ¿hasta dónde se extiende el poder de los espíritus angélicos? Ponen en movimiento todo, esto es admitido. ¿Pueden producir seres corporales, y producirlos sin emplear alguna semilla? Santo Tomás responde negativamente. Según él, los ángeles, y generalmente los seres espirituales involucrados en el movimiento de este mundo, no pueden crear semillas, ni producir de toda pieza un animal o una planta. Su poder sólo utilizará semillas preexistentes para obtener los seres que están contenidos en las mismas. En una palabra no toman el sitio de los agentes naturales, y no suplen su acción que sigue siendo necesaria; sólo ponen en movimiento a estos agentes de manera muy oculta y muy sutil, y sólo desarrollan su acción con una rapidez que da la ilusión de una creación o de una producción instantánea. Es así, para dar un ejemplo, que hay que explicar los prodigios operados por Moisés y por los magos de Faraón, tales como el Éxodo nos los cuenta (VII, VIII). Moisés y los magos hacen salir del río legiones innumerables de ranas. Moisés convierte el polvo en insectos, lo que los magos no pueden imitar. Moisés actuaba por la virtud de los ángeles buenos, los magos operaban por la potencia de los demonios. Ni el primero, ni los segundos actuaron por vía de creación o de generación espontánea. Los ángeles buenos, como los malos, se limitaron en esta circunstancia a vivificar larvas que sutilmente habían recogido y amontonado; Dios solamente quiso que el poder de los ángeles buenos se hiciera evidente sobre la poder de los demonios.


Moisés y la plaga de ranas


En suma, la acción de los espíritus se parece a la de los hombres, pero incomparablemente con más sutileza. Los hombres utilizan las fuerzas de la naturaleza y derivan efectos maravillosos. No se contentan con tomar semillas y con hacerlas crecer centuplicadas en terrenos bien preparados para recibirlas, de hacer rendir a los árboles de frutos buenos por el injerto y el tamaño; se apoderan aún de esas fuerzas imperceptibles que nombran el vapor y la electricidad, los controlan, los hacen servir a todas sus necesidades, por no decir a todos sus caprichos.

Esto nos hace ver hasta donde puede penetrar la influencia dirigente de los ángeles. Teniendo como fuerza motriz una energía espiritual que afecta a lo íntimo de la materia y a sus calidades más secretas, podrían sacar de la creación los efectos más extraordinarios y trastornar todo y transformarlo en un santiamén, si su papel no consistiera precisamente en mantener el orden providencial en el mundo por el funcionamiento regular de las fuerzas de toda clase que están allí en juego.

Y que nadie diga que el ángel, por lo mismo que es un espíritu, no puede entrar en contacto con la materia. Esta objeción no tiene ningún valor a los ojos de la fe y de la razón, que reconocen a Dios como el motor necesario del mundo y el alma como el motor de su propio cuerpo. Precisamente porque el ángel es un espíritu, es capaz de apoderarse de estos imponderables, de este éter luminoso, de este calor latente, que la ciencia moderna nos presenta como los grandes agentes físicos del globo. Estamos convencidos de eso, es por medio de las fuerzas sutiles que los ángeles conducen la maquinaria mundial; y estas fuerzas, siendo ciegas por si mismas reclaman su dirección inteligente (1).


Para ver el video: "La acción de los espíritus sobre la naturaleza", del libro: "Ángeles y demonios", del Reverendo Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux dar clic en la siguiente figura:


 VIDEO:






BIBLIOGRAFÍA:


  1. R. P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec approbation des Supérieurs de la Congrégation olivétaine

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