La naturaleza angélica
R.
P. Dom Bernard-Marie Maréchaux
Pidamos a los ángeles, a estas sublimes criaturas más inasequibles que el viento, más fulgurantes que el relámpago, poner un instante delante de nosotros, con el fin de que pudiéramos sorprender y fijar algo de su deslumbrante fisonomía.
Hay
tres tipos de espíritus: el espíritu humano, el espíritu angélico
y el espíritu divino creador de todas las cosas. Estos espíritus se
mueven en tres esferas que se pueden llamar concéntricas. La primera
esfera, cuyo rayo es el más corto, es la esfera de la inteligencia
humana. La segunda, envolviendo la primera, es más alta sin
comparación y más ancha, es la que habita y llena la naturaleza
angélica. Por fin, el tercero, conteniendo los otros dos y de
dimensiones infinitas, es la esfera de inaccesible luz que
corresponde a Dios-creador, la santísima y adorable Trinidad.
Entonces,
el conocimiento mismo del hombre, ha limitado la esfera que habita.
Tiene su propio dominio de las cosas humanas. No es que no pueda
elevarse más allá al hablar de raciocinio; pero no sabría tener la
vista clara y distinta del mundo de los espíritus. Cuando procura
darse cuenta de eso, las imágenes de las cosas sensibles vienen a
interponerse entre los ojos de su alma y esos objetos puramente
espirituales; y los distingue sólo muy confusamente, como se podría
agarrar objetos colocados en un alejamiento muy grande a través de
un medio poco diáfano. En una palabra, para conocer a Dios
perfectamente, habría que ser Dios mismo; para conocer perfectamente
a los ángeles, habría que ser un ángel. El hombre que trata de
penetrar los secretos de la naturaleza angélica, se quedará siempre
debajo de la verdad. Estará como el astrónomo que explora los
espacios de luz donde se mueven los astros. ¿Puede jactarse de tener
un conocimiento absolutamente exacto? De ninguna manera. ¿Y sin
embargo sus contemplaciones son estériles, sus observaciones
inútiles? Grande tendríamos la culpa de pensarlo.
Del
mismo modo, a pesar de la imperfección que, por anticipado, golpea
nuestras investigaciones acerca de los ángeles, no son sin fruto ni
sin dulzura. Reduciendo al ángel a una talla casi humana,
descubrimos en él un reflejo de una belleza ideal, que desciende
directamente de Dios, de Aquél que san Gregorio Nacianceno llama la
primera Luz, el primer Esplendor. "Los Ángeles, dice este
santo, son como un derrame y un pequeño arroyo de la primera Luz;
son los segundos esplendores al servicio del primer Esplendor. "
Observa el rostro del Padre Celestial en los cielos |
El
ángel es un espíritu puro, he aquí su definición.
No
se compone como nosotros de dos sustancias, asociadas juntas en
unidad de naturaleza. Dios no hizo en él, según la expresión tan
enérgica de san Gregorio el Grande, una mezcla inexplicable de
espíritu y de barro: investigabili dispositione miscuit spiritum y
lutum. Si no tiene un cuerpo material y pesado, no tiene, un cuerpo
sutil y aéreo, un cuerpo fluidiforme e imponderable. Es una
sustancia espiritual pura, que no admite ninguna mezcla del elemento
corporal, incluso el más impalpable.
Algunos
antiguos Padres pensaron que el ángel tenía un cuerpo, pero desde
luego un cuerpo fluido y luminoso. Posiblemente sus expresiones han
sido tomadas demasiado al pie de la letra. Parecen celosos de
reservar para Dios, para Dios solo, la calificación de espíritu
puro. Para ellos, todo lo que es limitado, limitado, es, por esto
mismo, corporal. Sea lo que sea, sobre una cuestión que san Agustín
con su insigne modestia había rechazado, la doctrina católica se
definió en años posteriores; en el día de hoy, no se admiten más
vacilaciones: el ángel no tiene nada corporal, es un espíritu puro.
Pero
es un espíritu creado, es decir infinitamente distante del Espíritu
puro que es el Espíritu creador. Espíritu creador, espíritu
creado, hay entre estos dos términos una diferencia tal, que se
puede explicar sólo por la que existe entre un ser vivo y una imagen
inanimada. Si por su calidad de espíritu puro el ángel se acerca a
Dios, por su calidad de espíritu creado se nos acerca, y se
encuentra muy cerca de nosotros, mientras que la distancia que lo
separa de Dios es inconmensurable.
Espíritu
puro, espíritu creado, así se presenta pues a nuestras meditaciones
la naturaleza angélica.
Los Ángeles esperan ansiosos recibir una misión del Padre celestial |
Como
espíritu puro, se nos ofrece con un carácter de unidad, de
sencillez, de fijeza, y, al mismo tiempo, con cualidades de
sencillez, de clarividencia, de vigor y de energía. - Es como el
diamante, permeable a la luz, y al mismo tiempo intratable al acero y
a todo disolvente; porque, allí donde no hay composición de
sustancia, no hay disolución posible. Es comparado muy a propósito
al fuego más sutil, que penetra por todas partes, y al que nada
resiste. Es más rápido que el espíritu de las tempestades, que la
electricidad misma, y para él las distancias, no cuentan. Es todo
ojos, como esos animales misteriosos bajo el símbolo de los cuales
el profeta Ezequiel nos representa a los mensajeros divinos. Puede,
de un momento a otro, poner en movimiento el cielo y la tierra, como
se desprende de varios pasajes del Apocalipsis. Todas estas
propiedades maravillosas son las consecuencias de la espiritualidad
de esta naturaleza.
"Y vi caer una estrella del cielo" |
Como
espíritu creado, se nos presenta como esencialmente acotado y
limitado: limitado en su esencia, limitado en su potencia, limitado
en el campo de sus operaciones. Probaremos más tarde, en la medida
de lo posible determinar estos límites, en los cuales se despliega
la energía espléndida de los ángeles. Por el momento estudiemos
sus facultades. (1)
Para ver el video "Naturaleza Angélica" del libro "El Mundo de los Espíritus" del R. P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, dar clic en la siguiente figura:
VIDEO:
BIBLIOGRAFÍA:
- R. P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec approbation des Supérieurs de la Congrégation olivétaine
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