DE COMO PODEMOS, Y DEBEMOS SOCORRER LOS VIVOS A LOS DIFUNTOS
Meditación
3 del Padre Jesuita Martín de Roa
1
Considerar, como esta santa, y loable costumbre que tiene nuestra
madre la Iglesia de ofrecer oraciones, sacrificios, y penitencias
por las almas del Purgatorio fue enseñada por el Espíritu Santo en
la Sagrada Escritura; ejercitada por los Apóstoles, por los Padres
antiguos, y confirmada por los Santos Concilios: y que una de las
mayores excelencias, y ventajas que tenemos los fieles, es poder
ayudar, y favorecer con los sacrificios, y buenas obras que hacemos,
a los vivos, a los difuntos, a imitación de Cristo nuestro Señor
cabeza de la Iglesia, y nuestra, que no solamente hizo bien a los
vivos, dando vista a los ciegos, salud a los enfermos, luz a todos de
su salvación, sino también resucitando a los muertos, y
ofreciéndose en sacrificio a su eterno Padre por los unos, y por los
otros, y después de muerto bajo al Limbo, y sacó de allí las almas
de los Santos Padres, y también las del Purgatorio, y ahora en el
Cielo esta ofreciendo a su Padre los merecimientos de su vida, y
muerte por los vivos, y por los muertos.
2
Como los vivos, y los difuntos que partieron de esta vida en gracia,
y caridad, todos somos por ella miembros vivos de un cuerpo místico,
cuya cabeza es Cristo nuestro Señor, y bien así como los miembros
del cuerpo humano, unos se favorecen a otros cuando tienen necesidad:
el brazo defiende la cabeza, la mano cura en brazo, los ojos guían
los pies, los pies sustentan a los demás, y la cabeza gobierna a
todos, de manera, que los unos ayudan a los otros como hermandad:
así los miembros de la Iglesia se comunican, y favorecen entre sí,
los del Cielo, los de la tierra, los del Purgatorio. Los del Cielo
ruegan, y alcanzan de nuestro Señor muchas cosas, para los que viven
en el mundo, y para los que padecen en el Purgatorio: los vivos se
encomiendan en la intercesión de los del Cielo, y ofrecen oraciones,
y sacrificios no solo unos por otros, sino también por los difuntos
del Purgatorio; y estos hacen también oración por los vivos, porque
todos están unidos en Caridad, cuya ley obliga a socorrerse, y
ayudarse los unos a los otros, según lo que cada uno puede, o tiene
necesidad.
Iglesia orante: en el Cielo, en el Purgatorio y en la Tierra |
3
Como la Iglesia, aunque tiene tanto cuidado de los vivos encomendando
a Dios sus necesidades así corporales, como espirituales,
proveyéndoles de los remedios saludables de los Sacramentos en la
enfermedades del cuerpo, y alma; enseñándolos, y encaminándolos a
su salvación; muy en particular, y con más tierno afecto acude a
los difuntos, a la manera que las madres piadosas, aunque quieran
bien, regalen, y suplan lo que todos sus hijos han menester, con
todo eso con más ternura, y compasión acuden a los más
necesitados, al pobre, al enfermo, al lisiado, a los que no pueden
valerse por sí, así nuestra madre la Iglesia, aunque por todos sus
hijos los fieles ofrecen oraciones, y sacrificios, muy especialmente
muestra su piedad, y devoción por los difuntos, rezando oficio
propio de ellos, Misas de Requiem, aniversarios, etc. y en todas las
Misas, que se dicen, les tiene señalado lugar en que el Sacerdote
con reposo los encomiende a nuestro Señor, y determinada parte de
satisfacción, que les pertenece, y nadie puede quitársela: sin que
en esto defrauden en nada a aquellos, por quien se dicen.
Su liberación con Misas de Requiem, Aniversario, etc. |
4
Que no solamente debemos esta compasión, y socorros a nuestros
padres, hermanos, parientes, amigos, y conocidos, sino a todos los
que están en Purgatorio, por más extraños que sean; aunque no los
hayamos visto, ni oído: porque por el mismo caso, que están allí,
están en gracia, y amistad de Dios, confirmados en ella: son hijos
de Dios, y hermanos nuestros, que nos aman de verdad, y debemos
corresponderles, etc.
De
esta meditación podrá sacarse entrañable reconocimiento a Dios
nuestro Señor, y a la grandeza de su misericordia, que vivos, y
muertos nos favorece: y enseñó a su Iglesia que hiciese lo mismo,
dando sepultura a nuestros cuerpos, para que no les hiciesen ofensa
las bestias, y satisfaciendo con sus sacrificios, y oraciones
nuestras Deudas, para que nos libremos de las penas del Purgatorio.
|
De
mas de esto debemos sacar un cordial amor, y estima del bien grande
que tenemos en nuestra madre la Iglesia, que con tan grande, y
continua piedad, y cuidado socorre nuestras necesidades en esta vida,
y en la otra, y animarnos a imitarla.
Para
ver el video de la Meditación 3 del Padre Jesuita
martín de Roa: “De como podemos, y debemos socorrer los vivos a
los difuntos”, dar clic en la siguiente imagen:
VIDEO:
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BIBLIOGRAFÍA
De
Roa, Martín. Padre Jesuita. Estado de las Almas de Purgatorio.
Andalucía, Sevilla. pp. 160-163. Año 1619.
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