EN
QUE DIFIEREN LOS ÁNGELES Y LOS DEMONIOS
Es
necesario buscar la diferencia entre estas dos categorías de
espíritus en el punto de partida de sus operaciones respectivas,
como también en el fin que persiguen.
Los
ángeles buenos permanecen unidos a Dios, que es el principio
illuminador de su inteligencia, y el principio directivo de sus
operaciones al mismo tiempo que el fin donde termina toda su
actividad. Los segundos no reciben ninguna iluminación de Dios; y,
teniendo en él su actividad como toda criatura (Dios les da a todos
los seres un movimiento, bueno en sí mismo, que pueden abusar, sin
el cual no podrían moverse), van en contra de el plan divino que
tratan de trastornar sin poder conseguirlo.
Se
desprenden de esta antítesis importantes consecuencias.
Los
buenos ángeles son luz; Los demonios son la oscuridad.
Los
primeros conocen las vías de Dios en el orden sobrenatural: aunque
Dios se haya reservado ciertos secretos que permanecen impenetrables
a los propios ángeles, los inicia en una medida más o menos grande
en los misterios que conciernen al establecimiento de su reino aquí
abajo, la propagación de la Iglesia, la salvación de las almas. Los
ángeles buenos, que permanecen fielmente en el orden del plan
divino, son los dispensadores y los ejecutores; sus caminos están de
acuerdo en todo y en todas partes con los caminos de Dios, que son
misericordia y verdad.
Los
demonios son por su pecado absolutamente e irrevocablemente excluidos
del orden de la gracia. Como consecuencia los misterios de la vida y
de las operaciones sobrenaturales son para ellos un libro
completamente sellado. Y aquí que se comprenda bien nuestro
pensamiento. Las cosas de la gracia, siendo de orden divina, están
por encima del entendimiento de todo espíritu creado; ni siquiera un
ángel bueno, reducido a sus facultades naturales, podría penetrar
en ellas. Pero entre los demonios, espíritus rebeldes y caídos,
hay más que impotencia para comprender los misterios del orden
sobrenatural; manifiestan oposición para aprovecharlas. La
disposición esencial, que prepara a la criatura inteligente para
recibir comunicación es la humildad, es el reconocimiento de su
nada. Pero el espíritu caído, el diablo, es un espíritu de
orgullo; hay en él una contradicción violenta a todo lo que
corresponde a la gracia. Esta ignorancia unida a la contradicción
obliga al diablo a estar siempre en guerra contra Dios, su Cristo y
sus santos; ella obscurece esta inteligencia tan sutil hasta hacerle
siniestra y torpe.
Iluminados
por Dios y permaneciendo en su justicia, los ángeles buenos tienen
de él una superioridad sobre los malos. Así como la calidad del ser
espiritual otorga a aquellos que la poseen una superioridad
inalienable sobre el ser puramente material; asimismo, la condición
de justo confiere a quien está revestido con un derecho de
dominación sobre el que es injusto. Es un axioma favorito de san
Augustín que la inteligencia descarriada, el espíritu desertor y
pecador como el dice, necesariamente cae en la dependencia de la
inteligencia que permanece recta y el espíritu que permanece fiel.
Los ángeles buenos, mucho más las mismas almas santas, ejercen una
dominación sobre los demonios; es la verdad consoladora.
Por
parte de los ángeles buenos, esta dominación consiste en el hecho
de que contienen el esfuerzo de los espíritus de las tinieblas,
reprimen su audacia y los obligan a confinarse dentro de los límites
que el dedo de Dios les ha trazado; en eso, incluso en aquellos
límites donde su maligna influencia puede desplegarse, ellos ponen
todo en el orden de la impenetrable justicia de Dios. Nunca debemos
olvidar que no todo está permitido al diablo; y donde Dios le
permite mostrar su poder, él trabaja contra su intención de la
glorificación final de Jesucristo y su Iglesia. Velar por que el
espíritu malo no salga del marco donde su acción es limitada,
proporcionar la justificación de la Providencia de Dios por las
mismas crisis que provoca, es el oficio de los ángeles buenos. Que
nos baste con recordar a san Miguel evitando que el diablo revele a
los Hebreos el cuerpo de Moisés, y a san Rafael atando a Asmodeo el
demonio impuro. Estos dos hechos bíblicos establecen la supremacía
de los ángeles buenos sobre los malos.
Las
almas santas también dominan, por el esplendor de justicia divina
con que están revestidas, al diablo y sus secuaces. Vemos en cada
momento, en la vida de los santos, que los demonios tiemblan ante
ellos, e incluso huyen ante su presencia. No obstante hay que
observar que los santos, como hombres, son inferiores a los demonios
como espíritus angélicos; y que, llevando una carne pecadora, de
este lado son accesibles a la influencia de los demonios, y en cierto
modo justiciables de los demonios. Ellos no pueden decir
definitivamente lo que Nuestro Señor afirmaba de sí mismo: el
príncipe de este mundo vino y no tiene nada en mí que le
pertenezca. Esto es lo que explica el poder que el diablo puede tener
para atormentarlos, de abofetear como abofetea a san Pablo. Sea lo
que sea, por su alma son superiores a él, le dominan, le asustan.
Atado
por el poder de los ángeles buenos, controlado por las almas santas,
el diablo se vuelve a meter en el pecador que le es dado como pasto,
siguiendo la expresión enérgica, de san Augustin: Datus est
diabolo in cibum peccator. Aquí los demonios tienen plena
dominación. Superiores al pecador en su naturaleza, lo poseen por
derecho de conquista y de abdicación consentida. Nos contentamos con
establecer los principios aquí . Resumamoslos brevemente.
Igual
a los santos ángeles por naturaleza, conservando su modo de
operación totalmente espiritual, los demonios permanecen
irrevocablemente bajo el dominio de los espíritus bienaventurados,
en virtud de este decreto de la justicia eterna que quiere que el
espíritu injusto y rebelde sea controlado y gobernado por el
espíritu justo y fiel. (1)
Para
leer, imprimir o descargar el archivo pdf de:
“En qué difieren los ángeles de los demonios”, del R. P.
Dom Bernard-Marie Marechaux, dar clic en el siguiente enlace:
Para
ver el video de: “En qué difieren los ángeles de
los demonios”, del R. P. Dom Bernard-Marie Marechaux, dar clic
en la siguiente figura:
VIDEO:
BIBLIOGRAFÍA:
- R. P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec approbation des Supérieurs de la Congrégation olivétaine
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