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jueves, 17 de abril de 2014

"De las Penas del Infierno". Prédica de Fray Luis de Granada.

Prédica:

"De las penas del Infierno"

Fray Luis de Granada



Bastaba la menor parte deste galardón para mover nuestros corazones a mucho más aún de lo que nos manda Dios. ¿Pues qué será si con la grandeza desta gloria juntamos también la grandeza de la pena que está a los malos aparejada? Porque no se puede aquí el malo consolar diciendo: «Si fuere malo, todo lo hace no ir a gozar de Dios; en lo demás no tendré pena ni gloria; no me queda qué padecer.» No es así, sino que forzadamente nos ha de caber unas destas dos suertes tan desiguales, que o habemos de ser compañeros de los ángeles, o compañeros de los demonios; o habemos de reinar para siempre con Dios, o arder para siempre en el infierno. Porque no se da medio entre estos dos extremos, excepto el purgatorio. Éstos son en figura aquellas dos canastas que mostró Dios al profeta Jeremías ante las puertas del templo: la una llena de higos buenos, y en gran manera buenos, y la otra de higos malos, y tan malos, que por ninguna vía se podían comer de malos. Las cuales significan dos diferencias de personas: unas, con que Dios ha de usar de misericordia, que son todos los escogidos; y otras, con quien ha de usar de justicia, que son todos los reprobados. Y la suerte de los unos es tan dichosa, y la de los otros tan desdichada, que ningún linaje de palabras basta para explicar la grandeza destos dos extremos tan distantes. Porque, dejadas aparte las otras consideraciones, la suerte de los buenos es un bien universal en quien están todos los bienes, y por el contrario, la de los malos un mal universal que abraza y comprende en sí todos los males.



¿Cielo o Infierno?





Para lo cual es de saber que todos los males desta vida son males particulares. Y por eso no atormentan generalmente todos nuestros sentidos, sino uno solo, o algunos. Y poniendo ahora ejemplo en las enfermedades corporales, vemos que hay un mal de ojos, otro de oídos, otro de corazón, otro de estómago, otro de vientre, y así otros desta cualidad. Ninguno destos males es universal de todos los miembros, sino particular de alguno dellos. Y con todo esto, vemos la pena que da un solo mal de éstos, y la mala noche que pasa un doliente con cualquiera dellos, aunque no sea más que un dolor de un diente o de una muela. Pues pongamos ahora caso que algún hombre estuviese padeciendo un mal tan universal, que no le dejase miembro, ni sentido, ni coyuntura sin su propio tormento, sino que en un mismo tiempo estuviese padeciendo agudísimos dolores en la cabeza y en los ojos y en los oídos y en los dientes y en el estómago y en el hígado y en el corazón, y, por abreviar, en todos los otros miembros y coyunturas de su cuerpo, y que así estuviese tendido en una cama, cociéndose en estos dolores y teniendo para cada uno de los miembros su propio verdugo. El que desta manera estuviese penando, ¿qué tan grande trabajo te parece que pasaría, o qué cosa podría ser más miserable y más para haber piedad? A un perro de la calle que vieses desta manera penar, te pondría lástima y compasión. Pues esto es, hermano mío, si alguna comparación se puede hacer, lo que no por una noche, sino eternalmente se padece en aquel malaventurado lugar.



Penas eternas


Porque así como los malos, con todos sus miembros y sentidos ofendieron a Dios, y de todos hicieron armas para servir al pecado, así ordenará él que todos sean allí atormentados y que cada uno dellos pene con su propio tormento. Allí, pues, los ojos deshonestos y carnales serán atormentados con la visión horrible de los demonios; los oídos, con la confusión de las voces y gemidos que allí sonarán; las narices, con el hedor intolerable de aquel sucio lugar; el gusto, con rabiosísima hambre y sed; el tacto y todos los miembros del cuerpo, con frío y fuego incomportable; la imaginación padecerá con la aprehensión de los dolores presentes, la memoria con la recordación de los placeres pasados, el entendimiento con la consideración de los bienes perdidos y de los males advenideros.


Tormentos particulares


Esta muchedumbre de penas nos significa la escritura divina cuando dice que en el infierno habrá hambre, sed y llanto, y crujir de dientes, y cuchillo dos veces agudo, y espíritus criados para venganza, y serpientes, y gusanos, y escorpiones, y martillos, y ascensios, y agua de hiel, y espíritu de tempestad, y otras cosas semejantes, por las cuales se nos figura la muchedumbre y terribleza espantosa de los tormentos de aquel lugar. Allí también habrá aquellas tinieblas interiores y exteriores para cuerpos y ánimas, muy más oscuras que las de Egipto, que se podían palpar con las manos. Allí habrá fuego, y no como el de acá, que atormenta poco y acaba presto, sino como conviene para aquel lugar, que atormente mucho y nunca acabe de atormentar.



Lugar de llanto y crujir de huesos



Pues si esto es verdad, ¿cómo se compadece que, los que esto creen y confiesan, vivan con tan extraño descuido? ¿A qué trabajos no se pondría un hombre por excusar un solo día, y una hora que fuese, del menor destos tormentos? ¿Pues cómo por evitar una eternidad de males, y tan grandes males, no se ponen a un tan pequeño trabajo como es el de la virtud? Cosa es ésta para sacar de juicio a quien profundamente la considerase.



O la Cruz en este mundo
 o el Infierno en el otro



Y si entre tanta muchedumbre de penas hubiese alguna esperanza de término o de alivio, aun sería esto alguna manera de consuelo. Mas no es así, sino que de todo en todo están allí cerradas las puertas a todo género de alivio y de esperanza. En todas cuantas maneras de trabajos hay en esta vida, siempre queda algún resquicio por donde pueda recibir el que padece algún linaje de consuelo. Unas veces la razón, otras el tiempo, otras los amigos, otras la  compañía del mal de muchos, otras a lo menos la esperanza del fin, consuelan al que padece. Mas en sólo este mal están de tal manera cerrados todos los caminos y tomados todos los puertos de consolación, que de ninguna parte pueden los miserables esperar remedio: ni del cielo, ni de la tierra, ni de lo pasado, ni de lo presente, ni de lo venidero, ni de otra alguna parte, sino de todas parece que les tiran saetas, y que todas las criaturas han conjurado contra ellos, y ellos mismos son crueles contra sí.


Éste es aquel aprieto de que se quejan los malaventurados por el profeta diciendo: «Cercádome han dolores de muerte, y dolores de infierno me han cercado», porque a cualquier parte que vuelvan y revuelvan los ojos, siempre ven causas de dolores, y ninguna de consolación. «Entraron -dice el evangelista- las vírgenes que estaban apercibidas al palacio del esposo, y luego se cerró la puerta.» ¡Oh cerradura perpetua, oh clausura inmortal, oh puerta de todos los bienes, que nunca te abrirás jamás! Como si más claramente dijera: Cerrada está la puerta del perdón, de la misericordia, del consuelo, de la intercesión, de la esperanza, de la gracia, del merecimiento, y de todos los bienes. Seis días no más se coge el maná, y al séptimo día, que es el sábado, no se halla, y por eso ayunará para siempre quien con tiempo no se proveyó. «Por temor del frío -dice el Sabio- no quiso arar el perezoso, y por esto andará a mendigar en el verano, y no le darán.» Y en otro lugar: «El que allega en el verano es hijo discreto, y el que entonces se echa a dormir, hijo de confusión.»


El rico Epulón y el pobre Lázaro



¿Qué mayor confusión que la que padece aquel miserable rico avariento, el cual, con las migajuelas de pan que se le caían de la mesa pudiera comprar la hartura del cielo, y que, por no haber querido dar esta poquedad viniese a tal extremo de pobreza, que pidiese y pida para siempre una sola gota de agua, y no se la den? ¿A quién no mueve aquella petición del malaventurado que dice: «Padre Abrahán, ten compasión de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta del dedo en agua y me toque en la lengua, porque me atormenta esta llama» ¿Qué más escasa petición se pudiera pedir que ésta? No se atrevió a pedir un solo jarro de agua, ni aun siquiera que mojase toda la mano en agua, y lo que más es de maravillar, ni aun todo el dedo, sino sólo la punta del dedo, para tocarle la lengua, y aun esto no se le concedió. Por donde verás cuán cerrada está la puerta de todo consuelo, y cuán universal es aquel entredicho y descomunión que está puesta a los malos, pues aun esto no se alcanza. De suerte que a doquiera que volvieren los ojos, a doquiera que extendieren las manos, ningún consuelo hallarán, por pequeño que sea. Y así como el que se está ahogando en la mar, sumido ya debajo las aguas, que no halla sobre qué hacer pie, y tiende muchas veces las manos a todas partes en vano porque todo lo que aprieta es agua líquida y deleznable que le burla y engaña, así acaecerá allí a los malaventurados cuando estén ahogándose en aquel piélago de tantas miserias, agonizando y batallando siempre con la muerte, sin tener arrimo ni consuelo sobre que puedan estribar.




Ésta es, pues, la mayor de las penas que en aquel malaventurado lugar se padecen. Porque si estas penas hubieran de durar por algún tiempo limitado, aunque fuera mil años, o cien mil años, o cien mil millones de años, aun esto fuera algún linaje de consuelo, porque ninguna cosa es cumplidamente grande si tiene fin. Mas no es así, sino que sus penas compiten con la eternidad de Dios, y la duración de su miseria con la duración de la divina gloria. En cuanto Dios viviere, ellos morirán, y cuando Dios dejare de ser el que es, dejarán ellos de ser lo que son. ¡Oh vida mortífera, oh muerte inmortal! No sé cómo te llame, si vida, si muerte. Si eres vida, ¿cómo matas? Y si eres muerte, ¿cómo duras? Ni te llamaré lo uno ni lo otro, porque en lo uno y en lo otro hay algo de bien. En la vida hay descanso, y en la muerte término, que es grande alivio de los trabajos. Tú ni tienes descanso ni término. Pues, ¿qué eres? Eres lo malo de la vida y lo malo de la muerte, porque de la muerte tienes el tormento sin el término, y de la vida la duración sin el descanso. Despojó Dios a la vida y a la muerte de lo bueno que tenían, y puso en ti lo que restaba, para castigo de los malos. ¡Oh amarga composición, oh purga desabrida del cáliz del Señor, del cual beberán todos los pecadores de la tierra!


El Infierno de los Condenados


Pues en esta duración, en esta eternidad querría yo, hermano mío, que hincases un poco los ojos de la consideración, y que como animal limpio rumiases ahora este paso dentro de ti. Y para que mejor esto hagas, ponte a considerar el trabajo que pasa un enfermo en una mala noche, especialmente si le aqueja algún grande dolor o alguna enfermedad aguda. Mira qué de vuelcos da en aquella cama, qué desasosiego tiene consigo, qué tan larga le parece aquella noche, qué hace de contar las horas del reloj, y cuán grande le parece cada una. Y todo se le va en desear la luz de la mañana, que tan poca parte ha de ser para curar su mal, pues si éste se tiene por tan grande trabajo, ¿cuál será el de aquella noche eterna que no tiene mañana ni espera el alba del día? ¡Oh oscuridad profunda, oh noche perpetua, oh noche maldita por boca de Dios y de sus santos, que deseas la luz y no la verás, ni el resplandor de la mañana que se levanta! Pues mira ahora qué linaje de tormento sea vivir para siempre en tal noche como ésta, acostado, no en una cama blanda como lo está un doliente, sino en un horno de llamas tan terribles. ¿Qué espaldas bastarán para sufrir estos ardores? ¿Qué corazón no se despedazará con la continuación deste tormento? «¿Quién de vosotros -dice Dios por su profeta- podrá morar con aquel fuego tragador y hacer vida con aquellos ardores eternos? ¡Oh cosa para temer! Si sólo poner la punta del dedo sobre un ascua por espacio de sola un avemaría parece cosa intolerable, ¿qué será estar en cuerpo y en anima ardiendo en aquellos fuegos tan vivos, que los desta vida, comparados con ellos, no son más que pintados? ¿Hay juicio en la tierra? ¿Tienen seso los hombres? ¿Entienden qué quieren decir estas palabras? ¿Creen que esto es fábula de poetas? ¿Piensan que esto les toca a ellos, o que se dice por otros?» Nada desto ha lugar que se diga, pues clama en su evangelio aquella eterna Verdad diciendo: «El cielo y la tierra faltarán, mas mis palabras no faltarán.



El Reino de las Tinieblas

El siguiente video contiene toda la prédica anterior: "De las Penas del Infierno"
 VIDEO

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