PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO, FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO
Artículo 4 del Credo, explicado por Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia Católica
Jesucristo,
el Verbo Encarnado de Dios, padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado.
Había
una necesidad muy grande que Jesucristo, el Cordero de Dios,
padeciera por la humanidad de todos los tiempos. Desde la eternidad
Dios veía que todos los que morían descendían al infierno, se
compadeció y envió a su único Hijo para encarnarse en la Virgen
María y con su sacrificio en la Cruz nos redimiera y nos
reconciliara con Él. Jesucristo aceptó el sacrificio que le pedía
el Padre Celestial como remedio de nuestros pecados y como modelo de
nuestros actos.
Los
judíos mataron a Jesucristo en su humanidad, pero no pudieron matar
la divinidad. La divinidad de Jesús no abandonó nunca su sagrado
Cuerpo, pues cuando el Verbo Eterno o Hijo de Dios bajó del cielo y
se encarnó en la Virgen, la unión o hipóstasis de la divinidad con
el alma de Jesús y el cuerpo formado de la Virgen fue completa
y para siempre, Dios se hizo Hombre, sin dejar de ser Dios. La
divinidad permaneció unida a su Cuerpo en el sepulcro y la divinidad
permaneció unida a su alma al descender a los infiernos. Además
Jesucristo, como Dios, esta en todas partes con el Padre Celestial y
El Espíritu Santo. Por eso decimos que los judíos mataron a
Jesucristo en su Humanidad y lo que hicieron con Él es como si se lo
hubieran hecho a Dios, por eso los judíos fueron castigados como si
hubieran matado a la divinidad misma.
¿Qué quieren que haga con este hombre?... ¡Crucificale! |
Destrucción de Jerusalén por el futuro Emperador Tito. |
El
sacrificio de Jesucristo en la Cruz nos sirve como remedio de
nuestros males. El hombre al pecar incurre en cinco males:
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El hombre cuando peca mancha su alma. El pecado deforma nuestras almas y las mancha, de tal manera que si pudiéramos ver nuestras almas con nuestros pecados, las veríamos horribles. Pero eso lo hace desaparecer la pasión de Cristo, su sangre derramada lava nuestras almas, dejándolas bellísimas, tal como es un alma sin pecado.
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Dios ama la belleza espiritual y el alma que se mancha por el pecado se hace enemiga de Dios. Pero eso lo borra Jesucristo con su Pasión y nos reconcilia con el Padre Celestial.
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El pecado debilita nuestras almas y nos inclinamos más a pecar después del primer pecado. De tal manera que un pecador no puede dejar de seguir pecando sin la gracia de Dios. Pero, Dios derrama su gracia sobre el hombre que frecuenta los sacramentos instituidos por Jesucristo. Con ayuda de la gracia divina es suficiente para que el hombre se mantenga sin pecados mortales.
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Al pecar merecemos una pena o castigo y la culpa del pecado mortal es infinita por haber ofendido a Dios cuya majestad es infinita. Pero Cristo nos levanta esa pena y los méritos infinitos de Jesucristo sirven para perdonar innumerables pecados y lavar innumerables almas, tantas veces lo necesiten recurriendo a los sacramentos. Por eso las almas de los bautizados quedan limpias de todo pecado y los sacerdotes perdonan los pecados con la sangre de Cristo.
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Al ser Dios ofendido por el pecado no somos merecedores del Cielo empíreo. Antes del sacrificio de Jesucristo en la Cruz toda la humanidad moría e iba al infierno. Adán es expulsado del paraíso terrenal y las puertas del cielo fueron cerradas para él y todos sus descendientes. Cristo con su dolorosa Pasión nos reconcilia con el Padre Celestial, la debilidad fue suprimida, la pena fue expiada, los desterrados pueden ir al cielo.
Jesucristo,
con su Pasión, es modelo para todos nosotros. Ningún hombre ha
sufrido más que nuestro Señor Jesucristo. Hay hombres que han
sufrido mucho, si no tuvieran el ejemplo de Cristo se desesperarían,
pecarían e irían al infierno. Pero, Jesucristo es ejemplo de toda
virtud: caridad, paciencia, humildad, obediencia y desprecio de las
cosas terrenas. Basta acordarse de Él pendiente en la Cruz... sin
Cristo no hay salvación para ningún hombre y por Él van al cielo
todos los que deseen seguirlo en el camino de los sufrimientos y la
virtud.
¡Nadie ha sufrido tanto como Jesucristo! es modelo de nuestros actos |
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Aquino del Artículo 4 del Credo de los Apóstoles: "Padeció
bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado",
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del Artículo 4 del Credo de los Apóstoles: "Padeció bajo
el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado",
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