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martes, 31 de octubre de 2017

"De la eternidad del infierno". Meditación 27 de San Alfonso María de Ligorio.

DE LA ETERNIDAD DEL INFIERNO


San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia




San Alfonso María de Ligorio nos dice en su Meditación 27: "De la eternidad del infierno", de la duración del infierno de los condenados por siempre, sin terminar jamás. Los dolores que se padecen en este mundo no son nada comparados con los causados por los suplicios infernales, aquí terminan después de un tiempo. En vida, incluso un placer continuado se hace insoportable si no terminara: comer, beber, oír una bella melodía, etc. En el infierno los condenados son atormentados siempre por el fuego, por los demonios y la conciencia; no tienen un instante de reposo ni obtienen lo que desean para menguar un poco su sufrimiento. Por un vil placer en este mundo el pecador obtiene tormentos sin fin en un lugar espantoso. Han perdido a Dios para siempre, el amor de Dios y su presencia están ausentes para el condenado, este será su mayor suplicio. Los santos están temerosos en esta vida porque saben que si se condenan no verán a Dios nunca, lo odiaran y no amaran más a Dios tan bondadoso.



Siempre, siempre...una eternidad. Estarán ahí
 por  siempre, por un vil placer de unos instantes
 cambiaron  una eternidad de dicha con Dios.




El condenado en el infierno no saldrá de ahí jamás, estará en los abismos infernales sufriendo por toda la eternidad. Por haber despreciado a un Dios de majestad infinita la duración de sus tormentos será también infinita. El pecado de un instante es una ofensa grandísima a la Majestad infinita de Dios. Aún, en esta tierra hay condenas perpetuas para los criminales que han matado a alguien en unos instantes. Justo es que el pecador sufra por siempre por ofender y rechazar a todo un Dios de Majestad infinita, no es capaz de soportar pena infinita por lo tanto será infinita su duración, será castigado por sus culpas sin poder jamás expiarlas. El condenado jamás podrá arrepentirse de sus pecados, si lo pudiera hacer Dios lo perdonaría; puede clamar y pedir que lo liberen de sus suplicios porque son dolorosos, más no tiene el arrepentimiento de sus pecados que es lo que podría ayudarlo. Murió con pecados mortales y así se queda su voluntad pecadora, murió pecando y seguirá con esa sed insaciable de pecar.



Fueron despiadados con sus víctimas
 en  vida por un corto tiempo. El demonio
 es peor con ellos,  hasta que Dios calme los
 ímpetus  de Satanás.  Infierno...
por siempre.




Los condenados en el infierno buscarán la muerte y no la hallarán, estarán continuamente muriendo sin morir. Un asesino será despedazado lentamente con cuchillas por los demonios hasta que no quede más que una masa informe de él, más será regenerado su cuerpo para empezar el mismo suplicio otra vez... gritará y suplicará para que dejen de atormentarlo, más nadie se compadecerá. El demonio lo odia y busca hacer sufrir a Dios con el sufrimiento del condenado, Dios no lo ama más y el infeliz condenado es tratado con justicia, en castigo por sus pecados, no más que lo que Dios permita. Si está ahí desde los primeros tiempos, después de que Dios creo al hombre, su infierno apenas comienza... siempre, siempre, por toda la eternidad.




No pueden purgar sus pecados, siempre serán castigados así,
 hasta que después del juicio final los demonios y condenados
 reposen en  el lago de fuego, sin poder moverse,  por toda
 la eternidad.




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VIDEO:



lunes, 30 de octubre de 2017

"De las penas del infierno". Meditación 26 de San Alfonso María de Ligorio.

DE LAS PENAS DEL INFIERNO


San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia




San Alfonso María de Ligorio nos habla en su Meditación 26 acerca del castigo que recibe el pecador en el infierno: la pena de daño y la pena de sentido. La pena de daño es aquella de mayor sufrimiento para el pecador: por haber abandonado a Dios, olvidándose de darle gloria a Él por atender a las criaturas, el alma del condenado no posee más a Dios y carece para siempre de su vista. La pena de sentido son los horribles tormentos que recibe el pecador por no amar a Dios sobre todas las cosas, por atender a las criaturas primero que a Dios el pecador será atormentado por ellas.



El tormento físico de ellos no es el mayor sufrimiento,
  el más grande es la ausencia de Dios en ellos.



Es de fe que hay infierno, lugar de tormentos sin fin en la que los sentidos de los condenados se han agudizado para mayor sufrimiento. El pecador que haya pecado más con algunos sentidos será más gravemente atormentado con ellos. La vista padecerá el tormento de las tinieblas, el fuego que hay en el infierno abrasa pero no alumbra; el humo que despedirá dicha hoguera formará espesa nube tenebrosa que cegará a los réprobos; no hay ahí mayor claridad que la necesaria para ver a los otros condenados y a los horribles demonios, haciendo más terrible su desdicha.



Serán atormentados mayormente en los sentidos
 con los que más pecaron. Lo más triste es que
 no pueden hacer nada para cambiar tan
terrible castigo por toda la  eternidad.



El olfato del réprobo sufrirá el tormento de oler los millones y millones de cuerpos hediondos de los demás condenados. Mucho más penarán por la fetidez asquerosa, sin duda, por los espantosos gritos y lamentos de aquella muchedumbre de atormentados y por la estrechez en que se encuentran amontonados como uvas prensadas en el lagar de la ira de Dios.

El oído será atormentado al oír los pavorosos gritos de los desesperados réprobos que buscan desahogar su intenso sufrimiento en esa forma y por el gran estruendo que harán millones y millones de demonios atormentando a los infelices condenados. Los réprobos del infierno oirán durante toda la eternidad los horribles aullidos y gritos de demonios y demás condenados, sin poder encontrar alivio a ese suplicio.

La gula será castigada por una hambre devoradora, los condenados buscarán saciarse con algo para comer pero no encontrarán ahí ni un solo pedazo de pan. Sufrirán una sed abrasadora, que no se apagaría ni tomando toda el agua de toda la tierra o de la que Dios tiene reservada. El rico Epulón seguirá pidiendo aunque sea esa sola gota de agua para refrescar su garganta y no la obtendrá jamás.



Saciaron sus cuerpos con los vicios  y realizaron
 muchas  iniquidades, olvidándose de Dios  y su justicia.


Epulón jamás conseguirá esa gota de
  agua para refrescar su garganta, porque
 no compartió nada con el pobre Lázaro.



El tacto será atormentado por las terribles llamas del infierno, fuego que atormenta sin consumir. El condenado estará rodeado de llamas por todos lados, será sumergido en el fuego como pez en el agua, el fuego penetrará hasta lo mas profundo del condenado para atormentarlo. Todos los órganos de réprobo arderán por las llamas del infierno, el voluptuoso sentirá que todo su cuerpo ardiendo hace más abrasadoras las llamas infernales que ha de padecer. Fuego abrasador en un instante y terrible hielo en el siguiente, alternándose para que más padezca el condenado.




Sumergidos en el fuego. Fuego
 que  atormenta pero no consume.



También padecen el tormento del terrible hielo,
frío comparado con las más bajas temperaturas
 que  hay en el universo.





El alma del condenado también sufrirá en sus potencias: memoria, entendimiento y voluntad. El recuerdo de lo poco que debía hacer para salvarse, el entendimiento por haber perdido el gran bien de Dios y su cielo, su voluntad al serle negado todo lo que pide.



El gusano de la conciencia.


Perdió a Dios y su cielo.  Pudo haber hecho tan poco para
 salvarse y ya es demasiado tarde para remediar sus males.




La pena de daño es la de carecer el alma y el cuerpo de Dios. En vida hasta los más pecadores tienen consuelos de Dios en su alma, ese bienestar en el alma solo lo da Dios. Si Dios abandonase por completo el cuerpo y alma de algún desgraciado en vida, ese infeliz sentiría un espantoso vacío en su alma que lo orillaría a buscar la muerte para no sentirse así. En el infierno, el condenado carece por completo de Dios, no tiene el amor de Dios en él, en su lugar un odio grandísimo a Dios y a todas sus criaturas, a si mismo, a los demás condenados, al lugar en donde se encuentra, al horrible tormento que padece y al demonio por malvado; odio horrible a Dios y a todo lo creado por Él, tremenda desdicha del réprobo. Si los condenados en el infierno tuvieran la dicha de ver a Dios su infierno no sería más infierno, lo padecerían sin quejarse por gozar de la vista de Dios. Pero, no verán a Dios nunca, por toda la eternidad.



Dios ya no lo ama más. El vacío en su
alma por la ausencia de Dios  y el pecado
con el que murió hace que odie a Dios y
a todas sus criaturas.



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VIDEO:




jueves, 26 de octubre de 2017

"La Divinidad y el Decreto de la Creación". Revelación de la VenerableSor María de Jesús de Ágreda

LA DIVINIDAD Y DECRETO DE LA CREACIÓN


Revelación de la Venerable Madre Sor María de Jesús de Ágreda




La trinidad se vio magnifica en sus divinas perfecciones y atributos, con la propensión e inefable inclinación a comunicarse fuera de sí. Vio que tan suma bondad era convenientísimo en su equidad, y como debido y forzoso, comunicarse, para obrar según su inclinación comunicativa y ejercer su liberalidad y misericordia, distribuyendo fuera de sí con magnificencia la plenitud de sus infinitos tesoros encerrados en la divinidad... quedándose infinito como si nada diera. Los motivos para hacer toda la creación serían para la mayor gloria ad extra y exaltación de Su Majestad con la manifestación de su grandeza. Dios realizaría sus Decretos en diversos instantes.



Dios Eterno, El Anciano de los Días.



Se determinó en primer lugar que el Verbo divino tomase carne y se hiciese visible y se decretó la perfección y compostura de la humanidad santísima de Cristo nuestro Señor y quedó fabricada en la mente divina; y en segundo lugar, para los demás a su imitación, ideando la mente divina la armonía de la humana naturaleza con su adorno y compostura de cuerpo orgánico y alma para él, con sus potencias para conocer y gozar de su Criador, discerniendo entre el bien y el mal, con voluntad libre para amar al mismo Señor.



La humanidad de Cristo presente
desde antes que se creara nada.




Dios decretó los dones y gracias que se le habían de dar a la humanidad de Cristo Señor nuestro, unida con la divinidad. En ese mismo instante, como consiguiente y como en segundo lugar, pertenece el decreto y predestinación de la Madre del Verbo humanado. Antes que otra criatura, fueron ordenados, ideados y formados Cristo y su Madre. Después de tener la presencia del Verbo humanado y a su Madre, Dios decretó crear la tierra para ellos. En ese mismo instante, Dios decretó la creación del cielo para que el Verbo Humanado y su Madre lo habitaran, después de dejar la tierra, y Cristo fuese cabeza y Rey de los innumerables seres angélicos que lo poblarían. Después de ese instante, Dios decreto la formación de la raza humana para que Cristo fuese su cabeza y ellos su pueblo e irían todos al cielo a habitar en él después de un corto tiempo en la tierra. Todo fue criado por Cristo y para Cristo y por consiguiente para su Madre, como reina de todo lo creado; el capítulo octavo del libro de la sabiduría nos dice que la sabiduría estaba presente cuando Dios llamaba a la existencia a todas las criaturas, pero la Venerable Madre Sor María de Jesús de Ágreda no dice que dicha sabiduría se refiere a la presencia de Cristo y su Madre, antes de toda la creación ellos estaban ahí; los Padres de la Iglesia creían que el alma de la Virgen María había sido creada antes de la creación y solamente así explican ese capítulo de que la sabiduría jugueteaba y se embelesaba con todas las obras de Dios; en cuanto a la materia de la que estaban hechos, Dios tomó polvo de la tierra para formar a Adán y Eva, entonces separó una porción de materia purísima y la utilizó en sus obras ab eterno, antes de tener la tierra, a Adán y Eva, desde la eternidad Dios lo hizo así; Santa Matilde, Santa Gertrudis la Mayor, La Beata Ana Catalina Emmerick y la autorizada María Valtorta hablan sobre esa materia purísima con la que Dios formó la humanidad de Cristo y a su Madre Santísima, varios santos y místicos católicos revelan lo mismo. ¿Que hay de imposible para Dios? ¡Todo lo puede!.



La sabiduría estaba con Dios en todas las obras
 de la  creación divina: Se refiere a Cristo y a la
 Madre del Verbo humanado, presentes desde
 antes que se creara nada.




Dios eterno, Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios comunicándose ad intra, consigo mismo. Al primero que comunica sus divinos dones y atributos es a su Cristo, el Verbo humanado que esta ahí, con Dios, antes de que Dios llame a la existencia a toda criatura; y por consiguiente Dios forma a la Madre del Verbo humanado, Él quiere tener ahí a su Madre Santísima; en la eternidad, ambos: El Verbo humanado y su Madre están ahí participando y recreándose con las obras divinas... Todo fue creado por Cristo y para Cristo y sin el nada sería hecho.




Verbo humanado y su Madre, todo creado
por Cristo y para Cristo.




Dios tenía sus decretos divinos desde la eternidad. Si Adán y Eva no pecaran el Verbo Divino se encarnaría y se haría hombre, en forma impasible, es decir, inmortal y manifestaría su divinidad a los hijos de Adán y Eva en innumerables ocasiones; toda la humanidad iría al cielo después de habitar un tiempo en la tierra. Si Adán y Eva pecaran, como así sucedió, el Verbo Divino tomaría carne humana, en forma pasible, es decir, mortal, para redimir al género humano y solo los que siguieran su ejemplo irían al Cielo a disfrutar de una dicha grandísima en la presencia de la Santísima Trinidad. En ambos decretos Cristo es cabeza, líder de ángeles y hombres, Rey Eterno, Gran Monarca... Primero Dios y su Cristo, y después las demás criaturas que Dios llama a la existencia en diversas mórulas o instantes.



Para leer el e-book, imprimir o descargar el archivo pdf, de la Revelación escrita de la Venerable Madre Sor María de Jesús de Ágreda: "La Divinidad y Decreto de la Creación", dar clic en el siguiente enlace:





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VIDEO:



miércoles, 25 de octubre de 2017

"Sobre el juicio particular". Meditación 24 de San Alfonso María de Ligorio.

SOBRE EL JUICIO PARTICULAR

Meditación 24 de San Alfonso María de Ligorio




San Alfonso María de Ligorio nos dice en su Meditación 24: “Del juicio particular”, acerca de ese día terrible en que el moribundo fallezca y ahí mismo en el lugar donde su alma deje el cuerpo, comparezca ante nuestro Señor Jesucristo. Nuestro Señor lo juzgará como juez terrible, implacable, ya no manifestará su misericordia, en su lugar el alma siendo juzgada será tratada con justicia, de acuerdo a las buenas y malas obras que realizó en vida, de eso depende su eternidad: salvación y gloria o condenación e infierno.



Jesucristo juzga a las almas de todos los hombres
 en el mismo instante posterior a su muerte.



Iniciando el juicio del alma será abiertos dos libros: el del evangelio o cosas que debió hacer y el de la conciencia o cosas que hizo. Las riquezas, dignidad y honores que tuvo en vida no le servirán al alma para inclinar la justicia divina en su favor. Los acusadores, demonios y ángeles, se presentarán al instante para decir todo pecado mortal que el pecador haya realizado en vida; los demonios buscarán perder el alma del pecador hasta por el mínimo pecado; los ángeles dirán de toda la ayuda que recibió el pecador, de todas las inspiraciones y avisos que despreció para salvarse; la conciencia del pecador también será acusadora, los pecados clamarán en su conciencia y no abandonarán al pecador que los hizo; al último, las llagas de nuestro Señor Jesucristo también acusarán al pecador al haber sido despreciadas: por ti las permitió Dios y por ti se hicieron para salvarte. El pecador dará cuenta hasta de las miradas y de toda palabra ociosa o escandalosa que haya dicho, será juzgado según sus obras y la recompensa o castigo serán dados por el juez divino; el justo apenas se salva.




Dios permitió que el justo Job fuese probado en las
tribulaciones, para ver si así seguía siendo fiel al Señor.




La vergüenza del pecador será grande en su juicio, hasta los justos tiemblan al imaginarse frente a un juez severo, que espera que sus buenas obras superen por mucho a las malas. Nadie puede estar tranquilo en el juicio de su alma, el que lo esté se engaña falsamente: puede recibir la sentencia de condenación eterna y oír esas terribles palabras del justo juez: “Apartaos de mi malditos, al fuego eterno”. Arreglar los malos asuntos de la conciencia en vida es muestra de sabiduría del pecador, después de la muerte será demasiado tarde... en su juicio particular solo hará frente a la justicia divina, no más misericordia.



El juez divino espera que las buenas
 obras superen por mucho a las malas.



En vida, el pecador debe ser penitente, apartarse del vicio y del pecado, ofrecer la divina sangre y preciosas llagas de nuestro Señor Jesucristo a Dios para aplacar su justa ira y así obtener su misericordia. Mostrar verdadero arrepentimiento por haber ofendido a Dios por el pecado, odiar el pecado mismo para no realizarlo más y confesar todos sus pecados a un sacerdote.




La buena y la mala confesión de los pecados a un sacerdote.




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VIDEO:


martes, 24 de octubre de 2017

"Engaños que el enemigo sugiere al pecador", Meditación 23 de San Alfonso María de Ligorio.

ENGAÑOS QUE EL ENEMIGO SUGIERE AL PECADOR


Meditación 23 de San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia.



San Alfonso María de Ligorio nos habla en su meditación 23: "Engaños que el enemigo sugiere al pecador", acerca de los engaños que Satanás sugiere al pecador. Al que apenas acaba de confesarse le tienta para que no deje de realizar los mismos pecados. Al pecar queda condenado, desobedece a Dios y a su valiosísima alma la arroja al infierno, por un placer vil, pensando que después tendrá tiempo para confesarse y como si nada hubiera hecho: primer engaño del demonio. Para confesarse se requiere verdadero arrepentimiento por haber ofendido a Dios y Dios puede no concederle ese don y el tiempo necesario para ir a confesión, si Dios lo permite puede morir en el mismo momento que realiza el pecado; este engaño ha llevado a millares y millares de almas al infierno.




El pecador no demuestra
arrepentimiento al realizar
los mismos pecados.



El segundo engaño del demonio es que quizás el pecador no pueda resistir a la tentación. Dios no pide cosas imposibles, si resiste el mismo instante de la tentación el Señor ayuda con su gracia. Si cree que la tentación es muy fuerte, que pida mayores gracias a Dios para no cometer el pecado.




Satanás envía a hermosas mujeres condenadas en el
 infierno para tentar al santo con los pecados de lujuria.



El tercer engaño que el diablo sugiere al pecador es que el Señor es Dios de misericordia, muchos se han condenado al confiar temerariamente que serán perdonados. El señor es misericordioso pero también es justo: perdona a los que le temen y castiga a los que le ofenden. El que peca pensando que después se arrepentirá hace burla y menosprecio de Dios, así solo encontrará la justicia divina y no su misericordia; Dios no puede perdonar esa voluntad perversa de pecar.



Engaño del demonio: roban por
necesidad y pensando que Dios las
 perdonará.



El cuarto engaño del enemigo infernal es sugerirle al pecador que Dios fue misericordioso en la vida pasada y que igual puede serlo en lo futuro. Si Dios ha sido paciente con el pecador que no se confié porque puede agotarse la paciencia divina, cumplirse el número de pecados que Dios le perdonará y castigarle fuertemente por haberle sido infiel tanto tiempo.



Peca por pereza: daña a su cuerpo y a su alma,
no hace el bien que debería hacer. Aún así confía
en que Dios lo perdonará si deja de ser perezoso.




El quinto engaño del demonio es el sugerirle al pecador que piense que es joven, que tiene que disfrutar de la vida y que después se arrepentirá, que Dios se compadece de él. El Señor cuenta los pecados cometidos, no los años que tiene el pecador pecando. Sufre con paciencia al pecador, pero cuando se llega al límite de los pecados que Dios le ha de perdonar, lo castiga enviándole la muerte repentina o le abandona en su pecado que es peor condenación para él. La conciencia del pecador se endurece en el pecado y pierde todo temor: no piensa ni en Dios ni el infierno. El pecador obstinado mal se hallará en su último aliento, encontrará un triste y terrible destino en el infierno.




Se hacen pecadores desde muy jóvenes,
 el pecador obstinado encuentra
 un terrible fin en el infierno.




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VIDEO:

lunes, 23 de octubre de 2017

"Edad de la Virgen María Muriendo San José y Privilegios del Santo". Revelación de la Venerable madre Sor María de Jesús de Ágreda


 
EDAD DE LA VIRGEN MARÍA MURIENDO

 SAN JOSÉ Y PRIVILEGIOS DEL SANTO

 

Revelación de la Venerable madre Sor María de Jesús de Ágreda




La Venerable Madre Sor María de Jesús de Ágreda nos dice en su Revelación escrita: "Edad de la Virgen María Muriendo San José y Privilegios del Santo" que la Santísima Virgen María tenía un poco más de 41 años, sin llegar a los 42, cuando su castísimo esposo San José falleció extenuado por sus dolencias y enfermedades. Ella lo amaba como esposo con un amor purísimo y casto, por su santidad y por sus perfecciones; sufrió mucho la pérdida de San José porque lo amó de corazón.




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San José asistido en su muerte




El cuerpo de la Santísima Virgen María fue preservado del envejecimiento, enfermedades y dolencias que van apareciendo avanzando la edad en todos los mortales. Por los méritos anticipados de Nuestro Señor Jesucristo, ella fue preservada del pecado original: causante de que entrara la enfermedad y la muerte en el mundo. Si nuestro padre Adán no hubiera cometido el pecado original toda su descendencia hubiera sido santa, sin enfermedades, todos hubieran ido al cielo al morir; sin envejecer mas allá de una edad determinada por Dios, sus muertes hubieran sido como un sueño, como la dormición y muerte de la Santísima Virgen María. Por esta razón su cuerpo no sufrió cambio alguno a partir de los 33 años de edad, porque Nuestro Señor Jesucristo murió crucificado a esa edad y con esa misma resucitó en su cuerpo glorioso, todo por Cristo y a imitación de Cristo.




La Virgen no envejeció, ni enfermó, ni tuvo dolencias




San José, el castísimo esposo de la virgen, fue purificado del pecado original en el vientre de su madre cuando tenía 7 meses de gestación, jamás tuvo sentimiento impuro o desordenado en toda su vida. Recibió abundantes gracias y virtudes de parte del Señor para que fuera digno esposo de su Santísima Madre la Virgen María; todos los dones recibidos por parte de Dios le sirvieron a San José para santificarse y ser el más perfecto de los hombres para casarse con la Virgen María y cuidar de ella. Era caritativo, afable, sencillo y llegó irreprensible a la edad en que se desposó con María Santísima.

Por mediación de María, ella le pidió a Dios que si la llamaba a tal estado le diera gracia y virtudes a su esposo para que se conformara con solo sus castísimos pensamientos y deseos. Dios la oyó y le infundió perfectísimos hábitos de todas las virtudes y dones. En la virtud de la castidad quedó más inflamado que el supremo de los serafines, la santidad de San José es mayor que la de los ángeles.

San José es el más grande de los santos, después de María. Con ayuda de Dios y por méritos propios se santificó aún mas y las virtudes y dones que recibió lo llevaron a una perfección proporcionada a la misión que el Señor le tenía preparada. El castísimo esposo de la Virgen María es el más amado por Dios entre todos los hombres.




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San José el más grande de los santos, después de María





San José tiene gran poder de intercesión con Dios en lo siguiente: Para alcanzar la virtud de la castidad, para dejar el pecado, para ser devotos de María Santísima, para conseguir buena muerte y defensa del demonio en esa hora, para temor de los demonios al oír el nombre de San José, para la salud corporal y remedio en otros trabajos, para tener sucesión en los hijos. En el día último, cuando todos seamos juzgados, los condenados llorarán amargamente por no haber conocido por sus pecados este medio tan poderoso y eficaz para su salvación: la devoción al castísimo esposo de la Virgen María, San José.



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domingo, 22 de octubre de 2017

"Apocalipsis Explicación del Cap. 12". Revelación de Sor María de Jesús de Ágreda

APOCALIPSIS, EXPLICACIÓN DEL CAPÍTULO 12


Revelación de la Venerable Madre Sor María de Jesús de Ágreda



La Venerable Madre Sor María de Jesús de Ágreda nos dice en su revelación: "Apocalipsis, explicación del capítulo 12", acerca de la visión apocalíptica que tuvo San Juan Evangelista en la isla de Patmos. Ella explica dicha visión y nos da grandes luces divinas del profundo significado que tiene la primer señal en el cielo : "Apareció una mujer vestida de sol, estaba preñada y daba grandes voces para parir..." Y fue vista otra señal en el cielo, y viose un dragón grande rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en sus cabezas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó en la tierra; ...Y sucedió una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón y peleaba el dragón y sus ángeles; y no prevalecieron y de allí adelante no se halló lugar suyo en el cielo. Y fue arrojado aquel dragón, serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, que engaña a todo el orbe; y fue arrojado en la tierra y sus ángeles fueron enviados con él...




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Visión Apocalíptica del Apóstol
 San Juan en la Isla de Patmos




Dios, la Santísima Trinidad, observó su Magnificencia y decidió compartir su gloria con otras criaturas o seres que Él mismo llamaría a la existencia. Todo sería criado por Dios para su Cristo y por Cristo y sin Él nada sería hecho. Las primeras criaturas que Dios creó son los ángeles, los hizo numerosísimos, incontables, miriadas de ellos sobrevolando en el lugar donde estaba Dios, que al principio decidió no mostrarse a ellos, sino que se dio a conocer y amar por sus ángeles creados. La mayoría de ellos así lo hicieron y se interesaron por conocer y amar a Dios. Pero, ahí es cuando Lucifer se interesó más por él mismo y los ángeles creados, no hicieron lo que los demás fieles a Dios, ahí es cuando empezó a surgir el pecado de no darle a Dios todo el reconocimiento y gracias por haberlo creado. Así la mayoría de los ángeles prevalecieron, pero un gran número de ellos no se mantuvo fiel a Dios.



Creación de los Ángeles por Dios.



Dios decidió manifestar en el cielo a todos los ángeles, buenos y malos, la visión de la mujer vestida de sol y debajo de sus pies la luna y coronada la cabeza con 12 estrellas. Así lo hizo para que los ángeles se decidieran a obedecer sus designios y en esa forma la vieron antes de que los buenos se decidieran por el bien y los malos por el pecado. Ya les había manifestado su voluntad de crear la naturaleza humana y les había dado noticia de la unión hipostática que realizaría el Verbo Eterno del Padre con la criatura humana. Así les mostraba con la más pura de las criaturas y la más perfecta que Dios había de crear, después de Cristo Nuestro Señor. Aunque los ángeles malos pecasen y desobedecieran Dios no dejaría de crear la naturaleza humana y Cristo y su Madre le obligarían más a crearlo todo que todos los inobedientes ángeles a desobligarle. Y si los hombres pecasen no serían castigados irremediablemente como los ángeles malos, sin antes darles esa saludable medicina en la que el Unigénito del Padre se encarnaría y nacería de esa santa mujer para reconciliar al Padre Celestial con la raza humana caída por el pecado.




Dios mostró a todos los ángeles a la mujer vestida
 de sol, de quien nacería el Cristo por la unión
 hipostática del Verbo Divino con la naturaleza humana



Es entonces cuando apareció otra señal en el cielo: un dragón con 7 cabezas y diez cuernos, que con su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo. Sucede una gran batalla en el cielo: San Miguel Arcángel peleaba con sus ángeles contra Satanás y sus confederados. Se sigue el castigo de Lucifer y sus ángeles aliados, son arrojados del cielo a lo más profundo de la tierra, donde permanecerán ahí por toda la eternidad. Lucifer y sus ángeles se hicieron perversos por propia voluntad, en el infierno inventaron los 7 pecados capitales y ahí les dio instrucciones para que pecasen y pervirtieran a todos los mortales con dichos pecados. El plan de Lucifer es arrastrar a toda la raza humana al infierno y ascender al cielo para ahí montar su trono en las estrellas, al lado del mismo Dios. En su completa soberbia pretendió matar al Verbo Humanado por considerar al hombre como una criatura inferior a él, lo mataría y lo perdería. A la Madre humana del Verbo Encarnado la haría presa de él. Nada se opondría a sus planes, utilizaría toda su astucia e inteligencia para lograrlo.




Los Ángeles rebeldes no prevalecieron
 en el cielo  y fueron arrojados al infierno.




Lucifer y sus confederados planeando
 arrastrar a toda la raza humana al infierno. 





Para leer el e-book, imprimir o descargar el archivo pdf, de la Revelación escrita de Sor maría de Jesús de Ágreda: "Apocalipsis Explicación del Capítulo 12", dar clic en el siguiente enlace:







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VIDEO:


sábado, 21 de octubre de 2017

"Muerte de San José y Descenso al Limbo", Revelación de Sor María de Jesús de Ágreda

MUERTE DE SAN JOSÉ Y DESCENSO AL LIMBO DE LOS PADRES O SENO DE ABRAHAM

 
Revelación de la Venerable madre Sor María de Jesús de Ágreda





La Venerable Madre Sor María de Jesús de Ágreda nos habla en su revelación: “Muerte de San José y Sucesos” acerca de la la muerte de San José y Sucesos ocurridos antes de su muerte y en el entierro de su venerable cuerpo. La Santísima Virgen María supo con anterioridad, con esa rara sabiduría de fuentes divinas, de que se acercaba la muerte de su castísimo esposo. Ella fue ante su divino hijo Jesús para implorarle se dignara hacerle conocer a San José el premio que con seguridad tenía merecido en el cielo. Fue escuchada su intercesión y Jesús le prometió que así sería en atención a los méritos de santidad de su padre putativo y para agrado de Él, haría con él lo que jamás generación alguna haya recibido.




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Muerte de San José




Faltando 9 días para la muerte del Santo patriarca San Jośe, Jesús y María lo acompañaban de día y de noche, sin jamás faltar alguno de ellos. Por mandado del Señor, tres veces al día descendían ángeles del cielo para tocar música y cantar loores a Dios. Además, se sintieron en esa casa olores de fragancias exquisitas que confortaban a San José y hacían la delicia de todos los que la sentían.




Coros de ángeles del cielo cantaban y
olores de fragancias exquisitas se sintieron




Faltando un día para su muerte, San José entró en un éxtasis tan sublime que le duro 24 horas, ayudando el Altísimo a mantener su vida. En él vio la esencia misma de la Divinidad, el misterio de la salvación y redención humana y de la iglesia militante, con todos los sacramentos que a ella pertenecen. La Santísima Trinidad le dio una misión particular inmediatamente después de su muerte: Sería llevado al Limbo de los Padres y allí permanecería hasta la redención, con la encomienda particular de evangelizar de nuevo su redención y cercanía del descenso de Nuestro Señor Jesucristo al limbo para liberarlos y conducirlos al cielo. La Santísima Virgen sabiéndolo todo por verlo en el alma de su hijo y en la suya dio gracias a Dios por tan grandes beneficios a su castísimo esposo.




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Éxtasis de San José, antes de su muerte




Al despertar san José de su grandioso rapto, pidió la bendición a la Santísima Virgen, ella se la dio y pidió a su hijo bendito se la diese. Entonces ella de rodillas ante su esposo pidió su bendición como cabeza de familia, lo hizo así San José y se dirigió a ella con palabras tan encomiables y llenas de bendición por tan grandiosa criatura de Dios, deseando fuera siempre alabada como Madre Santísima de su divino Hijo.




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San José difunto




San José se dirigió luego a Nuestro Señor y con profundo respeto, admiración y agradecimiento, quiso postrarse a sus pies para adorarlo. Pero, fallaron sus fuerzas y Nuestro Señor Jesús lo recibió en su brazos, oyendo de él magnificas alabanzas como creador y redentor suyo. Así expiró San José en sus brazos y su alma fue llevada al Limbo de los Padres o Seno de Abraham, allí vieron su alma purísima todos los justos que había creído en el verdadero Dios y se alegraron por la buenas nuevas que les transmitía, llenándose de gozo accidental en ese lugar donde residían.


La Santísima Virgen María procedió a vestir el cuerpo sin vida de su castísimo esposo, ella sola con ayuda de la multitud de ángeles que la asistían en forma humana. Para que nada faltase a de la pureza de la Reina, Dios revistió el cuerpo de San José con un destello luminoso que solo permitía observar su rostro. Entonces acudieron las gentes a ver el cuerpo radiante y fresco de San José, se admiraban de verlo tan hermoso y tratable como si fuera vivo. Con asistencia de parientes y amigos fue llevado el cuerpo de San José a la sepultura, siendo acompañado en cortejo fúnebre por multitud de ángeles y en especial por la Virgen María y el Redentor del mundo.




Vistiendo a San José difunto con ayuda de los ángeles




En la hora de la muerte de todo moribundo, Satanás y sus secuaces malignos están al acecho para tentarlo. Saben que es la última oportunidad que tienen para perder su alma y se lanzan con gran furia sobre él. Es cuando ponen en juego toda su astucia y conocimiento que tienen del moribundo para hacerlo caer y olvidarse de salvar su alma: al sensual lo tientan con el recuerdo de los placeres de la carne, al avariento con las riquezas acumuladas, al los que aman la vida los persuade de que no están en peligro de morir, a otros los confunde para que no descubran su conciencia llena de pecados, a otros los embaraza y retarda para que no declaren sus obligaciones ni descubran su conciencia; de todo costumbre viciosa y acto pecaminoso que hayan realizado se vale el maligno para dificultarles o imposibilitarles el remedio. El castísimo esposo de la virgen tuvo el privilegio de no ver ni sentir al demonio en la hora de la muerte, fue protegido por una virtud poderosa que les impidió acercarse y los ángeles los arrojaron al profundo infierno.




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Santa muerte de San José,
 acompañado de Jesús y María





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