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miércoles, 26 de julio de 2017

"Del bien de la gracia y del mal de la enemistad con Dios", Meditación 19 de San Alfonso María de Ligorio.

DEL BIEN DE LA GRACIA Y DEL MAL DE LA ENEMISTAD CON DIOS

Meditación 19 de San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia.


San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia, nos habla en su meditación 19: "Del bien de la gracia y del mal de la enemistad con Dios" acerca del tesoro infinito que significa la gracia divina en nuestras almas, haciéndonos amigos de Dios si cumplimos sus Mandamientos. Con los reyes o poderosos de este mundo, aunque se lograra hacerse amigos de ellos, nuestra alma se perdería porque en ellos no abunda mucho la virtud y están llenos de vanidad. Llegar a ser amigos de Dios significa gracias abundantes en este mundo para santificar nuestra alma y una eterna dicha en el otro. Solo el que es amigo de Dios puede entrar al cielo empíreo con su alma purificada. En cambio, los enemigos de Dios son rechazados por su maldad, en ellos no actúa la gracia divina para santificarlos, actúa Lucifer que ha jurado perder a toda la raza humana para llevarla al infierno. Gracias a nuestro Señor Jesucristo, el alma que vive en gracia de Dios es amiga, hija, esposa y templo del Espíritu Santo.



Amigos de Dios, en ellos fluye la gracia santificante.


El don de la gracia divina lo recibimos por los méritos de nuestro Señor Jesucristo. Los justos que vivieron antes de Cristo, sin nuestro Señor no hubieran recibido anticipadamente la ayuda  necesaria para mantenerse en el bien y rechazar el mal. En la era cristiana se derraman abundantes gracias sobre la humanidad por el cruento sacrificio de Cristo en la Cruz y por su sacrificio incruento en los altares diariamente. Sin el santo sacrificio de la misa la humanidad solo debe esperar la tremenda justicia de Dios castigando por nuestros pecados, la grande ira de Dios irritada por no recibir la gran víctima propiciatoria por los muchísimos pecado de la humanidad. Con la gracia divina el cristiano devoto puede tener una suave paz aún en este mundo. Viviendo en gracia, el alma sencilla y humilde  recibe un alto lugar en el cielo. No sucede así con el poderoso de este mundo, preocupado por los bienes terrenos no se acuerda de su Dios y del único que puede salvarlo; si logra salvarse será por los momentos en que vivió en gracia en su vida terrena y por acogerse a la gran misericordia divina antes de su muerte; su lugar en el cielo es muy diferente de aquél que se esforzó por agradar siempre a Dios, será el menor en el reino de los cielos.



Institución de la Eucaristía por Jesucristo. Sacrificio incruento,
  que junto con el cruento de la cruz aplacan la ira de Dios Padre
por todos los  pecadores. Así derrama su gracia sobre su porción
 santa de la humanidad.


Dios  aborrece tanto el pecado que no puede dejar de mirar así.
Pero, por su grande misericordia, no deja de advertir al
 pecador para que se convierta y no encuentre la muerte
 eterna en el infierno.


El alma que vive en desgracia es enemiga de Dios por el pecado y esclava de Satanás. La gracia divina ya no fluye sobre él, ya no recibe los dones para santificarse; el enemigo infernal actúa directamente sobre su alma impidiéndole realizar obras buenas, lo hace igual a él y lo induce a todo tipo de vicios y pecados. Viviendo con pecados mortales es abandonado por Dios y si no es por intervención divina su alma no disfrutará jamás de las dichas eternas. Basta un solo pecado mortal cometido para estar en desgracia de Dios y perder todos los beneficios para nuestra alma, uno solo es suficiente para ser condenados al infierno si Dios permite una muerte repentina sin tener tiempo de encomendar nuestras almas a su misericordia.



Sin Dios, el pecador se entrega de lleno a los vicios y a las
 pasiones.



Para leer el e-book, imprimir o descargar el archivo pdf, de la Meditación 19 de San  Alfonso María de Ligorio: "Del Bien de la Gracia y del Mal de la Enemistad con Dios", dar clic en el siguiente enlace:






Para ver el video de la Meditación 19 de San Alfonso María de Ligorio: "Del Bien de la Gracia y del Mal de la Enemistad con Dios", dar clic en la siguiente imagen:






VIDEO:

martes, 25 de julio de 2017

"La acción de los espíritus sobre los cuerpos". Rev. Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux



EL MODO DE ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS



La acción de los espíritus sobre los cuerpos




Reverendo Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux




Mostramos cómo los ángeles tienen un papel necesario en el gobierno general del mundo. Dios creó los seres, dispuso las fuerzas, esparciendo las semillas; los ángeles ponen en juego las fuerzas, vivifican las semillas, y, entre el antagonismo de los elementos, entre la lucha por la existencia, conservan las especies, mantienen el equilibrio del mundo.

Estudiemos más detenidamente su acción sobre los cuerpos: ¿de cuál naturaleza es?

El alma humana es el menor de los seres espirituales; esa es la razón por la que está comprometida a un cuerpo que vivifica y que mueve. Su energía vital y motriz se desarrolla toda en ese cuerpo al que está unida. El sentido común nos obliga a admitir como un principio fisiológico que no puede actuar a distancia sobre los cuerpos extraños. Del mismo modo que sus informes se establecen con los objetos externos por medio de los sentidos, de igual forma su acción se produce fuera sólo por medio del cuerpo que le sirve de instrumento. Esto es lo que prueba la unidad del ser humano. El alma no actúa sola; actúa en el cuerpo y por el cuerpo; o más bien es el hombre, compuesto de cuerpo y de alma, que actúa, y que actúa humanamente.

Queremos hoy establecer, según ciertas experiencias, la acción del alma a distancia. Es una tesis a la vez contra la razón y contra el experimento. El alma jamás pudo, por el simple esfuerzo de su voluntad, transportar un objeto de un lugar a otro. Si fenómeno igual se produce, hay que ver allí la intervención de una causa que no es humana. ¿Si el alma tiene el poder de actuar a distancia, por qué no usa ese poder cada vez que quiere?



Tiene el poder, pero no puede usarlo



Pero, dejemos esta cuestión que nos llevaría demasiado lejos; si hacemos hincapié en el alma humana, es para tener un punto de comparación que destaque mejor el modo de acción de los ángeles sobre los cuerpos.

El alma humana es un espíritu unido a un cuerpo, y cuya virtud se limita a vivificar y a mover ese cuerpo; el ángel es un espíritu independiente y libre de toda mezcla material: su actividad como consecuencia no es atada ni a un cuerpo ni a un punto del espacio, se ejercita libremente sobre una superficie variable y más o menos extendida.



Alma humana y Ángel




El alma está únicamente en contacto con su cuerpo; el ángel puede ponerse en contacto con una serie sucesiva de objetos, o incluso simultáneamente con varios objetos colocados en su esfera de acción.

La energía del alma, restringida por si misma, es agotada en cierto modo por el acto sustancial de informar y de vivificar el cuerpo. La energía del ángel, más grande sin comparación, no siendo empleada en esta función vital, se despliega toda en fuerza impulsora de incalculable potencia.

Esta fuerza impulsora, dependiendo del grado de elevación del ángel que la posee, se extiende a un número más o menos grande de objetos, abraza una esfera más o menos amplia. Así, un ángel de orden superior abrazará la tierra entera en su radio de actividad; otro alcanzará sólo una serie determinada de objetos. Así es como un faro, cuyo foco es más potente, extiende su luz en una circunferencia mayor.

Es por la aplicación de su potencia de iluminación e impulsora que los ángeles están ligados a tal o tal lugar. No es su esencia espiritual que está localizada, es su actividad. No están incluidos en el lugar donde actúan; lo contienen más bien y lo envuelven con su influencia y con su brillo (San Tomás).



Cuida la ciudad aunque no esté dentro de ella



 
La prueba de que no están sujetos a un lugar como lo son los objetos materiales, es que pueden llevar su acción de un punto a otro sin pasar por los lugares intermedios. No pueden, es verdadero, alcanzar al mismo instante varios lugares distintos, en una palabra multiplicarse; pero pueden cambiar de lugar instantáneamente. Y así el tiempo no es para ellos como para nosotros la duración del movimiento, sino la sucesión de entornos en los que despliegan su actividad.

Muy interesante es la doctrina de san Tomás estableciendo que dos seres espirituales cualquiera no pueden simultáneamente aplicar su energía en el mismo lugar determinado. Esto nos muestra que la toma de posesión de un lugar por un espíritu es algo completo y absoluto; al pie de la letra lo ocupa, lo circunscribe y lo cumple. Ángel o demonio, el sitio es bien guardado.

Continuemos la comparación con el alma humana. La voluntad del hombre actúa exteriormente por ese instrumento que es la mano. El ángel no tiene miembros que sean sus instrumentos obligados; actúa por la simple aplicación de su voluntad sobre un objeto. Así un ángel quiere, siguiendo la expresión del Salvador, transportar una montaña, detener la tierra sobre su eje; por la fuerza de su voluntad, lo haría.

Es infantil discutir que un cuerpo solo puede influir sobre un cuerpo. La virtud espiritual de los ángeles se ejerce sobre los objetos materiales, debido a la superioridad de su naturaleza; toman probablemente por instrumento, así como lo dijimos, los fluidos imponderables en los cuales son bañados todos los cuerpos. Los ángeles no hacen nada sin motivos; podrían, de ser necesario, alterar con extrema facilidad los mares y los continentes; les basta con mantener toda cosa en su sitio y en su órbita.

La acción de los espíritus sobre los cuerpos nos hace hablar de apariciones de los ángeles bajo forma humana, tan frecuentes en el Antiguo Testamento. Eran la mayoría de las veces pasajeras; a veces sin embargo; así como lo muestra la historia de Tobías, se prolongaban bastante para que el ángel, conversando en medio de los hombres, diera a todos la ilusión de un personaje realmente humano. 



Tobías y su familia con un ángel con aspecto de hombre

 

Para aparecer así, los ángeles se formaban cuerpos, los adaptaban como un vestido, se servían de ellos como de un instrumento, pero no contraían con ellos una unión sustancial como es la unión de nuestra alma con su cuerpo. Simplemente eran pues los motores de esos cuerpos de préstamo; no ejercían propiamente en ellos función vital; una vez cumplida su misión, los cambiaban en los elementos materiales de los cuales los habían sacado. Tal es la enseñanza de la teología sobre estas conmovedoras epifanías de espíritus celestes.


Para ver el video: "La acción de los espíritus sobre los cuerpos", del libro: "Ángeles y demonios", del Reverendo Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux dar clic en la siguiente figura:

 

 VIDEO:




BIBLIOGRAFÍA:


R. P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec approbation des Supérieurs de la Congrégation olivétaine

domingo, 23 de julio de 2017

"La acción de los espíritus sobre la naturaleza". Rev. Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux.


EL MODO DE ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS


La acción de los espíritus sobre la naturaleza



Rev. Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux


 
La acción de los espíritus en la creación depende de la acción de Dios, y les es subordinada. Conviene pues ante todo establecer y reservar la parte esencial de la acción divina en el orden general del mundo. Lo mismo que el ser de todas las cosas viene de Dios, el movimiento inicial imprimido a todas las cosas proviene únicamente de Dios. No se contentó con crear; Él conserva la creación por una acción continua que es una prolongación de la influencia creadora. Íntimamente está presente en todos los seres que sin Él recaerían en la nada. Del mismo modo les comunica a todos una virtud que los hace moverse y actuar cada uno según su capacidad; virtud secreta, soberanamente eficaz, derramada por todas partes, y sin la cual el universo volvería a la inmovilidad.



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Por otra parte cada ser tiene en si mismo el principio del movimiento, o por lo menos una aptitud para ser movido. Así el animal tiene facilidad de fuerza motriz; la planta tiene la facultad para desarrollarse; la roca es atraída por la gravedad. Esta aptitud para ser movido, esta potencia más o menos rudimentaria de moverse, se traducen en movimientos variados, por transformaciones sucesivas, gracias a esta virtud divina de la que hablamos, y la que pone por todas partes la actividad y la vida.

Entonces, dirán ustedes, todo se explica muy bien sin la intervención de los ángeles. Dios pone en movimiento las fuerzas naturales, y éstas recorren su trayectoria bajo el impulso recibido; los ángeles no tienen que hacer nada, allí dónde Dios actúa directamente. - No nos engañemos: Dios actúa como primer y universal motor; los ángeles actúan como motores segundos y particulares: su acción se subordina a la acción divina, lo aplica en cierto modo y la especifica. Expliquemos esto con un ejemplo familiar. Lanzo una bola: es por la virtud de Dios que mi brazo actúa, es por la misma virtud que la bola sigue el impulso dado: sin embargo es evidente que mi brazo es el motor de la bola. Es así, si está permitido comparar las grandes cosas con las pequeñas, así es como los ángeles están en movimiento, gracias a la virtud divina, y las esferas celestes y todas las fuerzas vivas de la naturaleza. Son los motores segundos subordinados al primer motor que es Dios.




Tierra y Luna en movimiento gracias a la virtud divina, un Ángel cuida sus órbitas





Su naturaleza espiritual siempre en movimiento los hace tan propios a esta función, y los objetos corporales necesitan tanto ser solicitados y puestos en movimiento por una actividad exterior, que santo Tomás plantea claramente este axioma: es necesario que la criatura corporal sea impulsada por la espiritual, los oportet quod oportet quod creatura corporalis a spirituali moveatur (Sum. Prim. Pars q. CX, a. 1, ad prim.).

Los ángeles no son solo los motores de los seres corporales; son todavía encargados de dirigir y de coordinar sus movimientos respectivos, de tal modo que no hay ninguna confusión, y que todo queda en el equilibrio que es la paz de la naturaleza inanimada. Demos algunos ejemplos.

Los físicos descubrieron esta ley que todo movimiento puede transformarse en calórico, y recíprocamente que todo calórico puede transformarse en movimiento. El estado del mundo se basa pues en el reparto justo del movimiento y del calórico en todas sus partes. ¿Pero cuál es la fuerza inteligente que dirigirá este reparto, si no algún espíritu angélico?

Ponga su atención en la cantidad innumerable de semillas que se disputan el suelo de la tierra. ¿No hace falta que su distribución y su germinación sean sometidas a ciertas leyes, para que las especies útiles no desaparezcan delante de la multiplicación ilimitada de las parásitas? ¿Entonces, cuál es, lo repetimos, la fuerza inteligente que vela por la ejecución de estas leyes preservadoras, si no es la energía de los seres espirituales encargados por Dios de la administración de este mundo?

Podríamos, multiplicar estos ejemplos; sería inútilmente. Basta un momento de reflexión para comprender que el universo no pueda ser entregado a las fuerzas ciegas que surgen de la materia, y que estas fuerzas, para la armonía de todo, deben ser contenidas y dirigidas por fuerzas inteligentes. Ponga como una ley, si bien le parece, la lucha por la existencia; pero admita la intervención en esta lucha de una potencia moderadora que emana de Dios y que se ejercita por el ministerio de los santos ángeles. Gracias a ella, la lucha está circunscrita en límites prudentes, suprime cierta superfluidad, no va al exterminio de las especies.

Estas verdades tienen para ellas el testimonio de toda la antigüedad. Los filósofos Platón y Aristóteles edificaron diversos sistemas de la intervención de los espíritus como los moderadores de las cosas terrestres. Instruidos por la Biblia, los Padres de la Iglesia, sin extraviarse en sistemas vanos, fueron todavía más afirmativos y más precisos. Orígenes, en un curioso pasaje relativo a la burra de Balaam, dice que el mundo necesita ser administrado por los ángeles, y que tienen la intendencia sobre los animales mismos, proveyendo a su multiplicación así como a la vegetación de las plantas y de los árboles. San Agustín dice, por su parte, que cada especie distinta de uno de los reinos de la naturaleza es gobernada por una potencia angélica.



Gustav Jaeger Bileam Engel.jpg
Ángel haciendo que la burra proteste a Balaam por su maltrato




San Agustín no lanzó esta afirmación a la aventura. El Apocalipsis, menciona al ángel que tiene potencia sobre el fuego (XIV, 18); y el ángel de las aguas (XVI, 5). Esto nos da a entender que hay un ángel encargado de moderar la potencia terrible y devastadora del fuego; que hay lo mismo un ángel encargado de ajustar la distribución de las aguas ya sea en las nubes, en las corrientes de las montañas, en los ríos, o en los mares.

Una pregunta que queda por esclarecer; ¿hasta dónde se extiende el poder de los espíritus angélicos? Ponen en movimiento todo, esto es admitido. ¿Pueden producir seres corporales, y producirlos sin emplear alguna semilla? Santo Tomás responde negativamente. Según él, los ángeles, y generalmente los seres espirituales involucrados en el movimiento de este mundo, no pueden crear semillas, ni producir de toda pieza un animal o una planta. Su poder sólo utilizará semillas preexistentes para obtener los seres que están contenidos en las mismas. En una palabra no toman el sitio de los agentes naturales, y no suplen su acción que sigue siendo necesaria; sólo ponen en movimiento a estos agentes de manera muy oculta y muy sutil, y sólo desarrollan su acción con una rapidez que da la ilusión de una creación o de una producción instantánea. Es así, para dar un ejemplo, que hay que explicar los prodigios operados por Moisés y por los magos de Faraón, tales como el Éxodo nos los cuenta (VII, VIII). Moisés y los magos hacen salir del río legiones innumerables de ranas. Moisés convierte el polvo en insectos, lo que los magos no pueden imitar. Moisés actuaba por la virtud de los ángeles buenos, los magos operaban por la potencia de los demonios. Ni el primero, ni los segundos actuaron por vía de creación o de generación espontánea. Los ángeles buenos, como los malos, se limitaron en esta circunstancia a vivificar larvas que sutilmente habían recogido y amontonado; Dios solamente quiso que el poder de los ángeles buenos se hiciera evidente sobre la poder de los demonios.


Moisés y la plaga de ranas


En suma, la acción de los espíritus se parece a la de los hombres, pero incomparablemente con más sutileza. Los hombres utilizan las fuerzas de la naturaleza y derivan efectos maravillosos. No se contentan con tomar semillas y con hacerlas crecer centuplicadas en terrenos bien preparados para recibirlas, de hacer rendir a los árboles de frutos buenos por el injerto y el tamaño; se apoderan aún de esas fuerzas imperceptibles que nombran el vapor y la electricidad, los controlan, los hacen servir a todas sus necesidades, por no decir a todos sus caprichos.

Esto nos hace ver hasta donde puede penetrar la influencia dirigente de los ángeles. Teniendo como fuerza motriz una energía espiritual que afecta a lo íntimo de la materia y a sus calidades más secretas, podrían sacar de la creación los efectos más extraordinarios y trastornar todo y transformarlo en un santiamén, si su papel no consistiera precisamente en mantener el orden providencial en el mundo por el funcionamiento regular de las fuerzas de toda clase que están allí en juego.

Y que nadie diga que el ángel, por lo mismo que es un espíritu, no puede entrar en contacto con la materia. Esta objeción no tiene ningún valor a los ojos de la fe y de la razón, que reconocen a Dios como el motor necesario del mundo y el alma como el motor de su propio cuerpo. Precisamente porque el ángel es un espíritu, es capaz de apoderarse de estos imponderables, de este éter luminoso, de este calor latente, que la ciencia moderna nos presenta como los grandes agentes físicos del globo. Estamos convencidos de eso, es por medio de las fuerzas sutiles que los ángeles conducen la maquinaria mundial; y estas fuerzas, siendo ciegas por si mismas reclaman su dirección inteligente (1).


Para ver el video: "La acción de los espíritus sobre la naturaleza", del libro: "Ángeles y demonios", del Reverendo Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux dar clic en la siguiente figura:


 VIDEO:






BIBLIOGRAFÍA:


  1. R. P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec approbation des Supérieurs de la Congrégation olivétaine

miércoles, 19 de julio de 2017

"Abuso del la Misericordia de Dios", Meditación 17 de San Alfonso María de Ligorio.

ABUSO DE LA MISERICORDIA DE DIOS


San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia.


San Alfonso María de Ligorio nos habla en su meditación 17: "Abuso de la Misericordia Divina", de que debemos temer la justicia divina antes de pecar y después del pecado esperar la misericordia divina. El pecador no debe pecar pensando en que Dios es misericordioso y todo lo perdona, porque así se ofende a la misericordia y es cuando Dios ejerce su justicia; si se ofende a la justicia podemos implorar la misericordia de Dios pero no al contrario. Dios maldice al que peca esperando perdón.


                
La lujuria tienta al pecador, al fondo esta el destino del lujurioso


Muchos pecadores dicen: voy a pecar y después me confesaré; así pensaron muchos y están condenados, no se debe abusar de la bondad de Dios. Dios es misericordioso, todo lo perdona si hay verdadero arrepentimiento en el corazón del pecador. Pero, el pecador que abusa de la misericordia divina difícilmente encontrará ese dolor por haber ofendido a Dios, su arrepentimiento no será sincero, hará las cosas como algo que debe hacerse para no condenarse, si no hay una verdadera contrición de los pecados cometidos no son efectivas sus confesiones, son mal hechas, debe tener arrepentimiento sincero por haber ofendido a Dios y odiar el pecado. Al menos le ayudaría una contrición imperfecta: que sintiera temor por la condenación eterna, así Jesucristo lo ayudaría a salvarse. Pero ¿puede un pecador endurecido en el pecado tener arrepentimiento sincero o temor de la condenación eterna si hace las cosas en esa forma?... no puede, porque el demonio se apodera de su voluntad y es enemigo de Dios por el pecado, solo la intervención divina podrá ayudarle.



Georges de La Tour (French, Vic-sur-Seille 1593–1653 Lunéville) - The Fortune Teller - Google Art Project.jpg
Queriendo conocer lo oculto, adivinación,  todos son pecadores.
"Los ladrones y adivinos  no entraran al reino de los cielos" y
  "las personas que los consultan".


Dios espera para que el pecador se arrepienta de su mal proceder y abandone los caminos del pecado. Él espera mucho tiempo, pero no espera toda la vida del pecador o hasta que el pecador se harte de pecar... esto nunca sucede, más peca. Si ve que el tiempo concedido para enmendarse se agota y que no ha servido para llorar sus pecados, sino al contrario para acrecentarlos, se llega el tiempo de la justicia y entonces castiga, lo hace en dos formas: o envía la muerte al pecador, que así muere sin arrepentirse o bien le priva de las gracias abundantes, con la que le queda podría salvarse, pero sigue pecando y no se salva. Le quita los remordimientos de conciencia, el temor, lo deja sumido en tinieblas, porque ya no fluye la gracia en abundancia y es cuando penetran los vicios. Lo dejará vivir sin castigarle y eso será su mayor castigo, porque no habrá nada de sufrimiento que lo haga recapacitar y dolerse de sus pecados... esta misericordia de Dios es más terrible que cualquier ira. Aquí es cuando vemos que los malos en este mundo prosperan, todo les resulta, no tienen sufrimientos... infeliz de aquél que envidia tal prosperidad y los imita en su proceder.



Amantes asesinados por el marido, no pudieron
 arrepentirse con muerte tan repentina.


El pecador que abusa de la misericordia divina, que piensa que puede seguir pecando y después se arrepentirá debe darse por condenado. Si no da frutos abundantes en esta vida, que le sirvan para salvación de su alma, será castigado. Logrará que la divina misericordia se cambie en justicia y sufra su indignación... si Dios le envía la muerte al pecador y éste muere sin arrepentirse aún así será misericordia divina, al no permitir que el pecador acumule más pecados teniendo una larga vida y que su castigo en el infierno sea mas terrible.



Viejo en mañas y vicios, con otro joven igual a él. Mujeres
 que inducen a otras a hacerse como ellas. ¡Todo les resulta!
La gracia abundante de Dios cesa en ellos.


Para leer el e-book, imprimir o descargar el archivo pdf, de la meditación escrita 17 de San Alfonso María de ligorio: "Abuso de la Divina Misericordia", dar click en el siguiente enlace:




Para ver el video de la Meditación 17 de San Alfonso María de Ligorio: "Abuso de la Divina Misericordia", dar click en el siguiente enlace:


VIDEO:




martes, 18 de julio de 2017

" La Resurrección de la Carne", Artículo 11º del Credo de los Apóstoles, explicado por San Tomás de Aquino.


LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE


Artículo 11º del Credo de los Apóstoles, explicado por San Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia



En el día del juicio final, nuestro Señor Jesucristo resucitará con su inmenso poder a todos los hombres que han habitado la Tierra durante todas las eras antiguas, las épocas modernas y las futuras. Los Ángeles de Dios apartarán los malos de los buenos, los buenos resucitarán para la vida y los malos para la condenación eterna. Los buenos irán al cielo con su cuerpo glorioso para alabar a Dios y ser dichosos en ese lugar de delicias por toda la eternidad. Los malos resucitarán con su cuerpo de condenación para yacer junto a los demonios en el lago de fuego del infierno por siempre, mientras Dios sea Dios.

A continuación se muestra la explicación que el Doctor Angélico, San Tomás de Aquino, da sobre el artículo 11º del Credo de los Apóstoles:



 La Resurrección de la Carne


No sólo santifica el Espíritu Santo la Iglesia en cuanto a las almas, sino que por su virtud resucitarán nuestros cuerpos. Rom 4, 24: "Creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos, Jesucristo Señor Nuestro". Y Cor 15, 21: "Porque habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos". Por lo cual creemos, conforme a nuestra fe, en la futura resurrección de los muertos.

Cuatro cosas se pueden considerar acerca de esto. La primera es la utilidad que proviene de la fe en la resurrección. La segunda son las cualidades de los resucitados, en cuanto a todos en general. La tercera, cuáles serán las cualidades de los buenos. La cuarta, en cuanto a los malos en especial.

Acerca de lo primero debe saberse que de cuatro maneras nos son útiles la fe y la esperanza de la resurrección.

En primer lugar, para que desaparezca la tristeza que abrigamos por los muertos. Es ciertamente imposible que el hombre no se duela por la muerte de un ser querido; pero por esperar su resurrección, mucho se modera el dolor de su muerte. I Tes 4, 13: "Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza".

En segundo lugar, se suprime el temor a la muerte. Porque si el hombre no espera otra vida mejor después de la muerte, indudablemente debe ser muy temida la muerte, y el hombre debería hacer cualquier mal con tal de no tropezar con la muerte. Pero como creemos que hay otra vida mejor, a la cual llegaremos después de la muerte, es claro que nadie debe temer la muerte, ni por temor a la muerte hacer algún mal. Hebr 2, 14-15: "para aniquilar por la muerte al señor de la muerte, esto es, al diablo, y libertar a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud".

En tercer lugar, nos hace solícitos y atentos en hacer el bien. Pues si la vida del hombre fuese tan sólo esta en que vivimos, no habría en los hombres gran aplicación en obrar bien, porque cualquier cosa que hiciesen sería poca cosa por no ser su anhelo por un bien limitado conforme a un tiempo determinado sino por la eternidad. Pero como creemos que, por lo que aquí hacemos, recibiremos los bienes eternos en la resurrección, tratamos de obrar bien. I .Cor 15, 19: "Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres".

En cuarto lugar, nos aparta del mal. En efecto, así como la esperanza del premio incita a obrar bien, así también el temor a la pena, que creemos se reserva para los malos, nos aparta del mal. Juan 5, 29: "Y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida; pero los que hayan hecho el mal, para la resurrección de condenación".

Acerca de lo segundo debemos saber que en cuanto a todos habrá una cuádruple condición.
La primera es en cuanto a la identidad de los cuerpos que resucitarán. Porque el mismo cuerpo que ahora es, con su carne y sus huesos resucitará, aunque algunos dijeron que este cuerpo que ahora se corrompe no resucitará, lo cual es contra lo que dice el Apóstol. Pues dice en I Cor 15, 53: "En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad". Y la Sagrada Escritura dice que por el poder de Dios el mismo cuerpo resurgirá a la vida: Job 19, 26: "De nuevo seré recubierto con mi piel, y con mi carne veré a Dios".

La segunda condición será en cuanto a la cualidad, porque los cuerpos de los resucitados serán de cualidad distinta de la que ahora son: porque lo mismo en cuanto a los bienaventurados que en cuanto a los malos, los cuerpos serán incorruptibles, porque los buenos estarán siempre en la gloria, y los malos siempre en sus tormentos. I Cor 15, 53: "Es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad, y que este ser mortal se revista de inmortalidad". Y como el cuerpo será incorruptible e inmortal, no habrá uso de alimentos ni de unión sexual. Mt 22, 30: "En la resurrección no se tomará ni mujer ni marido, sino que serán como los ángeles de Dios en el cielo". Y esto es contra lo que dicen judíos y sarracenos. Job 7, 10: "No volverá más a su casa".

La tercera condición es en cuanto a la integridad, porque todos, buenos y malos, resucitarán con toda la integridad que pertenece a la perfección del hombre; así es que no habrá allí ni ciego ni cojo, ni defecto alguno. Dice el Apóstol en I Cor 15, 52: "Los muertos resucitarán incorruptibles", esto es, sin que puedan padecer las actuales corrupciones.

La cuarta condición es en cuanto a la edad, porque todos resucitarán en la edad perfecta, o sea, de treinta y tres o treinta y dos años. La razón de ello es que los que no llegaron a ella no tienen la edad perfecta, y los ancianos la pasaron ya, por lo cual a los jóvenes y a los niños se les agrega los que les falta, y a los ancianos se les restituye. Ef 4, 13: "Hasta que lleguemos todos al estado de hombre perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo".

Acerca de lo tercero debemos saber que en cuanto a los buenos será una gloria especial, porque los santos tendrán cuerpos glorificados en los que habrá una cuádruple condición.

La primera es la claridad: Mt 13, 43: "Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre". La segunda es la impasibilidad: I Cor 15, 43: "Se siembra (el cuerpo) en la vileza, y resucitará en la gloria"; Apoc 21,4: "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gemidos, ni dolor porque el primer estado habrá pasado". La tercera es la agilidad: Sab 3,7: "Los justos resplandecerán, se propagarán como chispas en rastrojo". La cuarta es la sutileza: I Cor 15, 44: "Se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual": no que sea completamente espíritu, sino que estará totalmente sujeto al espíritu.

Acerca de lo cuarto debemos saber que la condición de los condenados será contraria a la condición de los bienaventurados, porque en ellos habrá un castigo eterno, en el cual se dará una cuádruple mala condición. En efecto, sus cuerpos serán oscuros: Isaías 13, 8: "Son los suyos rostros calcinados". Además, serán pasibles, aunque nunca se corromperán, porque arderán eternamente en el fuego y nunca serán consumidos: Isaías 66, 24: "Su gusano no morirá, su fuego no se apagará". Además, serán pesados, pues sus almas estarán allí como encadenadas: Salmo 149, 8: "Para trabar con grillos a sus reyes". Además, sus almas y sus cuerpos serán de cierta manera carnales: Joel I, 17: "Se pudrirán las bestias de carga en sus inmundicias".

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Para ver el video de la Explicación de San Tomás de Aquino del Artículo 11 del Credo de los Apóstoles: "La Resurrección de la Carne”, dar clic en la siguiente imagen:




VIDEO:


lunes, 17 de julio de 2017

"Misericordia de Dios". Meditación 16 de San Alfonso María de Ligorio

MISERICORDIA DE DIOS


San Alfonso María de Ligorio nos habla en su meditación 16: “Misericordia de Dios”, sobre la gran misericordia de Dios, que es inmensa y perdona siempre al pecador que con corazón contrito se arrepiente, se aparta del pecado y se convierte para siempre a Él. Por su grande amor al pecador lo castiga, haciéndose violencia pues no es así la naturaleza Divina; Dios le muestra cuanto odia el pecado para que se arrepienta y así lo libera de la pena eterna, de su justa ira por ofender a un Dios tan grande y misericordioso.



Jesucristo por su gran amor y
misericordia busca la oveja perdida



Dios muestra, durante toda la vida del pecador, esa gran misericordia: con inspiraciones, con pláticas santas, con consejos de un familiar o amigo, con lecturas piadosas, con tribulaciones, con la muerte de ese familiar o amigo, con remordimientos de conciencia. Llama al pecador a penitencia, con todo lo anterior, para que no perezca en las llamas eternas por haber perdido la amistad divina, siempre lo busca y hace hasta lo imposible para mostrarle su amor,  para decirle que porqué quiere condenarse al estar apartados de Él y de sus mandamientos.



Dios busca a Adán no solo para reclamarle el haber desobedecido,
 sino para llamarlo a Él y mostrarle su tierno amor de Padre



La misericordia de Dios es tan grande que si el peor de los pecadores se convierte, aunque sea el más vil, el más inhumano, el más desalmado, inmediatamente recibe la amistad de Dios y lo ayuda con su gracia para perseverar. Dios promete olvidar para siempre todos los pecados cometidos por el pecador, le ofrece su amor, lo colma de bendiciones. Su alma enrojecida como la grana, por el pecado, será emblanquecida como la nieve, tal es la bondad, el amor inmenso de Dios, su inmensa misericordia.



El padre del hijo pródigo es imagen
 de Dios misericordioso y amoroso



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jueves, 13 de julio de 2017

"Malicia del pecado mortal". Meditación 15 de San Alfonso María de Ligorio.

MALICIA DEL PECADO MORTAL

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO,  DOCTOR DE LA IGLESIA


San Alfonso María de Ligorio nos dice en su meditación 15: "Malicia del pecado mortal", de la absurda temeridad e ignorancia con la cual un pecador se atreve a desobedecer a Dios, Ser infinito, Santísimo, Purísimo, Bondad infinita, aborrecedor del pecado y no menos del pecador que lo comete. El hombre es una miserable criatura, que si no fuera por el amor de Dios y su inmensa misericordia no hubiera sido llamado a la existencia para ser llevado algún día a la Gloria y habitar con Dios. Al cometer el pecado lo hace con gran malicia , ya que lástima e injuria al mismo Dios que tanto lo ama, si tuviera la visión de Dios lo amaría tanto que no realizaría el pecado, pero no es digno de ver a Dios frente a frente, ningún hombre lo es.




El pecado cometido por el pecador entristece   Dios.



La proxeneta. Todos ellos pecando mortalmente.


Ni todos los hombres juntos, ni siquiera todos los ángeles celestiales, que se inmolarán o aniquilaran son capaces de satisfacer a Dios por un solo pecado mortal. Tan grande es la ofensa que el pecador comete contra Dios, que ni aún el desgraciado condenado en el infierno sufre lo que debiera por sus pecados.



El Hijo de Dios, Jesucristo, es el único capaz
de satisfacer a Dios por nuestros pecados.


Dios se hizo hombre para salvarnos, Jesucristo
 el Hombre-Dios, tanto sufrió por nosotros.


Al pecar no solo se le ofende a Dios sino que además se le deshonra; se le da más importancia al mísero placer o deleite por el que se peca momentáneamente a Dios. Se le injuria en su misma presencia, pues Dios es omnipresente y nada escapa a su vista. Dios se merece todo nuestro amor, agradecimiento  y adoración; ni siquiera debemos ofenderle con un simple pecado venial.



Nada queda oculto a Dios.


El pecador prefiere el gozo de un momento a Dios. Si
 muere con violencia no tendrán tiempo de arrepentirse.


El corazón de Dios es afligido y se llena de amargura cuando el pecador se atreve a echar a Dios de su alma cometiendo el pecado mortal, instantáneamente pierde la gracia divina. Dios no puede habitar en un alma manchada por el pecado, inmediatamente sale de nuestro cuerpo y alma. Es entonces cuando el demonio entra en el alma del pecador. Es cuando nos hacemos enemigos de Dios por el pecado y amigos del demonio. La gracia de Dios no esta más en nuestras almas para santificarnos, quedamos a merced del demonio y su maligna influencia y si no es por intervención divina no saldremos de ese estado que nos conducirá al infierno.



Ellos son enemigos de Dios por el pecado y amigos del demonio.


Dios ayuda hasta al pecador endurecido en el
 pecado, de este depende su propia salvación.


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