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viernes, 27 de mayo de 2016

"De la doctrina de la verdad".Tomás de kempis. Obra: "Imitación de Cristo", Libro I, Capítulo III.

DE LA DOCTRINA DE LA VERDAD





IMITACIÓN DE CRISTO

Tomás de Kempis

LIBRO PRIMERO

Contiene avisos provechosos para la vida espiritual

CAPÍTULO III

De la doctrina de la verdad







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Bienaventurado aquél a quien la verdad por sí misma enseña, no por figuras y voces pasajeras, sino así como ella es. Nuestra estimación y nuestro sentimiento, a menudo nos engañan, y conocen poco. ¿Qué aprovecha la curiosidad de saber cosas obscuras y ocultas, que de no saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos? Gran locura es, que dejadas las cosas útiles y necesarias, entendamos con gusto en las curiosas y dañosas. Verdaderamente teniendo ojos no vemos.


¿Qué se nos da de los géneros y especies de los lógicos? Aquél a quien habla el Verbo Eterno se desembaraza de muchas opiniones. De este Verbo salen todas las cosas, y todas predican su unidad, y él es el principio y el que nos habla. Ninguno entiende o juzga sin él rectamente. Aquel a quien todas las cosas le fueren uno, y trajeren a uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón, y permanecer pacífico en Dios. ¡Oh verdadero Dios! Hazme permanecer unido contigo en caridad perpetua. Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas; en ti está todo lo que quiero y deseo; callen los doctores; no me hablen las criaturas en tu presencia; háblame tú solo.


Cuanto más entrare el hombre dentro de sí mismo, y más sencillo fuere su corazón, tanto más y mejores cosas entenderá sin trabajo; porque recibe de arriba la luz de la inteligencia. El espíritu puro, sencillo y constante, no se distrae aunque entienda en muchas cosas; porque todo lo hace a honra de Dios y esfuérzase a estar desocupado en sí de toda sensualidad. ¿Quién más te impide y molesta, que la afición de tu corazón no mortificada? El hombre bueno y devoto, primero ordena dentro de sí las obras que debe hacer exteriormente, y ellas no le inducen deseos de inclinación viciosa; mas él las sujeta al arbitrio de la recta razón. ¿Quién tiene mayor combate que el que se esfuerza a vencerse a sí mismo? Esto debía ser todo nuestro empeño, para hacernos cada día más fuertes y aprovechar en mejorarnos.


Toda perfección en esta vida tiene consigo cierta imperfección; y toda nuestra especulación no carece de alguna obscuridad. El humilde conocimiento de ti mismo es camino más cierto para Dios que escudriñar la profundidad de las ciencias. No es de culpar la ciencia, ni cualquier otro conocimiento de lo que, en sí considerado, es bueno y ordenado por Dios; mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida virtuosa. Porque muchos estudian más para saber que para bien vivir, y yerran muchas veces y poco o ningún fruto sacan.


Si tanta diligencia pusiesen en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como en mover cuestiones, no se verían tantos males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta disolución en los monasterios. Ciertamente, en el día del juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán santamente hubiéramos vivido. Dime, ¿dónde están ahora todos aquellos señores y maestros, que tú conociste cuando vivían y florecían en los estudios? Ya ocupan otros sus puestos, y por ventura no hay quien de ellos se acuerde. En su viviente parecían algo; ya no hay quien hable de ellos.


¡Oh, cuán presto pasa la gloria del mundo! Pluguiera a Dios que su vida concordara con su ciencia, y entonces hubieran estudiado y leído con fruto. ¡Cuántos perecen en el mundo por su vana ciencia, que cuidaron poco del servicio de Dios! Y porque eligen ser más grandes que humildes, se desvanecen en sus pensamientos. Verdaderamente es grande el que tiene gran caridad. Verdaderamente es grande el que se tiene por pequeño y tiene en nada la cumbre de la honra. Verdaderamente es prudente el que todo lo terreno tiene por basura para ganar a Cristo. Y verdaderamente es sabio aquél que hace la voluntad de Dios y renuncia la suya propia.



Para ver el video de la obra "Imitación de Cristo", escrita por Tomás de Kempis, Libro I, Capítulo III: "Doctrina de la verdad", dar clic en la siguiente imagen.


VIDEO:



sábado, 21 de mayo de 2016

"Cómo ha de sentir cada uno humildemente de sí mismo". Tomás de Kempis.

CÓMO HA DE SENTIR CADA UNO HUMILDEMENTE DE SÍ MISMO


IMITACIÓN DE CRISTO

Tomás de Kempis

LIBRO PRIMERO

Contiene avisos provechosos para la vida espiritual


 CAPÍTULO II

Cómo ha de sentir cada uno humildemente de sí mismo




Cristo y su Madre estudiando las escrituras.




Todos los hombres naturalmente desean saber, ¿mas que aprovecha la ciencia sin el temor de Dios? Por cierto, mejor es el rústico humilde que le sirve, que el soberbio filósofo, que dejando de conocerse, considera el curso de los astros. El que bien se conoce, tiénese por vil y no se deleita en loores humanos. Si yo supiera cuanto hay que saber en el mundo, y no tuviese caridad, ¿qué me aprovecharía delante de Dios, que me juzgará según mis obras?


No tengas deseo demasiado de saber, porque en ello se halla gran estorbo y engaño. Los letrados gustan de ser vistos y tenidos por tales. Muchas cosas hay, que saberlas, poco o nada aprovecha al alma; y muy loco es el que en otras cosas entiende, sino en las que tocan a la salvación. Las muchas palabras no hartan el ánima; mas la buena vida le da refrigerio y la pura conciencia causa gran confianza en Dios.


Cuanto más y mejor entiendas, tanto más gravemente serás juzgado si no vivieres santamente. Por esto no te envanezcas si posees alguna de las artes o ciencias; sino que debes temer del conocimiento que de ella se te ha dado. Si te parece que sabes mucho y bien, ten por cierto que es mucho más lo que ignoras. No quieras con presunción saber cosas altas; sino confiesa tu ignorancia. ¿Por qué te quieres tener en más que otro, hallándose muchos más doctos y sabios que tú en la ley? Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te conozcan ni te estimen.


El verdadero conocimiento y desprecio de sí mismo, es altísima y doctísima lección. Gran sabiduría y perfección es sentir siempre bien y grandes cosas de otros, y tenerse y reputarse en nada. Si vieres a alguno pecar públicamente, o comentar culpas graves, no te debes juzgar por mejor que él, porque no sabes hasta cuándo podrás perseverar en el bien. Todos somos frágiles, mas a nadie tengas por más frágil que tú.



Para ver el video de la obra "Imitación de Cristo", escrita por Tomás de Kempis, Libro I, Capítulo II: "Cómo ha de sentir cada uno humildemente de sí mismo", dar clic en la siguiente imagen:


VIDEO:

domingo, 15 de mayo de 2016

"De la imitación de Cristo y desprecio de todas las vanidades del mundo". De Tomás de Kempis.

DE LA IMITACIÓN DE CRISTO Y DESPRECIO DE TODAS LAS VANIDADES DEL MUNDO




IMITACIÓN DE CRISTO

Tomás de Kempis

LIBRO PRIMERO

Contiene avisos provechosos para la vida espiritual

CAPÍTULO I

De la imitación de Cristo y desprecio de todas las vanidades del mundo










Quien me sigue no anda en tinieblas, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos exhorta a que imitemos su vida y costumbres, si queremos ser verdaderamente iluminados y libres de toda ceguedad del corazón. Sea, pues, todo nuestro estudio pensar en la vida de Jesús.


La doctrina de Cristo excede a la de todos los Santos; y el que tuviese su espíritu, hallará en ella maná escondido. Más acaece que muchos, aunque a menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no tienen el espíritu de Cristo. El que quisiere, pues, entender con placer y perfección las palabras de Cristo, procure conformar con él toda su vida.


¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si no eres humilde, y con esto desagradas a la Trinidad? Por cierto las palabras sublimes, no hacen al hombre santo ni justo; más la virtuosa vida le hace amable a Dios. Más deseo sentir la contrición, que saber definirla. Si supieses toda la Biblia a la letra, y las sentencias de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo, sin caridad y gracia de Dios? Vanidad de vanidades, y todo es vanidad, sino amar y servir solamente a Dios. La suprema sabiduría consiste en aspirar a ir a los reinos celestiales por el desprecio del mundo.


Luego, vanidad es buscar riquezas perecederas y esperar en ellas; también es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan rápido se pasa y no buscar con solicitud el gozo perdurable.


Acuérdate frecuentemente de aquel dicho de la Escritura: Porque no se harta la vista de ver, ni el oído de oír. Procura, pues, desviar tu corazón de lo visible y traspasarlo a lo invisible; porque los que siguen su sensualidad, manchan su conciencia y pierden la gracia de Dios.




Para ver el video de la obra "Imitación de Cristo", escrita por Tomás de Kempis, Libro I, Capítulo 1: "De la imitación de Cristo y desprecio de todas las vanidades del mundo", dar clic en la siguiente imagen:


 VIDEO:

miércoles, 4 de mayo de 2016

"Que fue concebido del Espíritu Santo y nació de la Virgen María". Artículo 3º del Credo. Explicado por Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia Católica.

QUE FUE CONCEBIDO DEL ESPÍRITU SANTO

 Y NACIÓ DE LA VIRGEN MARÍA



Artículo 3 del Credo, explicado por Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia Católica

   



El Hijo Eterno del Padre, el Verbo Eterno, desde antes que todo fuese creado por Dios, estaba con Dios y era Dios. Durante la Generación Divina, Dios Padre se comunica consigo mismo: el Verbo de Dios surge a un lado de Dios. De ambos, Dios Padre y Verbo de Dios, procede el Espíritu Santo, de la misma manera surge al lado del verbo Eterno. Generación Divina: Santísima Trinidad, un solo Dios en Tres Divinas Personas.









Pasada una eternidad, muchísimo tiempo, Dios se comunica externamente, Dios inicia la Creación. Fueron creados por Dios el Cielo y la Tierra. Después los ángeles, Dios desea que ellos se interesen por su Creador y lleguen a amarlo, se los pide. Ahí es cuando Lucifer, el primer ángel rebelde, cae en soberbia y convence a los demás ángeles que pensaban igual que él. Dios los previene y les muestra que si no aman a Dios y sus designios no tendrán nunca parte en su Reino Eterno. La creación de Dios avanza, son creados los demás cuerpos celestes, plantas, animales y por último el hombre. Dios participa a los ángeles, buenos y malos, que la Segunda persona de la Santísima Trinidad, se unirá a un Hombre en Hipóstasis. Lucifer siente envidia y pide que si se da la Hipóstasis que no se de con criaturas tan indignas, tan débiles, que se de con los seres angélicos, la Hipóstasis con el mismo Lucifer, el desea ser Dios, igual a Dios y ocupar su lugar si puede lograrlo. Lucifer es rechazado en su petición...


Dios pide a los ángeles tres cosas: que todos reconozcan a Dios como Creador y su Señor, que adoren al Hijo de Dios Encarnado y a su Madre, Dios muestra a los ángeles a la criatura humana Purísima que será Madre del Hijo de Dios estando encinta de su único Hijo, la siempre Virgen María. Todos cumplen con lo primero, pero lo último no lo hacen Lucifer y sus ángeles. Continua la rebelión de los ángeles malos, en términos temporales pasa mucho tiempo, muchísimos milenios. Dios desea que recapaciten todos los ángeles que siguen el error de Lucifer, les da tiempo, pero solo permanecen buenos los que han acatado los designios divinos. La lucha entre ángeles buenos y malos es la “Gran Batalla en el Cielo”, no es un instante, es mucho tiempo, si lo podemos llamar así, al final Lucifer y sus confederados son arrojados al infierno por el Poder Divino y los ángeles de Dios (María de Jesús de Ágreda).








Llegado el tiempo, Dios ordena a su Verbo Eterno encarnarse en el Vientre Purísimo de la Virgen María, por el poder del Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, es concebido, después de que la Virgen Santísima aceptó la voluntad de Dios, diciendo: "Hágase en mí, según tu palabra", a la persona del ángel de la Anunciación: el Arcángel San Gabriel.




Hijo de Dios y de la Virgen María.





El Verbo Eterno, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se encarna en la Santísima Virgen María. El Hijo Eterno del Padre Celestial, Dios de Dios, Luz de Luz, toma carne humana de la Santísima Virgen María y se hace Hombre sin dejar de ser Dios. Se Realiza la Hipóstasis, unión indisoluble en la que la Divinidad se une a la Humanidad, resultando en una sola persona: Nuestro Señor Jesús. En Jesús, verdadero Hijo de Dios y de la Virgen María, hay dos naturalezas, la Humana y la Divina, es Dios, sin dejar de ser Hombre, en todo se hizo semejante a nosotros, menos en el pecado. En Jesús hay todo lo de un Hombre, Cuerpo y Alma, unida por la Hipóstasis con la Divinidad, unión indisoluble y eterna. Jesucristo es Dios y todo poder le ha sido dado por Dios. "Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado", el Divino Niño Jesús, enviado por Dios para redimir a la humanidad cuando se revele al mundo como Hijo de Dios y sea rechazado por el poder mundano y Crucificado en la Cruz.





Resucitado, con su Cuerpo Humano Glorioso.





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