DEL JUICIO PARTICULAR DEL ALMA, Y SU ENTRADA EN EL PURGATORIO
Meditación 1 del Padre Martín de Roa, De la Compañía de Jesús
Puestos
en la presencia de nuestro señor como acostumbramos las demás
veces, que nos disponemos a hacer oración, dadas gracias a su
majestad por los beneficios así generales como particulares, que de
su liberal mano hemos recibido, ofrecidas a su servicio todas
nuestras fuerzas, nuestras obras, pensamientos, todo lo que somos, o
podemos, haremos presentes en nuestra imaginación el lugar,
personas, y cosas que meditamos y suplicaremos a nuestro Señor nos
de luz para entenderlas, y gracias para abrazar lo bueno, y dar de
mano a lo malo, que en ellas hallaremos: como se verá en los puntos
siguientes.
Lo
primero, considerar como por orden de la Divina Justicia está
dispuesto, y sentenciado, que todos los que salieren de esta vida,
sin haber satisfecho, y pagado las penas que justamente debían por
sus pecados así mortales como veniales ya perdonados, antes de
entrar en el Cielo, vayan al lugar diputado por Purgatorio, donde
estarán detenidos padeciendo gravísimas penas, hasta que habiendo
pagado lo que debían por culpas, salgan libres, y vayan al Cielo a
gozar de los bienes eternos.
Lo
segundo, considerar como al punto que el alma se aparta del cuerpo,
oye en el juicio particular la sentencia del soberano Juez CRISTO
nuestro Señor, en que atentos los deméritos de sus culpas no
satisfechas con las obras de penitencia mientras vivía, le condena
en que vaya a pagarlas en Purgatorio. Considera que ahí estará el
alma mientras se pronuncia esta sentencia, puesta entre temor, y
esperanza, dolor, y alegría. Temor de las penas que ha de padecer;
esperanza de la gloria que le aguarda, habiendo cumplido el tiempo de
su Purgatorio. Dolor de no haberse aprovechado del mucho tiempo, que
tuvo para pagar su deuda en la vida tan a poca costa como pudiera,
haciendo obras de penitencia, que ahora habrá de pagar con las
setenas en el Purgatorio. Gozo, por la seguridad que lleva, de que al
fin su destierro será de algún tiempo, y su bienaventuranza eterna.
Lo
tercero, como oída la sentencia con profunda humildad, la acepta de
muy buena gana, y conformándose con la voluntad de su Juez se ofrece
a cumplirla, y padecer en el Purgatorio tanto, cuanto, y como él
gustare, porque conoce muy bien la suma justificación de ella, y que
pudiendo su Majestad condenarla con todo rigor, ha usado de ella de
grande misericordia, trocándole la pena eterna que debía por sus
pecados mortales en el Infierno, en la temporal del Purgatorio; y
aunque le ha de ser amarga de sufrir, con todo esto se dispone a
padecerla, porque Dios así lo ordena, y a ella le torna mucho bien.
A la manera que el enfermo, aunque tiene horror a la purga, la
apetece, y la toma por el deseo, y esperanza de su salud.
Lo
cuarto, pronunciada, y obedecida la sentencia, los Demonios que
pretendían tener parte en el alma, huyen como vencidos, queda el
Ángel de su guarda con ella, la acompaña, y lleva hasta el
Purgatorio; anímala, y esfuérzala al sufrimiento de aquellas penas,
con la certidumbre y grandeza de la gloria que le está reservada.
Lo
quinto, en el Purgatorio es recibida con amor, y compasión de los
que allí están: porque como son todos amigos de Dios, así lo son
entre sí; y al peso que aman a Dios, también se aman las unas almas
a las otras, sienten sus trabajos, y se alegran de su descanso, y
como tienen fe viva de la seguridad con que están allí de no poder
ofender más a Dios, ni perderle, con esperanza certísima de
gozarle, alégranse de este bien, que en aquel lugar, aunque de
penas, han de tener sus compañeras. Por otra parte tienen compasión,
y lástima de lo que han de padecer: porque como ellas saben la
gravedad de las penas, y tienen experiencia de los dolores que allí
pasan, se compadecen unas de otras, y allí se alegran cuando se les
alivian, o abrevian sus tormentos, como si ellas propias recibieran
aquél beneficio.
De
esta meditación podemos sacar gran temor del juicio particular
donde hemos de oír una sentencia según los méritos de nuestra
buena o mala vida.
Conformidad
con la voluntad de nuestro Señor en los trabajos, y penas que nos
envía, y compasión en las de nuestros prójimos: sintiendo sus
males, y alegrándonos de sus bienes como si fueran propios nuestros.
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de la Meditación 1 del Padre Jesuita martín de Roa:
“Del
juicio particular del alma, y su entrada en el Purgatorio”, dar
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BIBLIOGRAFÍA
De Roa, Martín. Padre Jesuita. Estado de las Almas de Purgatorio. Andalucía, Sevilla. pp. 152-156. Año 1619.