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martes, 15 de septiembre de 2020

"Sacrificio, penitencia, para ser salvados". Mística italiana María Valtorta. Cuadernos 1943, 16 de junio.

"Sacrificio, Penitencia, para ser Salvados"

 

Cuadernos 1943

   Revelación privada dada por Jesucristo a la mística italiana María Valtorta

 

 
La gran víctima



16 de junio

 

 

Dice Jesús:


      «Cada época ha tenido sus formas de piedad.


     La Iglesia ha nacido entre las olas agitadas del mundo. Vírgenes y consagrados vivían mezclados entre la muchedumbre pagana, llevándole el perfume de Cristo que les saturaba, y han conquistado el mundo para Cristo.





       Después vino la época de las austeras segregaciones. Enterrarse para el mundo era, según la visión de aquel tiempo, necesario para la perfección y la continua redención de las almas. Desde los monasterios, los eremitorios, las celdas muradas, ríos de sacrificios y de oraciones se esparcieron sobre la tierra, descendieron al Purgatorio, subieron al Cielo.


     Más tarde vinieron los conventos de vida activa. Hospitales, asilos, escuelas, se beneficiaron de esta nueva manifestación de la religión cristiana.


       Pero ahora, en el mundo pagano de un nuevo paganismo todavía más atroz porque es más demoníacamente sutil, son necesarias de nuevo almas consagradas que vivan en el mundo como en los primeros tiempos de mi Iglesia, para perfumarlo de Mí. Ellas resumen en sí la vida activa y la contemplativa en una palabra sola: “Víctimas”.



En un mundo pagano que se resiste a dejar sus falsos dioses


      ¡De cuántas víctimas tiene necesidad este pobre mundo para obtener piedad! Si los hombres me escucharan, a cada uno diría mi amoroso mandamiento: “Sacrificio, penitencia, para ser salvados”, Pero sólo tengo a las Víctimas que sepan imitarme en el sacrificio, que es la forma más alta del amor.


      ¿Qué he dicho Yo? “En esto se entenderá si sois mis discípulos: si os amáis recíprocamente... No hay mayor amor de quien da la vida por sus amigos”.


      Las víctimas han llevado el amor tan en alto que tiene una forma semejante al mío. Las víctimas se dan a sí mismas por Mí porque Yo estoy en las almas, y quien salva a un alma me salva a Mí en esa alma.



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      Por tanto no hay amor mayor por Mí que el inmolarse por Mí, vuestro Amigo, y por las pobres almas pecadoras que son nuestros amigos caídos. Digo: nuestros, porque donde hay un alma enamorada está también Dios con ella, y por eso somos dos.


      Muchas veces piensas con añoranza en la vida claustral. Pero piensa, alma mía, que el ser víctima te hace semejante a las claustrales más austeras. La víctima adora, la víctima expía, la víctima ora. La oración de una víctima es igual a la de la claustrada con la dificultad, además, de tener que vivir de oración entre las disipaciones del mundo.


      También aquí Yo soy tu ejemplo. Yo, Víctima, he sabido adorar, orar, expiar, estando en el mundo. Se puede ser almas víctimas de áurea perfección estando entre la muchedumbre, y no serlo estando bajo el cierre de una doble reja. También aquí es el amor lo que cuenta y no las formas externas.





      ¿Cómo se hace para ser víctimas? Viviendo con un único pensamiento: consolarme redimiendo a los demás. Los demás se redimen con el sacrificio. A Mí se me consuela con el amor y encendiendo el amor en los corazones apagados. La vida de la víctima es un no pertenecerse más perpetuo, un derramarse continuo, un arder incesante.





      Pero a quien sabe vivir así, le viene concedida la Invisible Presencia de la que también tú gozas. Porque Yo estoy donde están mis apóstoles y mis mártires. Y las víctimas son mártires y apóstoles».


Dice aún Jesús:


      «Para preservar a los cuerpos de la corrupción de la muerte, desde tiempos antiquísimos, han sido usados aromas especiales que detienen la putrefacción y conservan los cadáveres. Pero, ¡oh hombres que espiritualmente caéis a pedazos, macerados por las corrupciones de toda una sociedad contaminada hasta la médula!, pero, ¡oh pobres hombres por los cuales he muerto inútilmente!, ¿por qué no usáis para vosotros los aromas que detienen vuestra corrupción?



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      Yo os los he enseñado. Os los he enseñado con la vida, con la palabra, con la muerte. En mi Evangelio está la norma para vivir sanos en la carne y en el alma, en el pensamiento y en la acción. Y ese Evangelio lo he vivido durante mis treinta y tres años de vida.


      Vosotros no podéis decirme, como podéis decir de vuestros falsos profetas: “Has predicado una cosa, pero has hecho otra”. No. Jesús fue Maestro no sólo de palabra, sino de obra.



Siempre veían a un hombre santo en el amable maestro de Galilea


      Os he enseñado a preferir la pureza y la continencia a la lujuria, la sobriedad a la crápula, la fidelidad al engaño, el trabajo al ocio, la honradez al fraude, el respeto de las autoridades a la rebelión, el amor por la familia a la disipación, la misericordia a la dureza, la humildad a la soberbia, la justicia a la violencia, la sinceridad a la mentira, el respeto de la inocencia al escándalo, la fe a la incredulidad, el sacrificio al goce. Pero estas cosas Yo, Dios, las he hecho antes que vosotros.





      Vosotros lo habéis pisoteado todo y habéis bailado, como necios, sobre las máximas divinas en las que estaba vuestro bien en ésta y en la otra vida.


      Vosotros habéis aumentado el saber en todos los campos menos en el único necesario. En el conocimiento de mi Evangelio. Vosotros os habéis saciado de todos los alimentos menos del único necesario: mi Palabra. Habéis creído que os alzabais hasta el nivel del super-hombre. Os habéis convertido sólo en superanimales. El superhombre lo crea mi Ley porque os deifica y os hace eternos. Todo lo demás no os alza. Sólo os hace enloquecer.



El Evangelio llevado a la práctica por estos religiosos


      Marta me dijo: “Maestro, hace cuatro días que está en el sepulcro y ya huele mal”. Pero vosotros ¿desde hace cuántos siglos estáis? Os hundís cada vez más en el sepulcro y en la podredumbre de muerte. Ni siquiera mi Voz os mueve. Ni siquiera mi llanto.


      Pero ¿cómo podéis estar contentos, así degradados? Teníais el Cielo, erais herederos de Dios. ¿Ahora qué sois? Una masa de leprosos y de poseídos por los demonios que os trituran, os matan, os hacen delirar, os arrastran al fuego incluso antes de que muráis. Tenéis el fuego del infierno en la mente y en el corazón. ¡Y Yo os había puesto el fuego suavísimo de la caridad!

 


Ellos buscan liberar tensiones, pero solo dan entrada a los demonios

 

      Los aromas para salvaros de la total podredumbre son Penitencia, Sacrificio y Caridad. ¿Pero los querréis usar? No. No miráis al Maestro crucificado que con su sacrificio os ha dado nuevas almas capaces de vida eterna, que os ha lavado con su Sangre y sus lágrimas de la lepra del pecado. No lo miráis. Él os habla de bondad, de amor, de sacrificio. Vosotros queréis ser malos, queréis odiar, queréis gozar.


      Vosotros levantáis vuestro puño amenazador contra la gran Víctima y las pequeñas víctimas que tratan de infundiros una vida nueva, y lanzáis vuestra burlona blasfemia.

 



     

     ¡Atentos, hombres obstinados! La paciencia de Dios es inmensa, pero no os está concedido tentarla demasiado, porque está dicho por Mí: “No tentarás al Señor tu Dios”»

 

 

 

      Para ver el video, dar clic en la siguiente imagen:

 

 VIDEO:


 

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