ÁNGELES Y DEMONIOS
LA ACCIÓN ANGÉLICA Y LA ACCIÓN DEMONÍACA
El Oficio de los Santos Ángeles
Reverendo
Padre Don Bernard-Marie Marechaux
Bendición
de la Congregación Olivetana
Conviene
examinar más detalladamente el oficio de los santos
ángeles, sobre todo
respecto a nuestra alma sobre la cual su influencia es constante y
muy íntima.
Los
santos Ángeles
son los ministros y cooperadores de Dios. Como
tales, son iniciados en
los misterios divinos. Leen
en el pensamiento divino, y saben las razones por lo menos generales
que dirigen el gobierno de la Providencia; ven claramente cual
es en
este mundo el principal
escollo para muchas almas
porque
Dios permite el mal,
y cómo de tal herejía, de tal cisma, de tal apostasía, él
tiene la intención de
obtener la
glorificación de Nuestro Señor y de su Iglesia. Concurren a la
ejecución del plan divino con una energía maravillosa y completa
serenidad.
Independientemente de esta visión
general de los misterios del orden de la gracia, conocen todavía
muchas cosas particulares relativas a la misión que se
les encarga cumplir, o en
tal orden de hechos de
los cuales tienen la
mayordomía,
superior o inmediata. Hablando de esta doble mayordomía,
tenemos a la vista a los
ángeles superiores y a los
inferiores. No se debe creer
que los ángeles superiores
se reducen
a captar
los acontecimientos sólo bajo una visión de conjunto; ellos
dirigen a sus inferiores, y
éstos conocen las cosas, ya
sea en su conjunto, o
en su detalle, sólo por
una revelación que les viene de
los primeros.
Establecidos
estos principios, hay que admitir
que los ángeles pueden
ignorar muchas
cosas, y que su ciencia, por
extensa
que sea, no puede ser comparada con la ciencia divina. No pueden
penetrar el secreto de las almas; a
menos que tengan
una revelación excepcional, no saben con una
absoluta certeza si
tal o cual
alma está
en estado de gracia, y más
aún si tal o cual
criatura humana forma parte de los
predestinados. Es doctrina
de la Iglesia que solo Dios
conoce
el número de los elegidos:
Deus, cui soli cognitus
est electorum numerus.
Más los
ángeles no conocen, así como lo declaró Nuestro Señor, la hora
del juicio: conocimiento por otra parte que depende del número de
los elegidos, ya que la hora del juicio sonará cuando Dios habrá
recogido al último de sus elegidos. Estas ignorancias se
deben a la condición de
la criatura, y no perjudican de ninguna manera a la perfección de la
beatitud.
Para
abrazar bajo un punto de vista completo la acción de los ángeles
buenos, se trata de elevar
su pensamiento hasta Dios, Padre de los espíritus, y hasta el
Espíritu Santo, el inspirador de todos los espíritus buenos.
Hay
que considerar a los ángeles como formando alrededor del Espíritu
Santo una atmósfera dentro
de la cual vierte
su rayo primordial y que
pone en vibración. Estas ondas luminosas, estas vibraciones
melodiosas se comunican poco a poco hasta este límite del mundo de
los espíritus donde flotan las inteligencias humanas comprometidas a
medias en las tinieblas de la materia. ¿Cómo
estas luces y estas llamas se vierten de arriba
a abajo de las jerarquías
celestes? es lo que es difícil de comprender, todavía más difícil
de explicar. Los santos doctores nos dicen que los ángeles
superiores proporcionan a
sus inferiores, dividiéndolo en cierto modo, el rayo que recibieron
más sustancial y más comprensivo.
Para
penetrar en la inteligencia humana que ejerce su acción
utilizando una
imagen sensible, el rayo divino debe refractarse por
decirlo así y modificarse.
Esto es
lo que san Denis expresa
maravillosamente cuando enseña que el muy puro rayo de la verdad se
reviste en nosotros de la variedad de los símbolos sagrados. No
podemos soportar
esta luz pura: la
necesitamos templada y como
colorida
de tonos que descansan
nuestros ojos demasiado débiles.
Ahora,
vean
aquí la acción de los santos
ángeles: son ellos quienes,
encargados de transmitirnos el rayo divino, lo revisten de símbolos
y de imágenes para proponerlo a nuestra inteligencia. Escuchemos a
san Bernardo
explicadonos,
en un lenguaje
totalmente celestial,
esta acción tan interior y tan sutil:
"
Te haremos pendientes de oro, esmaltados
con plata. Así hablan a la
Esposa de los Cantares
los espíritus celestes. El oro se
refiere al brillo
de la divinidad, la sabiduría que viene de lo
alto. Con este oro, los
orfebres angélicos, a quienes corresponde
este cuidado, hacen
ciertas representaciones de la verdad, y se
las trasmiten a los oídos
internos del
alma. Ellos componen,
digo, ciertos símbolos espirituales, y en ellos presentan a las
miradas del alma contemplativa las claridades muy puras de divina
sabiduría, con el fin de que coja como en un espejo y en forma de
enigma lo que todavía no puede contemplar intuitivamente.
¿Qué
pasa, en efecto, cuando un rayo muy
divino brilla
rápidamente y como un relámpago en
los ojos del espíritu transportado fuera
de sí mismo? En seguida, y
viniendo no sé de donde, ya
sea para moderar
este esplendor excesivo, o
para facilitar la enseñanza del
encuentro de la
verdad, se presentan ciertas representaciones imaginativas extraídas
de las cosas inferiores, muy ingeniosamente adaptadas a las
claridades que Dios entrega
al alma, y gracias
a las cuales el rayo muy puro y muy brillante de la verdad se vuelve
soportable a las miradas de la inteligencia y se adapta
a la capacidad de aquellas a quienes queremos
comunicarlo. En mi opinión,
considero que estos símbolos e imágenes son formados en nosotros
por las sugerencias de los santos
ángeles, como en cambio no
es dudoso que los ángeles
tentadores
nos lanzan o insinúan
imaginaciones malas.
"
Y he aquí sin duda, añade el santo Doctor, la explicación de lo
que san Pablo
llama el espejo y el enigma, en la que el Apóstol contemplaba la
verdad; son
las imaginaciones puras y bellas fabricadas por las manos de los
ángeles, de manera
que no relacionamos
con el
influjo divino que brilla
puramente y sin ninguna
sombra de una
Imagen sensible; y en cuanto a estas similitudes elegantes de las
que el rayo se reviste, se
los atribuimos al ministerio de los ángeles. "
Es
difícil ser más afirmativo. El rayo mismo viene de Dios; las
similitudes con las que
modera su brillantez
provienen de los santos
ángeles. Lo que es
sustancial desciende del Padre de las luces; lo que es accidental y
acomodado
es añadido por los espíritus celestes. Su papel se parece al de los
doctores que proporcionan la verdad a la capacidad de sus oyentes
mediante
comparaciones y subdivisiones. Pero la acción de los ángeles es a
la vez más interior y más
eficaz.
Un
poco más lejos, san Bernardo
ve a los santos ángeles
ayudar a los predicadores de la palabra de Dios: "A
mi juicio, dice,
ellos no se contentan con sugerir interiormente las imágenes
convenientes, proveen también la nitidez del lenguaje que hace
captar
el pensamiento más fácilmente y con deleite; porque la predicación
debe ser clara, noble y hasta elegante para agradar
y convencer. "
Estas
consideraciones tan
bellas nos harán amar
a los santos ángeles,
mostrándonos cuán íntimas
son sus
acciones
en nosotros para la
formación y el desarrollo de nuestra fe.
Iluminando
nuestra inteligencia, ellos
también tocan nuestro
corazón,
nos comunican santas
aspiraciones. Aquí también
podríamos citar ampliamente a san Bernardo;
debemos muy a disgusto abreviar las páginas luminosas que escribió
sobre los ángeles de la guarda, y contentarnos aquí con
un resumen muy breve.
Comentando la palabra de Salmista:
ellos te
llevarán en sus manos, él
nos muestra lo que son estas
manos angélicas. Por ellas, dice, hay que oír un doble
pensamiento que mantienen
fijamente en nuestro corazón
y que le
forma a la derecha y a la izquierda un apoyo inquebrantable. Este
doble pensamiento
es por un lado
la brevedad de las cosas presentes, del
otro la duración de las
cosas eternas. Incesantemente
los santos ángeles
murmuran en nuestro oído:
¡Desprecia
todo lo que
pasa, apresúrate hacia lo
que no pasa! Así protegen
y aceleran nuestra carrera hacia el cielo.
Además
de esta acción que mira al
alma, los ángeles también tienen una acción preservadora que
afecta
nuestro cuerpo. Y este es el
sentido literal del paso que san Bernardo
nos explicaba alegóricamente: te llevarán en sus manos, por temor
de que tu pie choque con la piedra.1
Para
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Santos Ángeles”, del R. P. Dom Bernard-Marie Marechaux, dar clic
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BIBLIOGRAFÍA:
- R. P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec approbation des Supérieurs de la Congrégation olivétaine