ÁNGELES Y DEMONIOS
LA ACCIÓN ANGÉLICA Y LA ACCIÓN DEMONÍACA
Poder Maléfico de los demonios
Reverendo
Padre Don Bernard-Marie Marechaux
Bendición
de la Congregación Olivetana
Dijimos
que el diablo, al perder la
gracia, al caer
del cielo, no perdió su
poder y
sus facultades naturales, y que continúa teniendo el mismo modo de
operación que antes. Solamente el estado de condenación eterna, de
separación irrevocable con Dios, donde se encuentra, ha
limitado de alguna manera su
poder
y su penetración.
Primero,
como lo mostramos, no comprende
nada los misterios de la gracia, que en
sí mismos escapan
a
toda inteligencia creada, y que están en oposición radical con el
espíritu soberbio y
rebelde.
Mientras
que Nuestro Señor estaba sobre la tierra, el diablo no podía
comprender
el
vínculo
tan
secreto que une la naturaleza humana con la naturaleza divina. Veía
en él sólo al hombre; no
podía saber con
certeza que
estaba tratando
con el Hijo
coeterno de Dios. A veces, él adivinaba con
conjeturas
por
ciertos signos; y así es
como los demonios huían de
los cuerpos
de los posesos gritando: " ¿qué
hay entre tú
y nosotros, oh
hijo de Dios? " Y todavía esta frase no implicaba una noción
exacta de la segunda Persona divina. La mayoría de las veces, el
aspecto reducido
y humillado de Nuestro Señor confundía y desviaba a
ese espíritu de orgullo; y
más no
sabía a que se enfrentaba
con él.
Cuando Satanás impulso
a los Judíos a crucificar a Nuestro Señor, es cierto,
según san Pablo,
que
ignoraba quien
estaba
siendo golpeado
por
su ciego furor:
"porque si hubieron conocido al Dios de toda gloria, nos dice el
Apóstol, no lo
habrían crucificado. "
Los Judíos no sabían que Jesús era Dios |
Tal
fue el diablo cerca de
Nuestro Señor mientras estaba
sobre la tierra, poniéndole trampas, rondando
alrededor de él, explorando el misterio oculto
en su persona, lo atacó,
luego retirándose por alguna
clase de estrategia, por fin
sometiéndole
a la prueba de fuego del
dolor y de la muerte; tal es, manteniendo
las debidas
proporciones,
alrededor de cada santo, alrededor de cada elegido.
Como
tampoco penetró el misterio de la filiación divina en Nuestro
Señor, ni tampoco conoce el misterio de elección y de
predestinación que está oculto en Dios antes de todos los siglos y
que se realiza en el tiempo. No sabe, no puede saber cuáles son los
elegidos de Dios. Se topa forzosamente con la voluntad que Dios tiene
para salvarlos; corre al encuentro de una derrota infalible. Cree que
va a engullir el Jordán, nos dice Job. ¡Verdadera pretensión! A él
el mundo, el mar tumultuoso; el Jordán, los que nacieron de Dios,
escapan de él.
No
sabe tampoco quién está en estado de gracia, quién no lo está.
Forma sobre eso conjeturas que pueden engañarlo. No sabe hasta que
punto ha penetrado el deleite del pecado; ignora lo que pasa en la
conciencia del penitente, entre Dios y él.
Reconoce a los suyos por la facilidad con que lo siguen.
Reconoce a los suyos por la facilidad con que lo siguen.
No
exageremos pues la idea que podemos tener de la penetración del
diablo. Toda el orden sobrenatural le es cerrado a doble llave. Y el
orgullo que ciega ese poder formidable lo hace capaz de todos las
errores y de todas las torpezas.
¿Qué
le queda al espíritu impuro? Una penetración natural contra la cual
sería muy temerario no ponerse en guardia.
Gracias
a esta sutileza que le permite insinuarse hasta las fronteras del
alma y del cuerpo, y explorar las influencias y las reacciones que se
intercambian entre estas dos porciones de nuestro ser, el diablo
conoce muy a fondo nuestras aptitudes, nuestras inclinaciones,
nuestras simpatías y antipatías, el defecto dominante, el punto
débil del sitio, el procedimiento a seguir para insinuarnos un
sentimiento que nos controlará en un momento dado. Puede igualmente
inflamar la imaginación con las representaciones más diversas, y
despertar las pasiones con excitaciones sensuales. Este poder es muy
de temer; es necesario que Dios lo tenga en rienda, y nos sostenga
interiormente con su gracia para que podamos resistirlo.
Impregnada
de pecado, como dice San Pablo, la carne es su aliada; El mundo,
donde reina la triple concupiscencia, es su propio dominio, totus
in maligno positus.
La carne y el mundo son aliados del demonio |
Su
acción tentadora viene a
reforzar las seducciones de la carne y las
prácticas del
mundo.
Tiene
algo que ver en
todo pecado, en el sentido que todo pecado es una imitación y como
un desarrollo del pecado primitivo cometido
a su instigación. Pero no sería verdad decir que todos los pecados
son el resultado de sus sugerencias directas. ¡Demasiado a menudo el
hombre se basta, por desgracia! a sí
mismo para seducir y apartarse
de Dios.
Añadamos
algunos detalles sobre la acción del poder
demoníaco en el
mundo material. El diablo conserva su facultad para actuar muy
sutilmente sobre
las criaturas que lo
componen. Pero Dios le permite desplegar ese poder sólo en un orden
de justicia, y él lo contiene en límites infranqueables.
Vemos aparecer en el Apocalipsis cuatro ángeles que
están sobre el
Éufrates, y que, suetos
por un permiso divino, matan la tercera parte del género humano.
Podemos
reconocerlos como
ángeles
malos. Es
indudable que si
Dios le permitía al diablo actuar a su antojo,
en un abrir y cerrar de ojos
él golpearía
la tierra y la
sacaría de su
órbita!
Los
antiguos veían en las plagas la mano de los
ángeles malos.
Testigo Tertuliano en el pasaje
siguiente, cuya brevedad
y vigor son incomparables:
"
Su objetivo es la
caída completa del género humano. Al principio, su malicia se dió
a conocer por la caída del primer hombre.
Ahora infligen a su cuerpo las
enfermedades y toda clase
de accidentes lamentables;
hacen sufrir a su alma de transportes repentinos
y extraordinarios. La sutileza de su naturaleza les permite
acceder fácilmente
a la doble
sustancia del hombre. No sabríamos decir hasta donde se extiende la
malicia de estos espíritus: escapando de los sentidos y de la vista,
manifiestan su presencia, no por su acción, sino
por los efectos que producen. Si un soplo perjudicial
se adhiere a los
árboles frutales y los
cultivos,
marchita las
semillas, seca
las flores, impide la madurez; si el aire se encuentra alterado sin
razón aparente y propaga
vapores pestilentes,
los reconocemos allí. Por esta
misma influencia oscuramente corruptora, pervierten el alma del
hombre, y lo agitan con
furores, con
locuras vergonzosas, con
pasiones crueles, con
errores sin número; saben tenerlo
tan bien y
engañarlo, que se hacen ofrecer por él sacrificios humanos de los
que
se alimentan con voluptuosidad. Pero su pasto más delicado es
desviar al hombre con
prodigios falsos del pensamiento del verdadero Dios. " (Tert .,
Ap. XXII)
Lo
vemos, el viejo autor africano tenía una idea amplia
del poder del diablo y de su consortes.
Enfermedades, accidentes lastimosos, frenesí y locura, plagas de
todo género; filoxera y peste, por todas partes dónde veía roto el
equilibrio del mundo,
sospechaba su acción oscuramente corruptora. Sin duda, estos
accidentes diversos pueden no ser siempre obras
de los demonios; pero también pueden serlo
y esto basta. Nada sucedió sin
causa; y la naturaleza sola no explica nada.
El Ángel Destructor y los demonios interrumpiendo las orgías de los viciosos |
V-Conclusión
Nuestro
Santo Padre el
Papa León XIII,
que no es ni un pequeño espíritu, ni un espíritu crédulo,
recomienda a
todos los sacerdotes del mundo,
antes de dejar el
altar, invocar a san Michel arcángel, con el fin de que arroje
al infierno a
Satanás y a los
espíritus malignos que andan por el mundo
para la perdición
de las almas.
La cuestión de los ángeles y de los demonios es pues de una
actualidad emocionante.
Vivimos
inmersos en el
mundo invisible; estamos
entrelazados por una doble corriente
angélica e infernal; mucho más, somos el
objeto de una
lucha encarnizada de influencias entre ángeles y demonios.
Una
multitud de fenómenos internos y externos están relacionados con
estos espíritus.
Los
ángeles son los reguladores íntimos de nuestra imaginación y de
nuestra sensibilidad; y sabemos cuánto depende el ser humano entero
de estas facultades. Nos sugieren pensamientos elevados
y serenos, nos inspiran afecciones puras.
En
cambio los demonios buscan por todos los medios enturbiar nuestra
imaginación, de descomponer nuestra sensibilidad, de excitar esas
tormentas interiores donde zozobra, con la fe, toda moralidad.
Lo
que hacen los ángeles y los demonios en cada uno de nosotros, lo
repiten a gran escala en el mundo.
Tal
es la verdad sobre su papel: abramos los ojos para reconocer a
nuestros amigos y nuestros enemigos; conciliemos el favor
de
los
ángeles buenos,
y pongámonos
en guardia contra el maligno. Resístelo,
nos grita santo Santiago,
y huirá lejos de tí.
Resistite
diabolo et fugiet a vobis. 1
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BIBLIOGRAFÍA:
- R. P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec approbation des Supérieurs de la Congrégation olivétaine