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jueves, 14 de marzo de 2019

Poder maléfico de los demonios. Reverendo Padre Don Bernard-Marie Marechaux

ÁNGELES Y DEMONIOS

LA ACCIÓN ANGÉLICA Y LA ACCIÓN DEMONÍACA

 

Poder Maléfico de los demonios

Reverendo Padre Don Bernard-Marie Marechaux
Bendición de la Congregación Olivetana




   Dijimos que el diablo, al perder la gracia, al caer del cielo, no perdió su poder y sus facultades naturales, y que continúa teniendo el mismo modo de operación que antes. Solamente el estado de condenación eterna, de separación irrevocable con Dios, donde se encuentra, ha limitado de alguna manera su poder y su penetración.

    Primero, como lo mostramos, no comprende nada los misterios de la gracia, que en sí mismos escapan a toda inteligencia creada, y que están en oposición radical con el espíritu soberbio y rebelde. 




1-Luzifer.jpg
Lucifer, relegado por siempre en el Infierno




    Mientras que Nuestro Señor estaba sobre la tierra, el diablo no podía comprender el vínculo tan secreto que une la naturaleza humana con la naturaleza divina. Veía en él sólo al hombre; no podía saber con certeza que estaba tratando con el Hijo coeterno de Dios. A veces, él adivinaba con conjeturas por ciertos signos; y así es como los demonios huían de los cuerpos de los posesos gritando: " ¿qué hay entre y nosotros, oh hijo de Dios? " Y todavía esta frase no implicaba una noción exacta de la segunda Persona divina. La mayoría de las veces, el aspecto reducido y humillado de Nuestro Señor confundía y desviaba a ese espíritu de orgullo; y más no sabía a que se enfrentaba con él. Cuando Satanás impulso a los Judíos a crucificar a Nuestro Señor, es cierto, según san Pablo, que ignoraba quien estaba siendo golpeado por su ciego furor: "porque si hubieron conocido al Dios de toda gloria, nos dice el Apóstol, no lo habrían crucificado. " 



Los Judíos no sabían que Jesús era Dios
 


    Tal fue el diablo cerca de Nuestro Señor mientras estaba sobre la tierra, poniéndole trampas, rondando alrededor de él, explorando el misterio oculto en su persona, lo atacó, luego retirándose por alguna clase de estrategia, por fin sometiéndole a la prueba de fuego del dolor y de la muerte; tal es, manteniendo las debidas proporciones, alrededor de cada santo, alrededor de cada elegido.

    Como tampoco penetró el misterio de la filiación divina en Nuestro Señor, ni tampoco conoce el misterio de elección y de predestinación que está oculto en Dios antes de todos los siglos y que se realiza en el tiempo. No sabe, no puede saber cuáles son los elegidos de Dios. Se topa forzosamente con la voluntad que Dios tiene para salvarlos; corre al encuentro de una derrota infalible. Cree que va a engullir el Jordán, nos dice Job. ¡Verdadera pretensión! A él el mundo, el mar tumultuoso; el Jordán, los que nacieron de Dios, escapan de él.

    No sabe tampoco quién está en estado de gracia, quién no lo está. Forma sobre eso conjeturas que pueden engañarlo. No sabe hasta que punto ha penetrado el deleite del pecado; ignora lo que pasa en la conciencia del penitente, entre Dios y él.
 Reconoce a los suyos por la facilidad con que lo siguen.



Satanás tentando a Jesús en el templo



    No exageremos pues la idea que podemos tener de la penetración del diablo. Toda el orden sobrenatural le es cerrado a doble llave. Y el orgullo que ciega ese poder formidable lo hace capaz de todos las errores y de todas las torpezas.

    ¿Qué le queda al espíritu impuro? Una penetración natural contra la cual sería muy temerario no ponerse en guardia.
Gracias a esta sutileza que le permite insinuarse hasta las fronteras del alma y del cuerpo, y explorar las influencias y las reacciones que se intercambian entre estas dos porciones de nuestro ser, el diablo conoce muy a fondo nuestras aptitudes, nuestras inclinaciones, nuestras simpatías y antipatías, el defecto dominante, el punto débil del sitio, el procedimiento a seguir para insinuarnos un sentimiento que nos controlará en un momento dado. Puede igualmente inflamar la imaginación con las representaciones más diversas, y despertar las pasiones con excitaciones sensuales. Este poder es muy de temer; es necesario que Dios lo tenga en rienda, y nos sostenga interiormente con su gracia para que podamos resistirlo.

    Impregnada de pecado, como dice San Pablo, la carne es su aliada; El mundo, donde reina la triple concupiscencia, es su propio dominio, totus in maligno positus.



La carne y el mundo son aliados del demonio



    Su acción tentadora viene a reforzar las seducciones de la carne y las prácticas del mundo.

    Tiene algo que ver en todo pecado, en el sentido que todo pecado es una imitación y como un desarrollo del pecado primitivo cometido a su instigación. Pero no sería verdad decir que todos los pecados son el resultado de sus sugerencias directas. ¡Demasiado a menudo el hombre se basta, por desgracia! a sí mismo para seducir y apartarse de Dios.

    Añadamos algunos detalles sobre la acción del poder demoníaco en el mundo material. El diablo conserva su facultad para actuar muy sutilmente sobre las criaturas que lo componen. Pero Dios le permite desplegar ese poder sólo en un orden de justicia, y él lo contiene en límites infranqueables. Vemos aparecer en el Apocalipsis cuatro ángeles que están sobre el Éufrates, y que, suetos por un permiso divino, matan la tercera parte del género humano. Podemos reconocerlos como ángeles malos. Es indudable que si Dios le permitía al diablo actuar a su antojo, en un abrir y cerrar de ojos él golpearía la tierra y la sacaría de su órbita!

    Los antiguos veían en las plagas la mano de los ángeles malos. Testigo Tertuliano en el pasaje siguiente, cuya brevedad y vigor son incomparables:
    " Su objetivo es la caída completa del género humano. Al principio, su malicia se dió a conocer por la caída del primer hombre. Ahora infligen a su cuerpo las enfermedades y toda clase de accidentes lamentables; hacen sufrir a su alma de transportes repentinos y extraordinarios. La sutileza de su naturaleza les permite acceder fácilmente a la doble sustancia del hombre. No sabríamos decir hasta donde se extiende la malicia de estos espíritus: escapando de los sentidos y de la vista, manifiestan su presencia, no por su acción, sino por los efectos que producen. Si un soplo perjudicial se adhiere a los árboles frutales y los cultivos, marchita las semillas, seca las flores, impide la madurez; si el aire se encuentra alterado sin razón aparente y propaga vapores pestilentes, los reconocemos allí. Por esta misma influencia oscuramente corruptora, pervierten el alma del hombre, y lo agitan con furores, con locuras vergonzosas, con pasiones crueles, con errores sin número; saben tenerlo tan bien y engañarlo, que se hacen ofrecer por él sacrificios humanos de los que se alimentan con voluptuosidad. Pero su pasto más delicado es desviar al hombre con prodigios falsos del pensamiento del verdadero Dios. " (Tert ., Ap. XXII)

    Lo vemos, el viejo autor africano tenía una idea amplia del poder del diablo y de su consortes. Enfermedades, accidentes lastimosos, frenesí y locura, plagas de todo género; filoxera y peste, por todas partes dónde veía roto el equilibrio del mundo, sospechaba su acción oscuramente corruptora. Sin duda, estos accidentes diversos pueden no ser siempre obras de los demonios; pero también pueden serlo y esto basta. Nada sucedió sin causa; y la naturaleza sola no explica nada. 



El Ángel Destructor  y los demonios interrumpiendo las orgías de los viciosos

 




V-Conclusión


    Nuestro Santo Padre el Papa León XIII, que no es ni un pequeño espíritu, ni un espíritu crédulo, recomienda a todos los sacerdotes del mundo, antes de dejar el altar, invocar a san Michel arcángel, con el fin de que arroje al infierno a Satanás y a los espíritus malignos que andan por el mundo para la perdición de las almas.

    La cuestión de los ángeles y de los demonios es pues de una actualidad emocionante.
    Vivimos inmersos en el mundo invisible; estamos entrelazados por una doble corriente angélica e infernal; mucho más, somos el objeto de una lucha encarnizada de influencias entre ángeles y demonios.
Una multitud de fenómenos internos y externos están relacionados con estos espíritus.
    Los ángeles son los reguladores íntimos de nuestra imaginación y de nuestra sensibilidad; y sabemos cuánto depende el ser humano entero de estas facultades. Nos sugieren pensamientos elevados y serenos, nos inspiran afecciones puras.

    En cambio los demonios buscan por todos los medios enturbiar nuestra imaginación, de descomponer nuestra sensibilidad, de excitar esas tormentas interiores donde zozobra, con la fe, toda moralidad.

    Lo que hacen los ángeles y los demonios en cada uno de nosotros, lo repiten a gran escala en el mundo.


 
La caída de Lucifer al Infierno



    Tal es la verdad sobre su papel: abramos los ojos para reconocer a nuestros amigos y nuestros enemigos; conciliemos el favor de los ángeles buenos, y pongámonos en guardia contra el maligno. Resístelo, nos grita santo Santiago, y huirá lejos de . Resistite diabolo et fugiet a vobis. 1



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BIBLIOGRAFÍA:


  1.  R. P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec approbation des Supérieurs   de la Congrégation olivétaine