Cuadernos
1943
Revelación
privada dada por Jesucristo
a
la Mística italiana María Valtorta
1
de mayo
Sábado,
11 horas
Dice
Jesús:
«¿Te
entristeces? Yo también. ¡Pobres niños! ¡Los pequeñuelos que Yo
amaba tanto y que deben morir así! ¡Y Yo que les acariciaba con una
ternura de Padre y de Dios que ve en el niño la obra de arte, aún
no profanada, de su creación! Los niños que mueren, matados por el
odio y entre un coro de odio.
¡Oh¡
¡que los padres y las madres no profanen, con sus imprecaciones, el
holocausto inocente de sus flores truncadas! Que sepan los padres y
las madres que ni una lágrima de sus pequeños, ni un gemido de
estos inocentes inmolados queda sin eco en mi Corazón. A ellos se
abre el Cielo, porque no se diferencian en nada de sus lejanos
hermanos, matados por Herodes por odio hacia Mí. También éstos han
sido matados por los malvados Herodes, custodios de un poder que Yo
les he dado para que lo usaran para el bien y del cual me deberán
rendir cuentas.
Yo
vendría por todos. Pero especialmente por éstos, recién
nacidos a la vida, don de Dios, y ya arrancados a la vida por la
crueldad, don del demonio. Pero sabed que para lavar la sangre
contaminada que ensucia la tierra, que es derramada con hastío y
maldición en hastío y maldición hacia Mí que soy el Amor, es
necesario este rocío de sangre inocente, el único que aún sabe
brotar sin maldecir, sin odiar, así como Yo, el Cordero, derramé mi
sangre por vosotros. Los inocentes son los pequeños corderos de la
nueva era, los únicos cuyo sacrificio, recogido por los ángeles, es
completamente agradable a mi Padre.
Después
vienen los penitentes. Pero después. Porque incluso el más
perfecto entre ellos arrastra en su sacrificio escorias de
imperfecciones humanas, de odios, de egoísmos. Los primeros en
la hilera de los nuevos redentores son los niños cuyos ojos se
cierran en un horror para reabrirse sobre mi Corazón en el Cielo.»
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