DEL BIEN DE LA GRACIA Y DEL MAL DE LA ENEMISTAD CON DIOS
Meditación 19 de San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia.
San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia, nos habla en su meditación 19: "Del bien de la gracia y del mal de la enemistad con Dios" acerca del tesoro infinito que significa la gracia divina en nuestras almas, haciéndonos amigos de Dios si cumplimos sus Mandamientos. Con los reyes o poderosos de este mundo, aunque se lograra hacerse amigos de ellos, nuestra alma se perdería porque en ellos no abunda mucho la virtud y están llenos de vanidad. Llegar a ser amigos de Dios significa gracias abundantes en este mundo para santificar nuestra alma y una eterna dicha en el otro. Solo el que es amigo de Dios puede entrar al cielo empíreo con su alma purificada. En cambio, los enemigos de Dios son rechazados por su maldad, en ellos no actúa la gracia divina para santificarlos, actúa Lucifer que ha jurado perder a toda la raza humana para llevarla al infierno. Gracias a nuestro Señor Jesucristo, el alma que vive en gracia de Dios es amiga, hija, esposa y templo del Espíritu Santo.
Amigos de Dios, en ellos fluye la gracia santificante.
El don de la gracia divina lo recibimos por los méritos de nuestro Señor Jesucristo. Los justos que vivieron antes de Cristo, sin nuestro Señor no hubieran recibido anticipadamente la ayuda necesaria para mantenerse en el bien y rechazar el mal. En la era cristiana se derraman abundantes gracias sobre la humanidad por el cruento sacrificio de Cristo en la Cruz y por su sacrificio incruento en los altares diariamente. Sin el santo sacrificio de la misa la humanidad solo debe esperar la tremenda justicia de Dios castigando por nuestros pecados, la grande ira de Dios irritada por no recibir la gran víctima propiciatoria por los muchísimos pecado de la humanidad. Con la gracia divina el cristiano devoto puede tener una suave paz aún en este mundo. Viviendo en gracia, el alma sencilla y humilde recibe un alto lugar en el cielo. No sucede así con el poderoso de este mundo, preocupado por los bienes terrenos no se acuerda de su Dios y del único que puede salvarlo; si logra salvarse será por los momentos en que vivió en gracia en su vida terrena y por acogerse a la gran misericordia divina antes de su muerte; su lugar en el cielo es muy diferente de aquél que se esforzó por agradar siempre a Dios, será el menor en el reino de los cielos.
Institución de la Eucaristía por Jesucristo. Sacrificio incruento, que junto con el cruento de la cruz aplacan la ira de Dios Padre por todos los pecadores. Así derrama su gracia sobre su porción santa de la humanidad.
Dios aborrece tanto el pecado que no puede dejar de mirar así. Pero, por su grande misericordia, no deja de advertir al pecador para que se convierta y no encuentre la muerte eterna en el infierno.
El alma que vive en desgracia es enemiga de Dios por el pecado y esclava de Satanás. La gracia divina ya no fluye sobre él, ya no recibe los dones para santificarse; el enemigo infernal actúa directamente sobre su alma impidiéndole realizar obras buenas, lo hace igual a él y lo induce a todo tipo de vicios y pecados. Viviendo con pecados mortales es abandonado por Dios y si no es por intervención divina su alma no disfrutará jamás de las dichas eternas. Basta un solo pecado mortal cometido para estar en desgracia de Dios y perder todos los beneficios para nuestra alma, uno solo es suficiente para ser condenados al infierno si Dios permite una muerte repentina sin tener tiempo de encomendar nuestras almas a su misericordia.
Sin Dios, el pecador se entrega de lleno a los vicios y a las pasiones.
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Mostramos
cómo los ángeles tienen un papel necesario en el gobierno general
del mundo. Dios creó los seres, dispuso las fuerzas, esparciendo las
semillas; los ángeles ponen en juego las fuerzas, vivifican las
semillas, y, entre el antagonismo de los elementos, entre la lucha
por la existencia, conservan las especies, mantienen el equilibrio
del mundo.
Estudiemos
más detenidamente su acción sobre los cuerpos: ¿de cuál
naturaleza es?
El
alma humana es el menor de los seres espirituales; esa es la razón
por la que está comprometida a un cuerpo que vivifica y que mueve.
Su energía vital y motriz se desarrolla toda en ese cuerpo al que
está unida. El sentido común nos obliga a admitir como un
principio fisiológico que no puede actuar a distancia sobre los
cuerpos extraños. Del mismo modo que sus informes se establecen con
los objetos externos por medio de los sentidos, de igual forma su
acción se produce fuera sólo por medio del cuerpo que le sirve de
instrumento. Esto es lo que prueba la unidad del ser humano. El alma
no actúa sola; actúa en el cuerpo y por el cuerpo; o más bien es
el hombre, compuesto de cuerpo y de alma, que actúa, y que actúa
humanamente.
Queremos
hoy establecer, según ciertas experiencias, la acción del alma a
distancia. Es una tesis a la vez contra la razón y contra el
experimento. El alma jamás pudo, por el simple esfuerzo de su
voluntad, transportar un objeto de un lugar a otro. Si fenómeno
igual se produce, hay que ver allí la intervención de una causa que
no es humana. ¿Si el alma tiene el poder de actuar a distancia, por
qué no usa ese poder cada vez que quiere?
Tiene el poder, pero no puede usarlo
Pero,
dejemos esta cuestión que nos llevaría demasiado lejos; si hacemos
hincapié en el alma humana, es para tener un punto de comparación
que destaque mejor el modo de acción de los ángeles sobre los
cuerpos.
El
alma humana es un espíritu unido a un cuerpo, y cuya virtud se
limita a vivificar y a mover ese cuerpo; el ángel es un espíritu
independiente y libre de toda mezcla material: su actividad como
consecuencia no es atada ni a un cuerpo ni a un punto del espacio, se
ejercita libremente sobre una superficie variable y más o menos
extendida.
Alma humana y Ángel
El
alma está únicamente en contacto con su cuerpo; el ángel puede
ponerse en contacto con una serie sucesiva de objetos, o incluso
simultáneamente con varios objetos colocados en su esfera de acción.
La
energía del alma, restringida por si misma, es agotada en cierto
modo por el acto sustancial de informar y de vivificar el cuerpo. La
energía del ángel, más grande sin comparación, no siendo empleada
en esta función vital, se despliega toda en fuerza impulsora de
incalculable potencia.
Esta
fuerza impulsora, dependiendo del grado de elevación del ángel que
la posee, se extiende a un número más o menos grande de objetos,
abraza una esfera más o menos amplia. Así, un ángel de orden
superior abrazará la tierra entera en su radio de actividad; otro
alcanzará sólo una serie determinada de objetos. Así es como un
faro, cuyo foco es más potente, extiende su luz en una
circunferencia mayor.
Es
por la aplicación de su potencia de iluminación e impulsora que los
ángeles están ligados a tal o tal lugar. No es su esencia
espiritual que está localizada, es su actividad. No están
incluidos en el lugar donde actúan; lo contienen más bien y lo
envuelven con su influencia y con su brillo (San Tomás).
Cuida la ciudad aunque no esté dentro de ella
La
prueba de que no están sujetos a un lugar como lo son los objetos
materiales, es que pueden llevar su acción de un punto a otro sin
pasar por los lugares intermedios. No pueden, es verdadero, alcanzar
al mismo instante varios lugares distintos, en una palabra
multiplicarse; pero pueden cambiar de lugar instantáneamente. Y así
el tiempo no es para ellos como para nosotros la duración del
movimiento, sino la sucesión de entornos en los que despliegan su
actividad.
Muy
interesante es la doctrina de san Tomás estableciendo que dos seres
espirituales cualquiera no pueden simultáneamente aplicar su energía
en el mismo lugar determinado. Esto nos muestra que la toma de
posesión de un lugar por un espíritu es algo completo y absoluto;
al pie de la letra lo ocupa, lo circunscribe y lo cumple. Ángel o
demonio, el sitio es bien guardado.
Continuemos
la comparación con el
alma humana. La
voluntad del hombre actúa exteriormente por ese instrumento que es
la mano. El ángel no tiene miembros que sean sus instrumentos
obligados; actúa por la simple aplicación de su voluntad sobre
un objeto. Así un ángel quiere,
siguiendo la expresión del Salvador, transportar una montaña,
detener la
tierra sobre su eje; por la fuerza
de su voluntad, lo haría.
Es
infantildiscutir que
un cuerpo solo puede influir sobre un cuerpo. La virtud espiritual de
los ángeles se ejerce
sobre los objetos materiales, debido a la superioridad de su
naturaleza; toman
probablemente por instrumento, así como lo dijimos, los fluidos
imponderables en los cuales son bañados todos los cuerpos. Los
ángeles no hacen nada sin motivos; podrían, de
ser necesario, alterar
con extrema
facilidad
los mares y los continentes; les basta con mantener toda cosa en su
sitio y en su órbita.
La
acción de los espíritus sobre los cuerpos nos hace hablar de
apariciones de los ángeles bajo forma humana, tan frecuentes en el
Antiguo Testamento. Eran la mayoría de las veces pasajeras; a veces
sin embargo; así como lo muestra la historia de Tobías, se
prolongaban bastante para que el ángel, conversando en medio de los
hombres, diera a todos la ilusión de un personaje realmente humano.
Tobías y su familia con un ángel con aspecto de hombre
Para
aparecer así, los ángeles se formaban cuerpos, los adaptaban como
un vestido, se servían de ellos como de un instrumento, pero no
contraían con ellos una unión sustancial como es la unión de
nuestra alma con su cuerpo. Simplemente eran pues los motores de esos
cuerpos de préstamo; no ejercían propiamente en ellos función
vital; una vez cumplida
su misión, los
cambiaban
en los elementos materiales de los cuales los habían sacado.
Tal es la enseñanza de la teología sobre estas
conmovedoras epifanías de espíritus celestes.
Para
ver el video: "La acción de los espíritus sobre los cuerpos",
del libro: "Ángeles y demonios", del Reverendo Padre Dom
Bernard-Marie Maréchaux dar clic en la siguiente figura:
VIDEO:
BIBLIOGRAFÍA:
R.
P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec
approbation des Supérieurs de
la Congrégation olivétaine
La
acción de los espíritus en la creación depende de la acción de
Dios, y les es subordinada. Conviene pues ante todo establecer y
reservar la parte esencial de la acción divina en el orden general
del mundo. Lo mismo que el ser de todas las cosas viene de Dios, el
movimiento inicial imprimido a todas las cosas proviene únicamente
de Dios. No se contentó con crear; Él conserva la creación por una
acción continua que es una prolongación de la influencia creadora.
Íntimamente está presente en todos los seres que sin Él recaerían
en la nada. Del mismo modo les comunica a todos una virtud que los
hace moverse y actuar cada uno según su capacidad; virtud secreta,
soberanamente eficaz, derramada por todas partes, y sin la cual el
universo volvería a la inmovilidad.
Por
otra parte cada ser tiene en si mismo el principio del movimiento, o
por lo menos una aptitud para ser movido. Así el animal tiene
facilidad de fuerza motriz; la planta tiene la facultad para
desarrollarse; la roca es atraída por la gravedad. Esta aptitud para
ser movido, esta potencia más o menos rudimentaria de moverse, se
traducen en movimientos variados, por transformaciones sucesivas,
gracias a esta virtud divina de la que hablamos, y la que pone por
todas partes la actividad y la vida.
Entonces,
dirán ustedes, todo se explica muy bien sin la intervención de los
ángeles. Dios pone en movimiento las fuerzas naturales, y éstas
recorren su trayectoria bajo el impulso recibido; los ángeles no
tienen que hacer nada, allí dónde Dios actúa directamente. - No
nos engañemos: Dios actúa como primer y universal motor; los
ángeles actúan como motores segundos y particulares: su acción se
subordina a la acción divina, lo aplica en cierto modo y la
especifica. Expliquemos esto con un ejemplo familiar. Lanzo una bola:
es por la virtud de Dios que mi brazo actúa, es por la misma virtud
que la bola sigue el impulso dado: sin embargo es evidente que mi
brazo es el motor de la bola. Es así, si está permitido comparar
las grandes cosas con las pequeñas, así es como los ángeles están
en movimiento, gracias a la virtud divina, y las esferas celestes y
todas las fuerzas vivas de la naturaleza. Son los motores segundos
subordinados al primer motor que es Dios.
Tierra y Luna en movimiento gracias a la virtud divina, un Ángel cuida sus órbitas
Su
naturaleza espiritual siempre en movimiento los hace tan propios a
esta función, y los objetos corporales necesitan tanto ser
solicitados y puestos en movimiento por una actividad exterior, que
santo Tomás plantea claramente este axioma: es necesario que la
criatura corporal sea impulsada por la espiritual, los oportet quod
oportetquod creatura corporalis a spirituali moveatur
(Sum. Prim. Pars q. CX, a. 1, ad prim.).
Los
ángeles no son solo los motores de los seres corporales; son todavía
encargados de dirigir y de coordinar sus movimientos respectivos, de
tal modo que no hay ninguna confusión, y que todo queda en el
equilibrio que es la paz de la naturaleza inanimada. Demos algunos
ejemplos.
Los
físicos descubrieron esta ley que todo movimiento puede
transformarse en calórico, y recíprocamente que todo calórico
puede transformarse en movimiento. El estado del mundo se basa pues
en el reparto justo del movimiento y del calórico en todas sus
partes. ¿Pero cuál es la fuerza inteligente que dirigirá este
reparto, si no algún espíritu angélico?
Ponga
su atención en la cantidad innumerable de semillas que se disputan
el suelo de la tierra. ¿No hace falta que su distribución y su
germinación sean sometidas a ciertas leyes, para que las especies
útiles no desaparezcan delante de la multiplicación ilimitada de
las parásitas? ¿Entonces, cuál es, lo repetimos, la fuerza
inteligente que vela por la ejecución de estas leyes preservadoras,
si no es la energía de los seres espirituales encargados por Dios de
la administración de este mundo?
Podríamos,
multiplicar estos ejemplos; sería inútilmente. Basta un momento de
reflexión para comprender que el universo no pueda ser entregado a
las fuerzas ciegas que surgen de la materia, y que estas fuerzas,
para la armonía de todo, deben ser contenidas y dirigidas por
fuerzas inteligentes. Ponga como una ley, si bien le parece, la lucha
por la existencia; pero admita la intervención en esta lucha de una
potencia moderadora que emana de Dios y que se ejercita por el
ministerio de los santos ángeles. Gracias a ella, la lucha está
circunscrita en límites prudentes, suprime cierta superfluidad, no
va al exterminio de las especies.
Estas
verdades tienen para ellas el testimonio de toda la antigüedad. Los
filósofos Platón y Aristóteles edificaron diversos sistemas de la
intervención de los espíritus como los moderadores de las cosas
terrestres. Instruidos por la Biblia, los Padres de la Iglesia, sin
extraviarse en sistemas vanos, fueron todavía más afirmativos y más
precisos. Orígenes, en un curioso pasaje relativo a la burra de
Balaam, dice que el mundo necesita ser administrado por los ángeles,
y que tienen la intendencia sobre los animales mismos, proveyendo a
su multiplicación así como a la vegetación de las plantas y de los
árboles. San Agustín dice, por su parte, que cada especie distinta
de uno de los reinos de la naturaleza es gobernada por una potencia
angélica.
Ángel haciendo que la burra proteste a Balaam por su maltrato
San
Agustín no lanzó esta afirmación a la aventura. El Apocalipsis,
menciona al ángel que tiene potencia sobre el fuego (XIV, 18); y el
ángel de las aguas (XVI, 5). Esto nos da a entender que hay un ángel
encargado de moderar la potencia terrible y devastadora del fuego;
que hay lo mismo un ángel encargado de ajustar la distribución de
las aguas ya sea en las nubes, en las corrientes de las montañas,
en los ríos, o en los mares.
Una
pregunta que queda por esclarecer; ¿hasta dónde se extiende
el poder de los espíritus angélicos? Ponen en movimiento todo, esto
es admitido. ¿Pueden producir seres corporales, y producirlos sin
emplear alguna semilla? Santo Tomás responde negativamente. Según
él, los ángeles, y generalmente los seres espirituales involucrados
en el movimiento de este mundo, no pueden crear semillas, ni producir
de toda pieza un animal o una planta. Su poder sólo utilizará
semillas preexistentes para obtener los seres que están contenidos
en las mismas. En una palabra no toman el sitio de los agentes
naturales, y no suplen su acción que sigue siendo necesaria; sólo
ponen en movimiento a estos agentes de manera muy oculta y muy sutil,
y sólo desarrollan su acción con una rapidez que da la ilusión de
una creación o de una producción instantánea. Es así, para dar un
ejemplo, que hay que explicar los prodigios operados por Moisés y
por los magos de Faraón, tales como el Éxodo nos los cuenta (VII,
VIII). Moisés y los magos hacen salir del río legiones
innumerables de ranas. Moisés convierte el polvo en insectos, lo que
los magos no pueden imitar. Moisés actuaba por la virtud de los
ángeles buenos, los magos operaban por la potencia de los demonios.
Ni el primero, ni los segundos actuaron por vía de creación o de
generación espontánea. Los ángeles buenos, como los malos, se
limitaron en esta circunstancia a vivificar larvas que sutilmente
habían recogido y amontonado; Dios solamente quiso que el poder de
los ángeles buenos se hiciera evidente sobre la poder de los
demonios.
Moisés y la plaga de ranas
En
suma, la acción de los espíritus se parece a la de los hombres,
pero incomparablemente con más sutileza. Los hombres utilizan las
fuerzas de la naturaleza y derivan efectos maravillosos. No se
contentan con tomar semillas y con hacerlas crecer centuplicadas en
terrenos bien preparados para recibirlas, de hacer rendir a los
árboles de frutos buenos por el injerto y el tamaño; se apoderan
aún de esas fuerzas imperceptibles que nombran el vapor y la
electricidad, los controlan, los hacen servir a todas sus
necesidades, por no decir a todos sus caprichos.
Esto
nos hace ver hasta donde puede penetrar la influencia dirigente de
los ángeles. Teniendo como fuerza motriz una energía espiritual que
afecta a lo íntimo de la materia y a sus calidades más secretas,
podrían sacar de la creación los efectos más extraordinarios y
trastornar todo y transformarlo en un santiamén, si su papel no
consistiera precisamente en mantener el orden providencial en el
mundo por el funcionamiento regular de las fuerzas de toda clase que
están allí en juego.
Y
que nadie diga que el ángel, por lo mismo que es un espíritu, no
puede entrar en contacto con la materia. Esta objeción no tiene
ningún valor a los ojos de la fe y de la razón, que reconocen a
Dios como el motor necesario del mundo y el alma como el motor de su
propio cuerpo. Precisamente porque el ángel es un espíritu, es
capaz de apoderarse de estos imponderables, de este éter luminoso,
de este calor latente, que la ciencia moderna nos presenta como los
grandes agentes físicos del globo. Estamos convencidos de eso, es
por medio de las fuerzas sutiles que los ángeles conducen la
maquinaria mundial; y estas fuerzas, siendo ciegas por si mismas
reclaman su dirección inteligente (1).
Para
ver el video: "La acción de los espíritus sobre la
naturaleza", del libro: "Ángeles y demonios", del
Reverendo Padre Dom Bernard-Marie Maréchaux dar clic en la siguiente
figura:
VIDEO:
BIBLIOGRAFÍA:
R.
P. Dom Bernard-Marie Maréchaux, Ángels et Demons, Avec
approbation des Supérieurs de
la Congrégation olivétaine
San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia.
San Alfonso María de Ligorio nos habla en su meditación 17: "Abuso de la Misericordia Divina", de que debemos temer la justicia divina antes de pecar y después del pecado esperar la misericordia divina. El pecador no debe pecar pensando en que Dios es misericordioso y todo lo perdona, porque así se ofende a la misericordia y es cuando Dios ejerce su justicia; si se ofende a la justicia podemos implorar la misericordia de Dios pero no al contrario. Dios maldice al que peca esperando perdón.
La lujuria tienta al pecador, al fondo esta el destino del lujurioso
Muchos pecadores dicen: voy a pecar y después me confesaré; así pensaron muchos y están condenados, no se debe abusar de la bondad de Dios. Dios es misericordioso, todo lo perdona si hay verdadero arrepentimiento en el corazón del pecador. Pero, el pecador que abusa de la misericordia divina difícilmente encontrará ese dolor por haber ofendido a Dios, su arrepentimiento no será sincero, hará las cosas como algo que debe hacerse para no condenarse, si no hay una verdadera contrición de los pecados cometidos no son efectivas sus confesiones, son mal hechas, debe tener arrepentimiento sincero por haber ofendido a Dios y odiar el pecado. Al menos le ayudaría una contrición imperfecta: que sintiera temor por la condenación eterna, así Jesucristo lo ayudaría a salvarse. Pero ¿puede un pecador endurecido en el pecado tener arrepentimiento sincero o temor de la condenación eterna si hace las cosas en esa forma?... no puede, porque el demonio se apodera de su voluntad y es enemigo de Dios por el pecado, solo la intervención divina podrá ayudarle.
Queriendo conocer lo oculto, adivinación, todos son pecadores. "Los ladrones y adivinos no entraran al reino de los cielos" y "las personas que los consultan".
Dios espera para que el pecador se arrepienta de su mal proceder y abandone los caminos del pecado. Él espera mucho tiempo, pero no espera toda la vida del pecador o hasta que el pecador se harte de pecar... esto nunca sucede, más peca. Si ve que el tiempo concedido para enmendarse se agota y que no ha servido para llorar sus pecados, sino al contrario para acrecentarlos, se llega el tiempo de la justicia y entonces castiga, lo hace en dos formas: o envía la muerte al pecador, que así muere sin arrepentirse o bien le priva de las gracias abundantes, con la que le queda podría salvarse, pero sigue pecando y no se salva. Le quita los remordimientos de conciencia, el temor, lo deja sumido en tinieblas, porque ya no fluye la gracia en abundancia y es cuando penetran los vicios. Lo dejará vivir sin castigarle y eso será su mayor castigo, porque no habrá nada de sufrimiento que lo haga recapacitar y dolerse de sus pecados... esta misericordia de Dios es más terrible que cualquier ira. Aquí es cuando vemos que los malos en este mundo prosperan, todo les resulta, no tienen sufrimientos... infeliz de aquél que envidia tal prosperidad y los imita en su proceder.
Amantes asesinados por el marido, no pudieron arrepentirse con muerte tan repentina.
El pecador que abusa de la misericordia divina, que piensa que puede seguir pecando y después se arrepentirá debe darse por condenado. Si no da frutos abundantes en esta vida, que le sirvan para salvación de su alma, será castigado. Logrará que la divina misericordia se cambie en justicia y sufra su indignación... si Dios le envía la muerte al pecador y éste muere sin arrepentirse aún así será misericordia divina, al no permitir que el pecador acumule más pecados teniendo una larga vida y que su castigo en el infierno sea mas terrible.
Viejo en mañas y vicios, con otro joven igual a él. Mujeres que inducen a otras a hacerse como ellas. ¡Todo les resulta! La gracia abundante de Dios cesa en ellos.
Para leer el e-book, imprimir o descargar el archivo pdf, de la meditación escrita 17 de San Alfonso María de ligorio: "Abuso de la Divina Misericordia", dar click en el siguiente enlace:
Artículo
11º del Credo de los Apóstoles, explicado por San Tomás de Aquino,
Doctor de la Iglesia
En
el día del juicio final, nuestro Señor Jesucristo resucitará con
su inmenso poder a todos los hombres que han habitado la Tierra
durante todas las eras antiguas, las épocas modernas y las futuras.
Los Ángeles de Dios apartarán los malos de los buenos, los buenos
resucitarán para la vida y los malos para la condenación eterna.
Los buenos irán al cielo con su cuerpo glorioso para alabar a Dios y
ser dichosos en ese lugar de delicias por toda la eternidad. Los
malos resucitarán con su cuerpo de condenación para yacer junto a
los demonios en el lago de fuego del infierno por siempre, mientras
Dios sea Dios.
A
continuación se muestra la explicación que el Doctor Angélico,
San Tomás de Aquino, da sobre el artículo 11º del Credo de los
Apóstoles:
La Resurrección de la Carne
No
sólo santifica el Espíritu Santo la Iglesia en cuanto a las almas,
sino que por su virtud resucitarán nuestros cuerpos. Rom 4, 24:
"Creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos, Jesucristo
Señor Nuestro". Y Cor 15, 21: "Porque habiendo venido por
un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de
los muertos". Por lo cual creemos, conforme a nuestra fe, en la
futura resurrección de los muertos.
Cuatro
cosas se pueden considerar acerca de esto. La primera es la utilidad
que proviene de la fe en la resurrección. La segunda son las
cualidades de los resucitados, en cuanto a todos en general. La
tercera, cuáles serán las cualidades de los buenos. La cuarta, en
cuanto a los malos en especial.
Acerca
de lo primero debe saberse que de cuatro maneras nos son útiles la
fe y la esperanza de la resurrección.
En
primer lugar, para que desaparezca la tristeza que abrigamos por los
muertos. Es ciertamente imposible que el hombre no se duela por la
muerte de un ser querido; pero por esperar su resurrección, mucho se
modera el dolor de su muerte. I Tes 4, 13: "Hermanos, no
queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para
que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza".
En
segundo lugar, se suprime el temor a la muerte. Porque si el hombre
no espera otra vida mejor después de la muerte, indudablemente debe
ser muy temida la muerte, y el hombre debería hacer cualquier mal
con tal de no tropezar con la muerte. Pero como creemos que hay otra
vida mejor, a la cual llegaremos después de la muerte, es claro que
nadie debe temer la muerte, ni por temor a la muerte hacer algún
mal. Hebr 2, 14-15: "para aniquilar por la muerte al señor de
la muerte, esto es, al diablo, y libertar a cuantos, por temor a la
muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud".
En
tercer lugar, nos hace solícitos y atentos en hacer el bien. Pues si
la vida del hombre fuese tan sólo esta en que vivimos, no habría en
los hombres gran aplicación en obrar bien, porque cualquier cosa que
hiciesen sería poca cosa por no ser su anhelo por un bien limitado
conforme a un tiempo determinado sino por la eternidad. Pero como
creemos que, por lo que aquí hacemos, recibiremos los bienes eternos
en la resurrección, tratamos de obrar bien. I .Cor 15, 19: "Si
solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo,
somos los más desgraciados de todos los hombres".
En
cuarto lugar, nos aparta del mal. En efecto, así como la esperanza
del premio incita a obrar bien, así también el temor a la pena, que
creemos se reserva para los malos, nos aparta del mal. Juan 5, 29: "Y
los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida; pero los que
hayan hecho el mal, para la resurrección de condenación".
Acerca
de lo segundo debemos saber que en cuanto a todos habrá una
cuádruple condición.
La
primera es en cuanto a la identidad de los cuerpos que resucitarán.
Porque el mismo cuerpo que ahora es, con su carne y sus huesos
resucitará, aunque algunos dijeron que este cuerpo que ahora se
corrompe no resucitará, lo cual es contra lo que dice el Apóstol.
Pues dice en I Cor 15, 53: "En efecto, es necesario que este ser
corruptible se revista de incorruptibilidad". Y la Sagrada
Escritura dice que por el poder de Dios el mismo cuerpo resurgirá a
la vida: Job 19, 26: "De nuevo seré recubierto con mi piel, y
con mi carne veré a Dios".
La
segunda condición será en cuanto a la cualidad, porque los cuerpos
de los resucitados serán de cualidad distinta de la que ahora son:
porque lo mismo en cuanto a los bienaventurados que en cuanto a los
malos, los cuerpos serán incorruptibles, porque los buenos estarán
siempre en la gloria, y los malos siempre en sus tormentos. I Cor 15,
53: "Es necesario que este ser corruptible se revista de
incorruptibilidad, y que este ser mortal se revista de inmortalidad".
Y como el cuerpo será incorruptible e inmortal, no habrá uso de
alimentos ni de unión sexual. Mt 22, 30: "En la resurrección
no se tomará ni mujer ni marido, sino que serán como los ángeles
de Dios en el cielo". Y esto es contra lo que dicen judíos y
sarracenos. Job 7, 10: "No volverá más a su casa".
La
tercera condición es en cuanto a la integridad, porque todos, buenos
y malos, resucitarán con toda la integridad que pertenece a la
perfección del hombre; así es que no habrá allí ni ciego ni cojo,
ni defecto alguno. Dice el Apóstol en I Cor 15, 52: "Los
muertos resucitarán incorruptibles", esto es, sin que puedan
padecer las actuales corrupciones.
La
cuarta condición es en cuanto a la edad, porque todos resucitarán
en la edad perfecta, o sea, de treinta y tres o treinta y dos años.
La razón de ello es que los que no llegaron a ella no tienen la edad
perfecta, y los ancianos la pasaron ya, por lo cual a los jóvenes y
a los niños se les agrega los que les falta, y a los ancianos se les
restituye. Ef 4, 13: "Hasta que lleguemos todos al estado de
hombre perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo".
Acerca
de lo tercero debemos saber que en cuanto a los buenos será una
gloria especial, porque los santos tendrán cuerpos glorificados en
los que habrá una cuádruple condición.
La
primera es la claridad: Mt 13, 43: "Los justos brillarán como
el sol en el Reino de su Padre". La segunda es la impasibilidad:
I Cor 15, 43: "Se siembra (el cuerpo) en la vileza, y resucitará
en la gloria"; Apoc 21,4: "Enjugará Dios toda lágrima de
los ojos de ellos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni
gemidos, ni dolor porque el primer estado habrá pasado". La
tercera es la agilidad: Sab 3,7: "Los justos resplandecerán, se
propagarán como chispas en rastrojo". La cuarta es la sutileza:
I Cor 15, 44: "Se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo
espiritual": no que sea completamente espíritu, sino que estará
totalmente sujeto al espíritu.
Acerca
de lo cuarto debemos saber que la condición de los condenados será
contraria a la condición de los bienaventurados, porque en ellos
habrá un castigo eterno, en el cual se dará una cuádruple mala
condición. En efecto, sus cuerpos serán oscuros: Isaías 13, 8:
"Son los suyos rostros calcinados". Además, serán
pasibles, aunque nunca se corromperán, porque arderán eternamente
en el fuego y nunca serán consumidos: Isaías 66, 24: "Su
gusano no morirá, su fuego no se apagará". Además, serán
pesados, pues sus almas estarán allí como encadenadas: Salmo 149,
8: "Para trabar con grillos a sus reyes". Además, sus
almas y sus cuerpos serán de cierta manera carnales: Joel I, 17: "Se
pudrirán las bestias de carga en sus inmundicias".
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Para
ver el video de la Explicación de San Tomás de Aquino
del Artículo 11 del Credo de los Apóstoles: "La Resurrección
de la Carne”, dar clic en la siguiente imagen:
San Alfonso María de Ligorio nos habla en su meditación 16: “Misericordia de Dios”, sobre la gran misericordia de Dios, que es inmensa y perdona siempre al pecador que con corazón contrito se arrepiente, se aparta del pecado y se convierte para siempre a Él. Por su grande amor al pecador lo castiga, haciéndose violencia pues no es así la naturaleza Divina; Dios le muestra cuanto odia el pecado para que se arrepienta y así lo libera de la pena eterna, de su justa ira por ofender a un Dios tan grande y misericordioso.
Jesucristo por su gran amor y misericordia busca la oveja perdida
Dios muestra, durante toda la vida del pecador, esa gran misericordia: con inspiraciones, con pláticas santas, con consejos de un familiar o amigo, con lecturas piadosas, con tribulaciones, con la muerte de ese familiar o amigo, con remordimientos de conciencia. Llama al pecador a penitencia, con todo lo anterior, para que no perezca en las llamas eternas por haber perdido la amistad divina, siempre lo busca y hace hasta lo imposible para mostrarle su amor, para decirle que porqué quiere condenarse al estar apartados de Él y de sus mandamientos.
Dios busca a Adán no solo para reclamarle el haber desobedecido, sino para llamarlo a Él y mostrarle su tierno amor de Padre
La misericordia de Dios es tan grande que si el peor de los pecadores se convierte, aunque sea el más vil, el más inhumano, el más desalmado, inmediatamente recibe la amistad de Dios y lo ayuda con su gracia para perseverar. Dios promete olvidar para siempre todos los pecados cometidos por el pecador, le ofrece su amor, lo colma de bendiciones. Su alma enrojecida como la grana, por el pecado, será emblanquecida como la nieve, tal es la bondad, el amor inmenso de Dios, su inmensa misericordia.
El padre del hijo pródigo es imagen de Dios misericordioso y amoroso
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SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, DOCTOR DE LA IGLESIA
San Alfonso María de Ligorio nos dice en su meditación 15: "Malicia del pecado mortal", de la absurda temeridad e ignorancia con la cual un pecador se atreve a desobedecer a Dios, Ser infinito, Santísimo, Purísimo, Bondad infinita, aborrecedor del pecado y no menos del pecador que lo comete. El hombre es una miserable criatura, que si no fuera por el amor de Dios y su inmensa misericordia no hubiera sido llamado a la existencia para ser llevado algún día a la Gloria y habitar con Dios. Al cometer el pecado lo hace con gran malicia , ya que lástima e injuria al mismo Dios que tanto lo ama, si tuviera la visión de Dios lo amaría tanto que no realizaría el pecado, pero no es digno de ver a Dios frente a frente, ningún hombre lo es.
El pecado cometido por el pecador entristece a Dios.
La proxeneta. Todos ellos pecando mortalmente.
Ni todos los hombres juntos, ni siquiera todos los ángeles celestiales, que se inmolarán o aniquilaran son capaces de satisfacer a Dios por un solo pecado mortal. Tan grande es la ofensa que el pecador comete contra Dios, que ni aún el desgraciado condenado en el infierno sufre lo que debiera por sus pecados.
El Hijo de Dios, Jesucristo, es el único capaz de satisfacer a Dios por nuestros pecados.
Dios se hizo hombre para salvarnos, Jesucristo el Hombre-Dios, tanto sufrió por nosotros.
Al pecar no solo se le ofende a Dios sino que además se le deshonra; se le da más importancia al mísero placer o deleite por el que se peca momentáneamente a Dios. Se le injuria en su misma presencia, pues Dios es omnipresente y nada escapa a su vista. Dios se merece todo nuestro amor, agradecimiento y adoración; ni siquiera debemos ofenderle con un simple pecado venial.
Nada queda oculto a Dios.
El pecador prefiere el gozo de un momento a Dios. Si muere con violencia no tendrán tiempo de arrepentirse.
El corazón de Dios es afligido y se llena de amargura cuando el pecador se atreve a echar a Dios de su alma cometiendo el pecado mortal, instantáneamente pierde la gracia divina. Dios no puede habitar en un alma manchada por el pecado, inmediatamente sale de nuestro cuerpo y alma. Es entonces cuando el demonio entra en el alma del pecador. Es cuando nos hacemos enemigos de Dios por el pecado y amigos del demonio. La gracia de Dios no esta más en nuestras almas para santificarnos, quedamos a merced del demonio y su maligna influencia y si no es por intervención divina no saldremos de ese estado que nos conducirá al infierno.
Ellos son enemigos de Dios por el pecado y amigos del demonio.
Dios ayuda hasta al pecador endurecido en el pecado, de este depende su propia salvación.
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