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viernes, 6 de diciembre de 2013

LIMBO DE LOS NIÑOS

DESTINO DE LOS NIÑOS SIN BAUTIZO


¿A donde van las almas de los niños que mueren pequeños o  abortados?

VIDEO


 
Madre llorando a su pequeña niña  muerta


 El LIMBO DE LOS NIÑOS


Los niños pequeños o abortados que mueren sin bautismo tienen el pecado original que les deforma sus almas haciéndolas horribles. No pueden ir al Cielo porque nada manchado entrará al Lugar Santo de Dios. Pero, por justicia Divina, Dios no los arroja  al infierno porque ellos no tienen la culpa del pecado  de sus padres, heredado de Adan y Eva. No sufren, no gozan, porque ellos no tienen pecado adquirido por si mismos. Para ellos, Dios tiene un lugar: El Limbo de los Niños; ellos piensan que no existe un lugar mejor, un paraíso en donde disfruten y vivan gozando de sus delicias.
 
 
Almas de los niños manchadas con el pecado original

Dios, nuestro Señor, es misericordioso y bueno. Quiere que también ellos disfruten algún día en el Cielo. Para ello, nos da la oportunidad de ayudarles  dándoles el Bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y les ayudemos celebrando misas por ellos, orando para que nuestro Señor Jesucristo les purifique y les de el "bautizo de amor" para que entren al Cielo y gocen eternamente en su presencia. ¿No harías ese gran acto de caridad ayudándoles? Inclúyelos en tus oraciones,  para que nuestro señor Jesucristo les bautice por amor.

EXISTENCIA DEL LIMBO DE LOS NIÑOS


Además del video anterior, he aquí algunas referencias de visiones de Santos de la Iglesia Católica que confirman la existencia del Limbo:


I. Santa Perpetua. En el escrito “Passio SS. Perpetuae et Felicitatis” sobre el martirio de estas dos santas del Norte de África, ocurrido en Cartago el año 203. Existe el único documento martirial escrito por puño y letra de Perpetua, en donde hay un fragmento que dice:
A los pocos días mientras estábamos en Oración, súbitamente se me escapó la voz y nombré a Dinócrates. Me quedé pasmada porque nunca me había venido a la mente, sino hasta ese momento.

Y sentí compasión al recordar cómo había muerto. También comprendí que yo era digna y que debía orar por él. Empecé a hacer mucha Oración por él y a gemir delante del Señor. Seguidamente aquella misma noche tuve esta visión: Vi a Dinócrates salir de un lugar tenebroso, donde también había muchos otros. Venía sofocado por el calor y sediento. Con un vestido sucio y rostro pálido. Llevaba en la cara la herida que tenía cuando murió. Dinócrates era mi hermano carnal de siete años de edad. Murió de un cáncer tan terrible en la cara, que daba asco al mundo.
 

Visión del alma de niños en el
Limbo: vestido sucio y rostro pálido



Yo hice Oración por él. Pero entre él y yo había una gran distancia, de tal manera que  era imposible acercarnos el uno al otro. Además en el mismo lugar en que estaba Dinócrates, había una piscina llena de agua, pero el borde estaba más alto que la estatura del niño. Dinócrates se estiraba como si quisiera beber. Yo me afligía al ver la piscina llena de agua, pero con el borde demasiado alto para que pudiera hacerlo y beber hasta saciarse. Entonces me desperté y comprendí que mi hermano estaba sufriendo, pero confiaba en que podría aliviar sus sufrimientos. Por esto, oraba por él todos los días. Hasta que fuimos trasladados a otra cárcel, porque debíamos combatir en los Juegos Militares, para celebrar el cumpleaños del César. Y continué orando por él, día y noche, con gemidos y lágrimas para alcanzar la gracia.

El día que estuvimos en el cepo, tuve una nueva visión: Vi el lugar que había visto antes y a Dinócrates limpio de cuerpo, bien vestido y lleno de alegría. Donde antes tenía la llaga, vi solo una cicatriz. El borde de la piscina estaba más bajo y llegaba hasta el ombligo del niño. Sobre el borde había una copa de oro, llena de agua. Dinócrates se acercó, bebió, pero la copa no se agotaba nunca. Saciada su sed, se retiró del agua y se puso a jugar, gozoso, como lo suelen hacer los niños. En esto me desperté y comprendí que ya no sufría."



II. Santa Brígida de Suecia  recibió muchas revelaciones de Nuestro Señor Jesucristo, aquí se muestra la doctrina de la Virgen María sobre la caridad y el amor, con su ejemplo de las cuatro ciudades que significan el lugar donde habitan las almas en este mundo y en el otro. El tema que estamos tratando de explicar es el lugar a donde van los niños que mueren sin bautizar, aquí esta el párrafo en el cual se refiere la Virgen a esa ciudad,  el limbo:

"Pues en todas partes dispone Dios todas las cosas con justicia y equidad, hasta en el infierno, a fin de que sean castigados de un modo los que pecaron por malicia, de otro los que pecaron por flaqueza, y de otro los que murieron con solo la mancha del pecado original; cuyo castigo, aunque consiste en carecer de la vista de Dios y de la luz de sus escogidos, se acercan, no obstante, al bien y la misericordia, porque no son atormentados con penas, porque ni desearon ni obraron mal. Pues si Dios no lo dispusiese todo en número y medida, jamás se cansaría el demonio de atormentar a los condenados."


Almas manchadas, por el pecado
original, que no gozan de la visión beatífica



Incluyo todo el capítulo completo de la doctrina que la Virgen María dió a Santa Brigida sobre la caridad y el amor al prójimo:


"Gran doctrina de la Virgen María, sobre la caridad y amor de Dios, con un maravilloso ejemplo de cuatro ciudades, en las que se significan el limbo, el purgatorio, el infierno y el cielo.


LIBRO 3 - CAPÍTULO 16

 

Hija, ¿me amas?, le dice Nuestra Señora a santa Brígida. Y responde la santa:
Enseñadme, Señora, a amar, porque mi alma está manchada con falso amor y seducida con mortífero veneno, por lo cual no puede comprender el verdadero amor.

Yo, le dijo Nuestra Señora, te quiero enseñar con un ejemplo de cuatro ciudades, en las que hay cuatro modos de amar, aunque no todos merecen el nombre de amor, sino donde Dios y el alma se unen en verdadera comunión de virtudes.

La primera ciudad es, de prueba y noviciado y es el mundo, en el cual está puesto el hombre, para probarse si ama a Dios o no, para experimentar su flaqueza y para adquirir virtudes con las que vaya a la gloria, a fin de que purificándose en la tierra, sea más gloriosamente coronado en el cielo. En esta ciudad hay amor desordenado, cuando se ama al cuerpo más que al alma; cuando se desea con mayor anhelo lo temporal que lo espiritual; cuando se honra al vicio y se menosprecia la virtud; cuando gusta más la peregrinación que la patria adonde se camina, y cuando se teme y se honra más a un hombrecillo mortal, que a Dios, que ha de reinar para siempre.

La segunda ciudad es de purificación, donde se lavan las manchas del alma; porque quiso Dios disponer estos lugares en que se purificase el que había de ser coronado, pues cuando tuvo libertad se ensoberbeció y fué negligente, aunque siempre con temor de Dios. En esta ciudad hay un amor imperfecto, porque se ama a Dios con la esperanza de salir del cautiverio, mas no por sólo el fervor del cariño, sino por el pesar y amargura al satisfacer los pecados.

La tercera ciudad es de dolor y allí está el infierno. En esta ciudad se ama toda maldad y desenfreno, toda envidia y obstinación, y también en ella reina Dios por el orden que observa en su justicia, por la medida con que ejecuta sus castigos, por la manera de refrenar la malicia del demonio, y por la equidad que guarda según los delitos de cada uno. Porque como unos condenados pecaron más y otros menos, así también tienen términos respectivos las penas y recompensas; pues aunque todos están allí en tinieblas, hay diferencia de tinieblas a tinieblas, de horror a horror, y de fuego a fuego.

Pues en todas partes dispone Dios todas las cosas con justicia y equidad, hasta en el infierno, a fin de que sean castigados de un modo los que pecaron por malicia, de otro los que pecaron por flaqueza, y de otro los que murieron con solo la mancha del pecado original; cuyo castigo, aunque consiste en carecer de la vista de Dios y de la luz de sus escogidos, se acercan, no obstante, al bien y la misericordia, porque no son atormentados con penas, porque ni desearon ni obraron mal. Pues si Dios no lo dispusiese todo en número y medida, jamás se cansaría el demonio de atormentar a los condenados.

La cuarta ciudad es el cielo, donde reside el amor perfecto y bien ordenado, en la que no se desea nada sino a Dios y por Dios. Para que llegues, hija mía, a la perfección de esta última ciudad, has de tener cuatro condiciones en tu amor, a saber: bien ordenado, puro, verdadero y perfecto. Amor bien ordenado es cuando se ama el cuerpo no más que para sustentarlo; cuando se ama el mundo para lo indispensable y no para lo superfluo; cuando se ama al prójimo por Dios, al amigo por la pureza de vida, y al enemigo por la remuneración que Dios da al que así obra. Amor puro es, cuando no se ama el vicio mezclado con la virtud, cuando se abandona la mala costumbre y cuando no se trata de cubrir con excusas el pecado.

Amor verdadero es, cuando se ama a Dios de todo corazón y con todo cariño; cuando en todas las acciones se tiene presente la honra y temor de Dios; cuando ni aun con la confianza de que se hacen otras buenas obras se comete el pecado más leve; cuando prudentemente se modera cada cual a sí mismo para no desfallecer por el excesivo fervor, y cuando por la pusilanimidad en las tentaciones, o por flaquear en ellas, no se desciende al pecado. Amor perfecto es, cuando en nada sino en Dios, halla el hombre gusto y dulzura.
Este amor principia en el mundo y tiene su complemento en el cielo.

Tú, hija, has de tener amor verdadero y perfecto, porque todo el que lo tuviere imperfecto y mezclado con otro, ha de ir al purgatorio, aunque sea cristiano, aunque sea fervoroso, aunque sea pequeñuelo, y aunque esté limpio de otras culpas; porque si las tiene mortales, irá a la ciudad del horror. Así como hay un solo Dios, así también hay una fe en la Iglesia de san Pedro, un bautismo, una gloria y perfecta remuneración. Por tanto, el que quiere llegar a este Dios uno, debe tener una voluntad y un solo amor con solo Dios. Compadécete, pues, de los miserables que dicen: Bástame si fuere el menor en el cielo, no quiero ser perfecto. ¡Oh necio pensamiento! ¡Cómo ha de haber allí nadie imperfecto, donde todos son perfectos, unos por la inocencia de su vida, otros porque murieron en la niñez, estos porque se han purificado en el purgatorio, y aquellos por su fe, buenas obras y santos deseos!"




III. Santa Faustina Kowalska dice en su Diario:



“He visto cómo salían de una especie de abismo barroso almas de pequeños niños y otros más grandecitos como de 9 años. Estas almas eran repugnantes y horribles, semejantes a los monstruos más espantosos, a cadáveres en descomposición. Pero esos cadáveres estaban vivos y atestiguaban en voz alta contra un alma agonizante” (Cuaderno 5, Nº 177 del 12-5-1935).








Esta alma contra la que atestiguan, según su director espiritual, era el mariscal José Pilsudski, que había muerto ese día y cuyo juicio ante Dios fue muy severo, aunque consiguió salvarse, según conoció la santa.

Podemos preguntarnos: ¿Por qué las almas de esos niños, que pensamos serán puros e inocentes, son tan repugnantes y horribles? Porque un alma sin Dios, como lo es el alma de un niño muerto sin bautismo (es criatura de Dios, pero no templo de Dios ni hijo de Dios propiamente), está en tinieblas, sin luz y sin belleza, mientras que el alma de un niño bautizado es más bella que todas las bellezas humanas. Quizás esos niños sufrieron las consecuencias de la violencia del mariscal en medio de la guerra. No sabemos, pero atestiguan contra él como testigos de sus pecados. Felizmente para él, dice Santa Faustina, la intercesión de la Virgen lo salvó.




IV. En el libro del Padre Angel Peña: Una Maravillosa Historia de Fe  Beata Ana Catalina Emmerick, Capítulo VI,  Los Novísimos,   se puede leer lo siguiente acerca del limbo:


"3. EL LIMBO

La Iglesia no descarta la existencia de un limbo temporal para los niños muertos sin bautismo antes de que vayan al cielo. Sobre este punto Ana Catalina tuvo revelaciones esclarecedoras en un tiempo en que todavía estas ideas de la salvación de estos niños estaban muy lejanas. Ella cuenta la historia real de una mujer que había matado al hombre que la había violado y también había matado al niño que había sido concebido. Y dice: Al poco tiempo, murió arrepentida también esta mujer que deberá padecer en expiación todos los años que la providencia divina tenía destinados de vida a su hijo hasta que el niño, con el transcurrir del tiempo, haya alcanzado el momento de gozar de la luz eterna.
 
Otro caso real, que ella misma nos relata, es sobre una joven campesina, que dio a luz a su hijo secretamente por temor a sus padres. El niño murió sin bautismo al poco tiempo. Y dice: Yo he sentido verdadera solicitud por ese pobre niño muerto antes del bautismo y me he ofrecido a Dios para satisfacer y expiar por él... Ya hace mucho tiempo que he tenido revelación sobre el estado de estos niños que mueren antes del bautismo. No puedo explicar con palabras aquello en lo que veo consistir su pérdida, pero me siento tan conmovida que siempre que vengo a saber de un caso semejante me ofrezco a Dios con la oración y el sufrimiento para satisfacer y expiar por aquello que otros han descuidado a fin de que el pensamiento y el acto de caridad que yo hago puedan compensar lo que falta en virtud de la comunión de los santos.

Otro caso: Un día se me apareció un niño de tres años de edad, que había fallecido sin bautismo. Me dijo que no podía ser sepultado y que yo debía ayudarlo. También me dijo lo que debía hacer para su aprovechamiento con continuas plegarias... Al día siguiente, vino a verme una pobre mujer de Dülmen, pidiendo ayuda para cubrir los gastos de la sepultura de su hijo muerto. Era el mismo que yo había visto la noche anterior. Lo hicimos sepultar. Y todo esto lo hicimos en sufragio y mérito del alma del niño. Después de haber sepultado al niño lo vi de nuevo. Y ahora estaba radiante y se iba a una fiesta, donde muchos niñitos estaban reunidos en alegre diversión. La obra buena de sepultarlo y las oraciones de Ana Catalina consiguieron que fuera liberado y fuera al cielo, alegre y feliz.

Por eso, ella misma dice: Se debe orar para que ningún niño muera sin bautismo."


Por lo anterior, no se debe dudar de la existencia del limbo de los niños. ¿Recuerdas el limbo de los padres o seno de Abraham? Antes de que nuestro Señor Jesucristo realizará la obra de la redención,  tan esperada por los justos en el seno de Abraham,  nadie podía entrar al cielo.


Nuestro Señor Jesucristo descendió a los infiernos,  así reza el credo católico de los apóstoles, el lugar de espera de las almas de los justos nacidos antes de la era cristiana,  para liberarlos y conducirlos al cielo.  Cristo nos reconcilió con el Padre Celestial y abrió las puertas del cielo a aquellos que desearan seguirlo. Solo en Cristo hay salvación y gozo de la visión beatífica, el que no cree en el Hijo del Padre Celestial no tendrá vida eterna, vida en abundancia.


Cristo liberando las almas de
los justos en espera de la redención



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